Por Julio López
Sebastián Hofmann debutó con el largometraje Haley, la historia de un hombre que no puede morir. Un filme minimalista y casi carente de diálogos que se desarrolla parsimoniosamente. Ahora en Tiempo compartido da un giro de 180 grados, nos presenta una narrativa poliangular, dos historias que poco a poco avanzan hasta colisionar y varias paralelas. La anécdota es muy simple: dos familias que por diferentes circunstancias se ven obligadas a compartir una villa en un paradisíaco complejo de descanso. Las vacaciones soñadas se pueden convertir en una pesadilla.
“Quisimos hacer una especie de hiperrealidad, que la película no se sintiera, no es que cada color tenga un significado sino lo que tratamos es que no sintiera realista, un poco como una novela gráfica; era importante crear este universo extraño, creo que todas mis películas se sienten como sueños, bueno en este caso como pesadillas”, dice Hofmann.
El director nos presenta una realidad paralela y descabellada, la empresa Everfields encargada de vender tiempos compartidos hará lo inimaginable con tal de ganar un cliente.
“Sentí que era importante tener actores que podían hacer comedia tan extraordinariamente como lo hace Luis Gerardo Méndez, Rodarte, Andreuchis Almeida, Monse Marañon… sabiendo que si ellos ya saben hacer reír, la parte más dramática, la más trágica de la película podría ser un poco más sencilla, de alguna forma.”
Tiempo compartido es un drama fantástico con tintes de comedia. El director retuerce la idea que estos lugares venden: tener la vida perfecta aunque sea por unas semanas, a costa de lo que sea.