Ana León).- El habitar en común como una estrategia para detener proyectos de construcción o para repeler la gentrificación o la invasión y ocupación de tierras por el enemigo, dice el Consejo Nocturno en Un habitar más fuerte que la metrópoli (2018), pero sobre todo para frenar la constitución de un “megadispositivo metropolitano” pensado no para que los cuerpos fluyan en el espacio público sino para que sea la economía la que se apropie de éstos, los capitalice y nos los arrebate de las manos. Y es que como señala el geógrafo británico David Harvey “las ciudades se construyen no para que la gente viva sino para que se invierta en ellas”, ¿cómo recuperar estos espacios que por derecho nos pertenecen?
En este contexto urbano secuestrado por la especulación inmobiliaria, no sólo en nuestro país sino a nivel mundial, la ciudad se ha vuelto hostil. Arquitectos, urbanistas y paisajistas, tiene que hacer frente a las decisiones ¿equivocadas? del pasado que les exigen pensar estrategias para solucionar los problemas sociales y de configuración espacial que ha provocado lo ya construido y las ruinas de aquello que ha sido abandonado producto de un violento juego financiero.
Reflexionar y actuar desde la disciplina es lo que se propusieron Iñaqui Carnicero y Carlos Quintáns al dar forma a la idea que funciona como columna vertebral de Unfinished, el pabellón de España que participó en la edición quince de la Bienal de Arquitectura de Venecia, en 2016, y que obtuvo el León de Oro. La idea fue “arrojar una mirada optimista hacia la ruina y mirar éstas como obras inacabadas”, pero ¿cómo lograr esto? Los arquitectos y también curadores se dieron a la tarea de mapear “soluciones puntuales locales (de España) que ya han aplicado estrategias constructivas que establecen un diálogo con lo existente y en ningún caso se cierran a intervenciones futuras”, esto en palabras de Carnicero con quien charlamos poco antes de la llegada de este pabellón a México como parte del Festival de Arquitectura y Ciudad, Mextrópoli 2018.
Carnicero y Quintáns se dieron a la tarea de discernir entre soluciones cosméticas, superficiales y aquellas “intervenciones que van a la raíz de las decisiones proyectuales, que van a la estructura y a la construcción”. Bajo la propuesta general de “abrir la arquitectura a los más desfavorecidos”, lanzada por el arquitecto chileno Alejandro Aravena que aquél año fungió como curador de la bienal, los españoles reunieron 55 proyectos, de 500 que fueron presentados, y los ordenaron en nueve categorías:
“Estaba una categoría que llamamos inserciones: proyectos enfocados en descubrir espacios de oportunidad en vacíos urbanos generalmente infrautilizados; reapropiaciones, resumía proyectos que intervenían en espacios abandonados pero cambiando su significado, por ejemplo, la antigua fábrica azucarera de San Isidro abandonada y convertida en un estudio de arquitectura; o consolidaciones, era otra categoría, donde la consolidación estructural de un edificio abandonado se convierte en el argumento constructivo del proyecto como estrategia para leer su historia, la escuela de Toledo, es uno de los proyectos o, por ejemplo, la iglesia de Corbera, donde la recuperación de un antiguo templo se produjo a través de una nueva cubierta transparente de éste. Adaptabilidad, es otra categoría, espacios domésticos donde la modificación de elementos móviles permite reconfigurar el espacio, un ejemplo de esto es PKMN Arquitectura o espacios transformables a través de la integración de una serie de dispositivos plegables, abatibles y correderos, un proyecto de elii Arquitectos. En general la estética de estas intervenciones no es única».
Itinerando desde hace dos años en distintos espacios en Alemania, Japón, República Dominicana y Australia, Unfinished ocupará parte del Centro Cultural de España, en la Ciudad de México, donde los trabajos ya mencionados y otros, podrán ser apreciados. También se incluye una serie de siete fotógrafos que hacen referencia al boom inmobiliario español iniciada en 2007 y a los posteriores desahucios. Para Carnicero «este boom inmobiliario puso de relevancia las consecuencias de utilizar la arquitectura como una herramienta de enriquecimiento. La situación que vivimos después de la crisis de 2007 fue la de tener miles de viviendas vacías, en muchos casos segundas viviendas, utilizadas como herramientas de inversión y otras muchas abandonadas en pleno proceso constructivo debido a la falta de solvencia de los distintos agentes implicados. En la exposición de Unfinished lo que pretendimos fue denunciar esta locura. El principal mensaje que lanzamos es el de promover la reflexión sobre el comportamiento futuro de los edificios que construimos en nuestras ciudades.”
Su configuración inspirada en el libro de Ángel Martínez-García Posada, Paseos en Espiral, se ha interesado en llevar este mensaje «el de que la arquitectura con acciones puntuales es capaz de regenerar ciudades, empezando siempre desde la pequeña escala; el potencial de la arquitectura va más allá de la respuesta particular a un cliente. Alejandro de la Sota, maestro de la arquitectura española al que yo admiro, decía que la arquitectura es generadora de distintos comportamientos humanos. Lo que es importante es que los arquitectos tengan clara esta perspectiva», enfatiza Carnicero quien no duda al querer recordar a su gremio aquello que se olvida cuando se construye y se responde a los intereses de un particular o del ámbito de lo público, y es que si bien se está respondiendo a un cliente, también «estamos generando un objeto del cual van a disfrutar otras muchas personas y por tanto tenemos una responsabilidad con nuestras ciudades».