Por Ana León
Se hace música en los lugares menos pensados. Allí, en un departamento, mientras afuera la vida sucede. Pero adentro la vida sucede también. La historia se va construyendo con fragmentos que pueden parecer nimios, una charla, por ejemplo. Así inicia este encuentro en un departamento de la Narvarte Poniente, con un músico que no sólo es uno de los creadores más sólidos de Argentina hoy en día, sino que es también un músico al que le importa la historia y que cuenta historias: Gonzalo Aloras. Y es que el rosarino, más allá de tener sólo respuestas, tiene anécdotas y es en este abanico anecdótico donde se insertan figuras como Luis Alberto Spinetta, Charly García, Litto Nebbia, Fito Páez y otros tantos músicos argentinos que lo han marcado y con los que ha crecido.
Aloras, que se encuentra en la Ciudad de México promocionando Digital (2017), su más reciente producción como solista, inició en 1994 con la agrupación Mortadela Rancia y luego formó parte de la banda de Fito Páez, entre 1999 y 2006, para después dar el salto como solista con Algo vuela (2004), al que le siguió Superhéroes (2009) y 12 (2012); ha sido discípulo de todos estas figuras que han marcado la historia de un país, musicalmente hablando. Pero es con esta producción con la que traza una nueva ruta creativa y nuevas búsquedas. Si bien no deja de mirar al pasado, apuesta por una nueva configuración en su propia genealogía, pues la canción nos dice, “es una de las fuerzas más grandes que conviven diariamente con nosotros”, y la música “no es algo complementario o algo de fondo, sino que produce los acontecimientos mismos.”
Es la producción, también, una de las razones, además de la promoción de Digital, por las que el músico argentino se encuentra en el país. El próximo 4 de abril, a las 21 horas, se presentará en El Imperial junto a una de estas bandas a las que está produciendo, Francisca y los exploradores. Antes de abandonar México y dirigirse a Chile, el 6 de abril estará en Guadalajara, en el Foro Independencia; y el 9, en el Teatro Alarife Martín Casillas, también en Guadalajara, habiendo pasado ya por Puebla y Querétaro.
¿Qué buscas provocar con tu música en el que escucha?
Es difícil en el momento de estar haciendo una música pensar en cómo eso va a ser recibido. Me doy cuenta que cuando estoy haciendo una música hay algo de instinto que se pone en juego, como si fuese algo animal que nos constituye y que quiere salir y expresarse. Siento que con la música me puedo relacionar con esa parte más intuitiva y abandonar un poco todo aquello que es razonamiento, lógica y forma, en el sentido de poder expresar simplemente algo. Estoy tratando de conectarme con esa cuestión un poco, quizá, cósmica. Tratando de traducir en sonido, en palabras, en acordes algo que está circulando por ahí, que está queriendo ser expresado. Después, esas canciones toman vida propia y cada cual va haciendo de ellas su uso e inclusive le va dando un nuevo sentido, esto también es muy común, todos sabemos que con las letras de las canciones sucede mucho. Esa cuestión de la poética da lugar a la apertura de sentido y creo que es lo más importante de las canciones.
Está la búsqueda, antes descrita, de Gonzalo Aloras como músico, pero hay otras búsquedas de Gonzalo Aloras como productor, ¿cuáles son éstas?, considerando que esa es una de las razones por las que estás en la Ciudad de México.
Tengo dos actividades principales importantes en relación con la música: una de ellas es la de ser compositor e intérprete, y la segunda es la de ser productor, es decir, la de ser una especie de arquitecto que trabaja o que colabora tratando de darle forma y consistencia al sueño de otro o al proyecto de otro. Digo lo que arquitecto porque hay una similitud en esta cuestión de diseñar un espacio en el que va a vivir otra persona. Y algo así sucede con el productor musical. Particularmente me involucro mucho. Considero que hay, a grandes rasgos, dos tipos de productores musicales: unos a los que yo llamo productores cosméticos que son aquellos que se encargan más de la estética y la parte superficial de las obras. O sea, se entrometen en la música, producen, pero de una manera un poco más desde afuera; y después, hay otro tipo de producción en la que me siento un poquito mejor expresado o útil, que es cuando me puedo meter en las canciones, cuando puedo participar, inclusive, hasta en la composición, cuando puedo sugerir cambios de melodías, de estructuras y hasta de acordes, y luego ya pensar en cómo va a vestir eso y qué modo va a tener. Mi pasión en relación a la producción tiene que ver con el espíritu de las canciones y con la esencia misma de las canciones más allá del género o del sonido que se quiera ajustar o de la sonoridad que se esté buscando. Trato que la canción del otro logre su máximo esplendor con una mínima cantidad de elementos posibles.
¿Qué se agita o que se transforma para transitar de un disco como 12 a Digital? Hay cinco años de diferencia entre uno y otro, ¿cuáles son las mutaciones que registras como compositor y como cantante en esta transición?
Hay un cambio fundamental en ese proceso, en esa transición, y es el hecho de haber estudiado canto todos estos años con Lucía Maranca (1934-2017), es, fue, una artista muy importante en Argentina, sobre todo dentro de la música contemporánea. Luego, más allá de estas clases, hacer un trabajo personal dentro de lo que sería, si pensamos cinematográficamente un disco como me gusta hacerlo a mí, encontrar los nuevos personajes, los nuevos roles, los nuevos modos para cantar estas nuevas canciones. Hay algo que me parece interesante, y es que cuando tú cambias de estética o de búsqueda musical eso de alguna manera creo que debe ir acompañado de nuevos personajes, de nuevos actores, es como hacer otra película en la que puedes mantener a los actores pero deben cambiar sus caracteres.