Singapur, 8 jun PL) La cumbre de Estados Unidos y Corea del Norte de la semana próxima es considerada hoy una «gran demostración de confianza» en la seguridad y neutralidad de Singapur.
Por eso el país ha movilizado a miles de oficiales, e incluso ha llamado a militares, para brindar seguridad a la primera reunión entre el presidente estadounidense, Donald Trump; y el líder norcoreano, Kim Jong Un.
Si bien Singapur no es parte directa de las negociaciones nucleares, la reunión y su resultado influirán en el bienestar y los intereses de este país, ya que se encuentra en un «arco de tensión» en la región, dijo el ministro de Derecho y Asuntos de Interior, K. Shanmugam.
La cita -para dialogar sobre paz y desnuclearización- tendrá lugar en la mañana del martes próximo en el hotel Capella, localizado en la turística isla de Sentosa, si de hoy a la fecha todo continúa como va, porque ha estado sujeta a un cambiante libreto.
El 15 de mayo, el líder norcoreano canceló abruptamente una reunión de alto nivel con Corea del Sur a causa de los ejercicios militares con Estados Unidos, de alto alcance, pero también puso en dudas la realización del encuentro con Trump.
El 24 de mayo, Trump revocó la cita al acusar a Corea del Norte, luego que un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores norcoreano criticara al vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, por repetir una referencia al «modelo de Libia» en relación con las conversaciones con Corea del Norte.
Dicho modelo alude al acuerdo que el asesinado líder libio Muamar el Gadhafi hizo en 2003 para renunciar a todo intento de poseer armas de destrucción masiva y anunciara su adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear, pero años más tarde fue derrocado por una revuelta apoyada por Washington.
Pocas horas después del anuncio del 24 de mayo, el mandatario estadounidense hizo otro giro y dijo que la reunión se realizaría tal como estaba programada para el 12 de junio.
De celebrarse, sería la primera cumbre de gobernantes de Estados Unidos y la República Popular Democrática de Corea tras casi 70 años de confrontación iniciados con la Guerra de Corea (1950-1953).
La conversación genera muchas esperanzas e incertidumbres sobre la posibilidad de alcanzar una paz definitiva en la península de Corea.
Kim expresó el pasado viernes que se sentía comprometido con la desnuclearización y manifestó su esperanza en que ese objetivo pudiera lograrse gradualmente, en interés de todas las partes.
Sin embargo, por otro lado Trump aseguró que la cumbre permitirá avances, pero sería sólo la primera de un proceso más largo al tiempo que enfatizó que el día 12 no firmarán nada.
Corea del Norte acentúa que el desarrollo de su programa militar nuclear sólo tiene carácter defensivo y disuasivo ante las vetustas amenazas de Estados Unidos y sus aliados.
El 3 de septiembre pasado Pyongyang realizó su sexto ensayo nuclear, «el más grande hasta el momento», con una bomba que puede ser instalada en un misil de largo alcance.
De acuerdo con las lecturas, la prueba fue mayor que cualquier otra realizada anteriormente: de unos 100 a 150 kilotones, potencialmente 10 veces mayor a la realizada el 9 de septiembre de 2016. Para el gobierno norcoreano se trató de un «significativo paso para completar el programa de armas nucleares de la nación».
Como en las cinco pruebas anteriores, las sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aupadas por Washington, no se hicieron esperar.
Algunas prohíben las exportaciones de bienes y servicios, incluso dicho Consejo decidió reducir drásticamente las importaciones de derivados del petróleo al país asiático.
En ese sentido, el gobierno de Kim Jong Un ha reiterado su condena por los perjuicios que los castigos impuestos, bajo la égida de Estados Unidos y sus aliados, ocasionan al pueblo norcoreano.
Ante el nuevo contexto de distensión, Trump ha manifestado que sus sanciones hicieron efecto en el gobierno norcoreano.
Por el contrario, Kim en virtud de la importancia que concede su país a la unificación de las dos Coreas y a la paz regional, anunció a inicios de este año en un discurso conciliador, su deseo de que atletas de su país asistieran a los pasados Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en Pyeongchang 2018.
Desde entonces una cadena de acontecimientos -todos proclives a la distensión- han delineado el camino hacia la cumbre que tendrá lugar aquí el martes cuyos resultados, aunque están por verse, deben aportar más esperanzas que dudas a la humanidad que ha estado en vilo por el constante peligro de un desenlace nuclear entre los dos países.