La Habana (PL) Los presidentes de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong-un, y el de Estados Unidos, Donald Trump, lograron bajar las tensiones al concretar una cumbre en Singapur, cuyo tema central fue el nuclear.
Por el momento los pueblos de las dos Coreas y los países que los circundan, desde Japón a Filipinas en el Pacífico, pasando por más de la mitad de Asia, pueden dormir más tranquilos porque la amenaza de una catástrofe nuclear que los afecte directamente se aleja, aun cuando no hay concretadas garantías definitivas.
De todas formas es muy importante que luego de casi 70 años de odios, rencores, amenazas y temores de todo tipo, se haya realizado una reunión al más alto nivel y aparentemente exitosa en relación con un contexto signado por una retórica muy agresiva en la que se desarrollaron las pésimas relaciones entre el gobierno de Trump y el de Corea del Norte.
Esta cumbre, realizada en un terreno neutro como Singapur, fue posible gracias a una indeclinable política nuclear defensiva por parte de Pyongyang sin cuyo desarrollo y sostenibilidad una reunión de esa naturaleza nunca habría tenido lugar como lo demuestran estas casi siete décadas de guerras entre ambas partes de Corea y de neocolonialismo norteamericano militarista y económico en el sur de la península.
El mayor problema que subsiste para arribar a puerto seguro en el camino de la paz y la concordia es que el acuerdo inicial logrado en Singapur está rubricado por Trump, un hombre de poca credibilidad, voluble en sus razonamientos, nada ético y desconfiable hasta para sus propios aliados, capaz de desdecirse en horas, como ocurrió con la Cumbre G-7, al salir olímpicamente de un acuerdo sobre aranceles alegando declaraciones insultantes del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
La Cumbre de Singapur, aun cuando han trascendido al menos cuatro puntos del acuerdo base, todavía carece de un respaldo institucional que ofrezca garantías de iniciar un largo proceso de negociación y seguridades de que este no será perturbado por acciones hostiles que pongan en peligro la paz regional.
Un acuerdo de desnuclearización, aunque sea local o bipartita, es de tal envergadura y atinente al mundo entero, que se hace necesario, más bien imprescindible, blindarlo contra la voluntariedad, los antojos y reacciones emocionales de una sola persona.
En realidad, los cuatro puntos del acuerdo que han trascendido, no llenan todas las expectativas antinucleares o antibelicista creadas en torno a la cumbre. Según los trascendidos, tales puntos se refieren a lo siguiente:
Estados Unidos y la República Popular Democrática de Corea (RPDC) se comprometen a 1) establecer nuevas relaciones entre ambos países en correspondencia con el deseo de sus pueblos de alcanzar la paz y la prosperidad; 2) aunar esfuerzos para construir un régimen pacífico y estable en la península de Corea; 3) reafirmar la Declaración Panmunjom del 27 de abril de 2018 según la cual Corea del Norte se compromete a trabajar en una desnuclearización completa de la península; y 4) comprometerse en recuperar a los prisioneros de guerra y desaparecidos en combate, incluyendo la repatriación inmediata de aquellos que ya han sido identificados.
El documento establece también el compromiso de ambos países de seguir con las negociaciones que liderarán el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y un alto cargo de Corea del Norte cuyo nombre no se ha especificado. Estas conversaciones tendrán lugar lo antes posible y buscarán implementar los acuerdos alcanzados en Singapur.
Indudablemente es un gran paso, y si se concreta será un aporte a la tranquilidad que el mundo necesita, pero no el último. Hacen falta más todavía.
Si realmente hay una voluntad de paz global, Trump tiene otra gran oportunidad de demostrarlo: restablecer su compromiso con el acuerdo nuclear iraní, y retirar las nuevas y viejas sanciones al gobierno de Teherán.
De igual manera, prestar atención a los científicos y admitir que el cambio climático existe como se indica en el Acuerdo de París, y actuar en consecuencia. De materializarse ambas necesidades habrá que admitir que el mundo puede alistarse para comenzar a construir de conjunto una nueva historia.
¿Cumbre de Singapur abrirá un camino a la paz?
Por Luis Manuel Arce