Por Orlando Oramas León
México (PL) El 1 de julio está casi a las puertas y ese día los mexicanos elegirán, entre otros cargos, al nuevo presidente de la República, en una porfía en la que el candidato Andrés Manuel López Obrador aparece como favorito, con buena ventaja en los sondeos, en su tercer intento por llegar a la presidencia.
Diversas encuestas parecen coincidir en que López Obrador se despegó de sus rivales desde diciembre, su ventaja resulta difícil de remontar, y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que lo abandera, podría convertirse en mayoría en el próximo Congreso y ganar varias de las gobernaciones en disputa.
Pero eso son pronósticos, según los cuales Ricardo Anaya, apoyado por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano, continúa en segundo lugar, aunque con más de 10 puntos porcentuales detrás del puntero.
Anaya estuvo bajo acusaciones de triangulación y lavado de dinero a través de una empresa fantasma, incluso con una averiguación de la Procuraduría General de la República, a la que acusó de ser instrumento del gobierno para enlodar sus aspiraciones presidenciales.
Su alianza con el desdibujado PRD y Movimiento Ciudadano, que según él integrarían el primer gobierno de coalición, augura contradicciones futuras en caso de llegar al poder, sobre todo por el reparto de cargos en las que el PAN tendría todas las de ganar.
En tercer lugar aparece la apuesta del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade, primer candidato priísta sin militancia oficial, y cuya postulación demandó reformar los estatutos de la agrupación.
Con Meade, quien ha desempeñado en dos administraciones diferentes los cargos de secretario de Energía, Relaciones Exteriores, Finanzas y Desarrollo Social, el PRI intentó presentar una carta desligada de los casos de corrupción y de otros flagelos que se le atribuyen a su gestión, tanto a nivel de gobernadores de estados como del gobierno federal.
Pero el candidato sigue desplazado en las encuestas, aunque el cambio en la cúpula priísta, que sacó a tecnócratas y trajo al avezado político (exgobernador de Guerrero y exsubsecretario de Gobernación), René Juárez, le ha dado calor a su campaña y movilizado a cuadros y estructuras del partido que durante más años ha gobernado el país.
Falta por mencionar a Jaime Rodríguez, gobernador con licencia por el norteño estado de Nuevo León, quien compite por la vía independiente, pero lo que más puede ganar es resonancia nacional.
El Bronco, como le llaman, anda en litigio con el Instituto Nacional Electoral que le impuso una multa de más de 700 mil pesos (unos 35 mil dólares) por utilización de recursos ilegales e irregularidades en la recogida de firmas de apoyo a su candidatura. En el camino quedó Margarita Zavala, también independiente, expanista y esposa del expresidente Felipe Calderón, quien no llegaba al cinco por ciento en las encuestas y se da por seguro que finalmente apoyará a Anaya en la porfía contra el de Morena.
Hasta ahora la campaña presidencial se ha caracterizado por todos contra López Obrador, quien compite con un discurso antisistema y la promesa de desplazar «a la mafia del poder».
Los ataques entre los rivales superan las propuestas, algunas que van desde tarjetas financieras para jefas de familia, casas del adulto mayor, líneas férreas, mayores salarios para militares y maestros, entre otras, como combatir la inseguridad galopante, la corrupción y la impunidad.
Hasta ahora fueron celebrados dos debates públicos entre los candidatos presidenciales, en los que López Obrador recibió el grueso de los ataques. Pero las encuestas no variaron en sus cuentas pese a que el tabasqueño reconoce que no habla «de corrido».
Lo que sí ha hecho es recorrer desde hace dos años toda la geografía mexicana, tocar con sus manos poblaciones, sectores diversos y enfrentar los embates de representantes del gobierno, de sus rivales políticos, de las cúpulas empresariales e incluso pronósticos catastróficos (sobre el desempeño de su futuro gobierno) de parte de influyentes firmas financieras y medios de comunicación internacionales.
Por estos días hizo «las paces» con las cúpulas empresariales, a las que ha asegurado que en su gestión no habrá expropiaciones, pero si respeto y revisión de contratos en búsqueda de actos de corrupción.
«Si Andrés Manuel López Obrador nadara de muertito llegará a la orilla con la ventaja que tiene». La frase es de Felipe González, expresidente del gobierno de España. Lo auguró el 22 de mayo.
Sin embargo, no todo está dicho en el proceso electoral mexicano, que decide el 1 de julio la presidencia, el pleno del Senado y la Cámara de Diputados, parlamentos estatales, nueve gobernaciones y otros muchos cargos de nivel municipal.
No hay que desdeñar la maquinaria del PRI y sus mañas, cuando comienzan a aparecer denuncias sobre la utilización de programas sociales y recursos públicos para coaccionar el voto en sectores suburbanos y rurales donde millones de personas viven en la pobreza y dependen de la ayuda gubernamental.
Morena parece a estas alturas como el partido más joven y el que mayor ganancia deberá recoger en las urnas de votación, pero para ello tendrá que defender el voto en los colegios electorales, una tarea en la que el PRI y el PAN le aventajan en experiencia, cuadros y triquiñuelas.
Otro factor que pende sobre el proceso electoral es la violencia. Desde septiembre a la fecha fueron asesinados más de un centenar de políticos, aspirantes y candidatos. Decenas de postulantes, incluidos presidenciables, han solicitado y obtenido protección estatal ante el clima de violencia de la campaña.
Muchos más declinaron sus aspiraciones, cuando la matanza de candidatos registra víctimas prácticamente cada semana.
Y a medida que se acerca el día de los comicios, las decisiones del gobierno de Estados Unidos lo colocan cual competidor contra todos los candidatos, y en particular del gobierno de Peña Nieto, quien se las ha visto negras desde que invitó al candidato Donald Trump a la residencia oficial de Los Pinos, y luego debió encarar las amenazas, declaraciones, tuits y decisiones del presidente republicano contra este país.
Cualquiera esperaría que Washington obraría para, al menos, no afectar al actual gobierno príísta cuando a López Obrador se le acusa de «izquierdista» y «populista». Pero ello forma parte de las paradojas del actual ocupante de la Casa Blanca.
Mientras tanto, el Peje, como le llaman al de Morena, sigue campeando en las encuestas y la cuestión es si la tercera, en su caso, resultará la vencida.