Terremotos y tsunami, lo que nunca olvida Japón

Por Nara María Romero

Tokio, (PL) El 18 de junio un terremoto de magnitud 6,1 en la escala de Richter sacudió la prefectura japonesa de Osaka, situación que puso en alerta a las autoridades por las consecuencias lamentables de esos eventos.
Cuatro fallecidos, entre ellos una niña de nueve años, 350 heridos, más de mil 700 evacuados, cuantiosos daños al sistema de transporte e infraestructuras fue el saldo del sismo, y las réplicas asociadas, son vigiladas en las zonas más afectadas por posibles derrumbes y deslizamientos de tierra.
El analista de la cadena local NHK, Hiroshi Matsumoto, comentó que la energía sísmica liberada equivale a una sesentava parte del gran terremoto de Hanshin de 1995 en la prefectura de Hyogo debido a que el hipocentro a un nivel bastante superficial, provocó intensas sacudidas.
Matsumoto aseguró que el incidente más grave fue la muerte de la niña por la caída de un muro de hormigón cuando se dirigía a su escuela, una construcción de 3,5 metros de altura que violaba lo establecido por la Ley de Estándares para la Construcción de Japón.
Agregó que tras el terremoto de 1978 en la prefectura de Miyagi, se arreciaron las normas para ese tipo de construcciones y decretada una altura máxima de 2,2 metros y varillas de refuerzo ubicadas a intervalos de 80 centímetros como máximo tanto vertical como horizontalmente.
Posición geográfica que favorece a devastadores terremotos
La confluencia de varias placas tectónica en la región, entre ellas la euroasiática, la norteamericana, la del Pacífico y la del mar de Filipinas, hacen de Japón un país de alta sismicidad.
Estudios del Servicio Geológico de Estados Unidos revelaron que la introducción cada año de la placa del Pacífico por debajo de la de Norteamérica de 83 a 90 milímetros favorece esa situación.
Asimismo, los movimientos entre las placas del mar de Filipinas por debajo de la euroasiática entre los 48 y 65 milímetros anuales, con su límite en la fosa de Nankai, posibilitaron la ocurrencia de terremotos con magnitud superior a 8 en Osaka en los últimos años.
El archipiélago japonés ha sobrevivido a cinco fuertes terremotos desde 2003, el más reciente ocurrido el 11 de marzo de 2011 en Tohoku, costa este del país, con una magnitud de 9 grados y es considerado el cuarto más fuerte registrado en el mundo.
Un estudio de científicos de Estados Unidos publicado en la revista Science el año pasado mostró que ese sismo provocó una migración de al menos 300 especies marinas desde Tokio hasta América del Norte en los seis años que siguieron al movimiento telúrico.
El tsunami originado por el terremoto arrastró desde protozoos unicelulares hasta grandes colonias de mejillones y percebes junto a vasos plásticos, botellas, neumáticos y otros desechos que favorecieron su supervivencia transoceánica.
A pesar de que la migración entre continentes es inusual en esas especies, la investigación no pudo determinar si pudieron establecerse en el nuevo hábitat.
El peor tsunami de los últimos años
Varios países en las costas del Pacífico fueron los primeros afectados por las inmensas olas del tsunami de 2011, hecho que provocó la erupción del volcán indonesio Karangetang.
Perú, Costa Rica, Ecuador, México, Colombia y Panamá se mantuvieron en alerta, mientras que en Estados Unidos se reportó un fallecido y algunas pérdidas materiales en las costas de Oregón.
En Japón más de 1,5 millones de viviendas quedaron sin acceso a agua potable, el servicio telefónico interrumpido por varias horas y daños en el sistema de transporte, este último en la actualidad reflejado en carreteras todavía cortadas.
Pero el desastre nuclear en la central Fukushima 1 gestionada por la empresa Tokyo Electric Power debido a fallas en los sistemas de refrigeración en uno de los reactores, es el mayor desastre ocasionado por el tsunami debido a los daños a la salud generados a largo plazo.
Las autoridades distribuyeron yodo en un radio de 30 kilómetros de la central, método eficaz en contra del cáncer de tiroides derivado de la peligrosa radiación.
Al menos 18 mil 498 personas murieron por el terremoto, tsunami y el accidente nuclear de 2011 en Japón, y al cierre de 2017, unas tres mil 88 fallecieron a consecuencia de las enfermedades generadas por esos desastres.
Reducir vulnerabilidades en sistema ferroviario de alta velocidad
La colocación de sismógrafos en Japón para recoger las ondas primarias, las más rápidas para alertar la ocurrencia de un terremoto, es uno de los métodos para intentar prevenirlos, aunque el tiempo entre su detección y el de las ondas destructivas cuando es profundo y distante no es suficiente para reducir los posibles daños.
Después del sismo de magnitud 7,5 que sacudió Niigata en 1964 fue evaluada la posibilidad de instalar un sistema de alerta para el tren bala (shinkansen) cercano a la inauguración de su primera línea nombrada Tokaido.
Un movimiento telúrico ocurrido un año después en la prefectura de Shizuoka y que dañó algunas partes de esa línea del shinkansen, determinó la instalación de sismómetros cada 20 kilómetros a los largo de la misma.
Asimismo, al completarse la línea del tren bala fue implantado en 1982 el primer sistema de detección en la costa del mundo, necesario para garantizar la seguridad de ese sistema ferroviario de alta velocidad.
Otros métodos como el Fast Response Equipment against Quake Load instalado en 2005 mejoró los tiempos de alarma y corta el suministro eléctrico cuando se detecta un terremoto.
El tren bala ante un corte energético activa los frenos de emergencia con el objetivo de detenerlos antes de que lleguen las ondas destructivas y minimizar los riesgos.
Japón introdujo también el año pasado sismógrafos bajo el suelo marino, sistema que detecta los sismos originados en la fosa de Nankai, sitio paralelo a la costa del Pacífico y donde existen altas probabilidades de que ocurra un gran terremoto en los próximos 30 años.
Aunque métodos novedosos cada día son implementados en el archipiélago japonés, su ubicación geográfica será el mayor oponente para la tecnología creada por el hombre que busca adelantarse y minimizar los daños ocasionados por devastadores terremotos.

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