POr Alizbeth Mercado). – Samantha Flores llegó a nuestra cita poco después del mediodía. Nos encontramos en la Casa de Día del Adulto Mayor LGBTIQ, un pequeño espacio sobre Avenida Xola, número 84, a unos pasos de la estación del Metrobús. Samantha camina contenta, el paso no es presuroso, pero sí firme. Su pelo rubio brilla con el sol y la distingue de los peatones. Usa una blusa azul, pantalones de mezclilla, botas negras, un saco en tono claro y poco maquillaje. Nos saluda y entramos a la casa.
La estancia ha sido la mayor lucha de Samantha, quien comenzó en el activismo en la década de 1990 y desde entonces es un referente trans en el país. La Casa de Día del Adulto Mayor LGTBIQ nació porque en opinión de Samatha, la vejez para la comunidad no es fácil. “Yo les digo, el adulto mayor heterosexual está olvidado, abandonado, excluido, arrinconado; necesita tanto el adulto mayor heterosexual, necesita cariño, necesita atenciones, ya se casó, ya tuvo hijos, ya trabajó para su familia toda la vida y ahora lo tienen abandonado; pero el adulto mayor LGBTIQ… nadie sabe que existimos”.
En México habitan alrededor de 13 millones de adultos mayores (personas mayores a los 60 años), 53.9% son mujeres y 46.1% son hombres, de acuerdo con las proyecciones del Consejo Nacional de Población. Datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística indican que, en este rango de edad, la población económicamente activa es el 34% mientras que el 68% no lo es; y asegura que “un aspecto que vulnera a las personas de edad es no tener un apoyo al interior del hogar. En el país hay 1.6 millones de personas de 60 y más años que viven solas y la mayoría son mujeres (63%)”.
Sin embargo, no existen cifras desagregadas sobre los adultos mayores de la comunidad LGBTIQ. Un estudio de grupo Gallup estima que el 3.4% de los adultos en México se identifican como LGBTIQ, es decir, aproximadamente nueve millones de personas. En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revela que el asunto de identificación como integrantes de la comunidad LGBTIQ es mayor en jóvenes y decrece en adultos mayores; y también indica que hay pocos estudios que nos den cifras al respecto, esto con base en datos del 2017.
El sueño más grande
La Casa del Adulto Mayor es una casa de día. Estos sitios dan a los usuarios la posibilidad de permanecer unas horas y recibir atención de especialistas, así como ocuparse productivamente. Después de que entramos a la casa, llegó un hombre con un libro en la mano, él va a clases de computación, pero mientras hacíamos la entrevista esperó leyendo antes de usar el equipo.
En la Ciudad de México hay casas para los adultos, 131 Centros de Integración y Desarrollo para las Personas Mayores; y a nivel nacional hay seis casas de día del Inapam: dos en la Ciudad de México y cuatro en las capitales de los estados de Morelos, Oaxaca, Tlaxcala y Yucatán; así como 118 clubes de esta institución; pero la propuesta de Samatha es la única en su especie en América Latina.
Una vez que comenzó la charla, Samantha nos explicó que la casa abre los martes, jueves y sábado; hay dos psicólogos (quienes además de dar asesorías, apoyan en la alfabetización digital de los usuarios), un padre benedictino y una señora que enseña a cocinar con soya.
“Prácticamente estamos atendiendo a la gente a recuperar su autoestima, ayudándola a reencontrarse con su niño interior que todos tenemos abandonado, que está arrinconado y nadie sabemos cómo está y hay que reencontrarlo y ayudarlo con todo lo que ha sufrido, desde el vientre de su mamá hasta que se hizo adolescente”, nos aseguró Samantha.
Una ligera regresión
Samantha hizo su cambio de manera azarosa. Un día fue con sus amigos a una fiesta en Querétaro y se travistieron. “(Estábamos) azotados de risa, divertidísimos, una amiga nos prestó el vestido, nos prestó las zapatillas, otra amiga nos prestó la peluca y así fuimos. Tuve la suerte, de que esa persona se vino a vivir a México, comenzó a hacer fiestas los sábados en bares y me decía ‘pero vienen vestidas’, y con tal de ir a la pachanga, íbamos. Siendo Samantha Flores comencé a recuperar mi autoestima y todo, porque nunca tuve problemas.”
Sin embargo, Samantha ha tenido que enfrentar el rechazo de algunas personas y el cambio legal. Modificar sus papeles le costó alrededor de treinta mil pesos. Desde el año pasado, en la CDMX se lanzó una campaña para hacer este trámite de forma gratuita, y según datos del gobierno local, desde 2015 se han concretado mil 923 cambios de identidad de género.
Cuando ocurrió el cambio Samantha tenía cuarenta años, y aunque no tuvo conflictos al hacerlo, sí enfrentó problemas: “número uno, iba a perder a mi familia, número dos iba a perder a mis amigos, y número tres y más importante ¿de qué iba a vivir? ¿qué es más importante? Comer. Y afortunadamente salí adelante gracias a mis amigos”, quienes le hablaban para hacer trabajos diversos. Fue anfitriona de la disco Camelia la Texana, en San Ángel, y trabajó en la industria hotelera.
Con sus amigos también comenzó en el activismo. “Durante diez años hice colectas y eso me hizo crecer como ser humano, pero también me enterneció. Hace como cinco años alguien me dijo: -mana, tú que te dedicas a ayudar a la gente y todo ¿por qué no haces un albergue para el adulto mayor?’ ¡Ay, se me hizo facilísimo!, no sabía en lo que me metía y lo acepté, pero dije yo sola no puedo.”
Por eso, tras tocar puertas en partidos y en el gobierno, decidió meter el proyecto en la plataforma de fondeo colectivo, Donadora y en cuatro meses juntaron 400 mil pesos que llegaron a la Fundación Laetus Vitae, de la cual es presidenta.
No obstante, entre rentas y rehabilitación de la casa, el dinero se agota, por eso, en la página www.vidaalegre.com los interesados en apoyar la causa pueden donar y también conocer más del proyecto. “Queremos seguir viviendo, brillando, para eso necesitamos ayuda.”
En octubre, Samantha será la invitada de honor del festival Less Gai Cinema Madrid, pero su sueño es crear un albergue para los adultos mayores de la comunidad LGBTIQ, aunque sabe que es un asunto complejo. De cualquier manera, Samantha dice que su vida está llena de recompensas.
Cuando terminamos la entrevista, el señor que espera utilizar la computadora la enciende, ve YouTube y Samantha pone afuera de la casa la bandera de arcoíris LGBTIQ y cuando pasa un transeúnte le pregunta si es la bandera de Suecia (ese día era un partido de futbol), ella lo mira con sorpresa y le explica un poco sobre la bandera. Ambos siguen su camino.