Por Fernando Salinas
George A. Romero, la mente maestra del horror quien será recordado por siempre como el creador del zombi moderno, heredó al mundo uno de los arquetipos más icónicos (y explotados) de las historias de horror: los muertos vivientes. Estos seres con hambre insaciable guiados por su instinto han inspirado distintas producciones como videojuegos, series de televisión y, por supuesto, películas, en las que la supervivencia suele ser lo más importante, aunque en algunos casos, el deseo de innovar trata de cambiar el paradigma instituido por Romero y el ambiente natural de destrucción y sangre.
La noche devoró al mundo de Dominique Rocher, es una de esas producciones que, aunque deja intacto el perfil del zombi tradicional busca mostrar una perspectiva diferente, casi 100% en solitario. Y es que, podríamos decir que la historia es un mero pretexto para ver el crecimiento de Sam, nuestro protagonista quien, por cuestiones del destino, permanece encerrado en un edificio donde aparentemente él es el único sobreviviente después de estar en una fiesta a la que ni siquiera quería ir. Al darse cuenta de la situación y que permanecer cautivo es más seguro que correr por las calles infestadas de zombis, Sam comienza a aceptar su realidad, está solo y tal vez conviene ver el lado bueno de las cosas, sobre todo el hecho de seguir con vida. Es aquí cuando nos damos cuenta de que el filme tendrá un camino diferente, y más bien, estaremos ante la historia de un náufrago urbano rodeado de hordas de caníbales putrefactos con todo y su amigo imaginario. Se trata de una lucha por sobrevivir y mantenerse cuerdo. La idea es que, aunque el enfrentamiento contra los seres hambrientos de carne fresca es inevitable, no es lo primordial durante el desarrollo del guion que cuenta con lo necesario para mantenernos al filo del asiento esperando un grito o una situación de peligro.
Llama la atención la naturaleza amable y de buen corazón de nuestro personaje principal, algunas veces parecería que es un cobarde sin remedio, pero más bien, su humanidad entra en conflicto con la razón creando situaciones de peligro innecesarias y algunas escenas solemnes. Hay que mencionar que, aunque es bien utilizado, el recurso de “lo onírico” hace predecibles varios momentos que más bien deberían generar duda y forman parte importante en cierto momento de la película.
Los ambientes y la estética en general son dominados por las sombras, el desorden y los tonos azules aunque la luz suele entrar por las ventanas, ofreciendo un lugar donde reina la tranquilidad y el silencio.
La noche devoró al mundo puede ser algo inesperado, con planteamientos en la narrativa distintos a lo habitual pero que fácilmente puede aburrir al espectador. Con esto no se puede decir que la película es un fiasco, más bien, no está dirigida al fanático de los zombis que disfrute de grandes dosis de acción, sino al desarrollo de un personaje que logra evolucionar durante el desarrollo del filme. Aún queda la duda si este es el primer capítulo de una historia con más entregas, sobre todo por la ambigüedad del final y los misterios sin resolver que quedan en el aire. Tal vez con una secuela la historia se torne más madura y ahora sí, podrá presumir un tratamiento más profundo y diferente a la mítica del zombie clásico. La noche devoró al mundo es traída por Cine Caníbal y se estará disponible en cines a partir del 26 de julio.