Por Ana León
Cassandra Ciangherotti ve la actuación como un oficio, uno que le ha impuesto liberarse de esa introversión que la habita o la habitaba. Aun cuando de pequeña gustaba de entretener a la gente también estaba ese irse hacia adentro. Pareciera que al ser parte de una larga estirpe de actores estaba predestinada. Pero la mujer que ha dado vida a personajes variopintos sigue haciendo camino, uno propio, y dando forma a una identidad, también propia, tanto en cine como en el teatro. Su imagen se ha asociado a una voz feminista o de lo femenino aunque portar alguna bandera o ser portadora de una verdad no está entre sus intereses.
Actualmente, Cassandra interpreta el papel de la señorita Julia, en la obra homónima de August Strindberg (La señorita Julia), dirigida por Martin Acosta y en la que también participan Xóchitl Galindres y Rodrigo Virago. A propósito de ésta, platicamos con la actriz unas horas antes de una de sus funciones en el Teatro Milán.
¿Qué hubo en este personaje que te atrajo y por qué te pareció importante traerlo al presente?
Es uno de los personajes más complejos y queridos de la literatura relativamente moderna. Siempre fue una obra que me costó mucho trabajo. Leerla, entender por qué se escribían estas cosas; sin embargo, también me gustaba, me apasionaba, porque esta obra se estudia mucho con la obra de Casa de muñecas, de Ibsen. Nora es una heroína, porque se va de su casa y toma unas decisiones muy diferentes a las que toma Julia, pero creo que esta obra habla de una especie de botón en la psique femenina que es incomprensible y muy incomprendido por el sistema, por el patriarcado. Yo la entiendo perfectamente, entiendo sus dolores, la sensación de decir no quepo, no me hallo, no funciono en este lugar. Creo que eso es lo que me resulta fascinante de la obra y de interpretarlo.
De cierta manera la señorita Julia es muy valiente porque desde el principio de la obra, aunque no lo parezca, sabe lo que quiere y lo consigue. Y en ese sentido me parece una mujer muy fuerte, porque es muy vulnerable, pero yo no considero la vulnerabilidad una debilidad.
En esta cuestión de empatía con el personaje, ¿resultó fácil entonces, en tu proceso de trabajo y estudio del mismo, contextualizarlo, porque en realidad el contexto no ha cambiado mucho desde que se escribió hasta ahora?
Yo creo que ha cambiado en apariencia, de cierta manera las mujeres pueden vivir su sexualidad de una manera más amplia, más grande. Pero lo que no ha cambiado siento es algo en nuestra psique de cómo vivimos nuestra sexualidad, el luchar por las cosas que tenemos, el tener una actitud más agresiva en la vida. Todo eso nos genera muchas culpas y sensación de incomodidad. De cierta manera siento que es porque la liberación femenina ha estado imitando mucho un patrón masculino y tampoco se trata de eso, porque los valores femeninos tienen otras tesituras, tienen otras cosas. Lo que queremos es que eso se respete y que eso se valore como si fuera lo mismo, no tener que jugar el mismo juego que juegan ellos; esa es la parte que para mí se vuelve muy compleja.
Hoy en día todavía vivimos en una sociedad donde la resistencia, la vulnerabilidad, la empatía, la compasión son vistas como valores de alguien débil. Seguimos pensando que el más fuerte sobrevive. Es muy complejo hablar de fuerza en la connotación que le hemos dado, que es muy violenta. A la fecha, yo sigo teniendo la duda de ¿qué es lo que pertenece al universo femenino? Cuando vemos personajes que rompen con la estructura de las cosas, se nos meten en la psique y en el corazón y hay una parte nuestra que las entiende perfectamente. Sí, son mujeres que rompen con las estructuras, pero no hay incoherencia en sus actos.
Mencionas que no se trata de emular la libertad de los hombres sino que el camino es buscar una libertad femenina, ¿crees que esta sea la razón de que sea tan criticada una mujer que busca su libertad de la misma forma en que un hombre ejerce la suya?
Depende mucho de la mujer. Siento que hay mujeres que tienen una sexualidad más despierta que otras o un interés más grande por eso. Lo que yo siento es que las mujeres muchas veces al tener esta sensación de ‘yo puedo hacer lo que yo quiera’, al limitar este patrón van en contra también de ellas mismas. Siento que para la mujer el amor y hacer el amor son cosas muy diferentes, no se trata de obligar al hombre a que sea lo mismo, se trata de gozar nuestro universo y de saber que somos de una profundidad insondable. Creo que la mujer más bien tiene que liberarse en ese sentido, en su capacidad de amar.
Justo por esta obra y parte de tu trabajo te han asociado con temas de feminismo, empoderamiento y libertad femenina. ¿A ti te importa?, ¿te molesta?, ¿o justo en tus personajes buscas ir creando esta idea?
Ha sido un poco casualidad. Mucho antes de que estos personajes llegaran estaba estudiando mucho sobre el matriarcado y las mujeres y demás, porque lo sientes, sientes que estás en un lugar que es opresor. A mí muchas cosas me molestan, incluso en mi carrera como actriz, muchas veces para tener éxito necesitas sexualizarte y yo no digo que esté mal, no digo que si a una mujer le encanta exponer su cuerpo y salir de una manera esté mal. Y si yo lo quisiera hacer tengo absoluta libertad de hacerlo, con lo que no estoy de acuerdo es que esa sea la médula para que tengas éxito. Y al mismo tiempo no me quiero limitar. Tampoco me interesa llevar una bandera de nada. Tengo muy claros mis valores y las cosas en las que creo.
Imagen cortesía Pin Point
¿La figura de Strindberg como autor y como ser humano, fue importante para ti, para contextualizar al personaje? Tomando en cuenta que fue un hombre aquejado por la esquizofrenia, que creyó que era perseguido por grupos feministas, idea que lo que lo llevó a cierta misoginia. Y que, al mismo tiempo, nos dio personajes como el de Julia que contiene todas las contradicciones de lo que se debe ser y lo que se quiere ser.
Creo que esa es la particularidad, a veces, de la misoginia, que es muy delicada. Creo que toda violencia que se ejerce hacia afuera se ejerce también hacia adentro. Cada macho es violento hacia afuera, pero es violento consigo mismo. Creo que eso es lo que le pasaba a Strindberg. Él antes de escribir La señorita Julia escribió un manifiesto sobre la liberación de la mujer en el matrimonio (Casados I) y era un texto súper feminista y las feministas lo amaron. Luego escribió el porqué sí del matrimonio (Casados II) y las feministas lo odiaron. Luego escribe La señorita Julia y se pone en la postura de decir ‘mi obra es darwiniana’, lo que plantea es que el más fuerte sobrevive. Él mismo decía, ‘yo soy la señorita Julia’, el personaje con el que él se identificaba era con ése.
Con lo que estamos lidiando es con un ser de una sensibilidad inmensa. Una vulnerabilidad profunda en la vida y una capacidad enorme de adaptarse al patriarcado de su época. Lo cual lo convierte en un esquizofrénico, en una persona con delirio de persecución, en un bipolar. Sufría mucho precisamente por estar peleándose con aspectos suyos que la sociedad le decían que estaba mal. Si él hubiera vivido tal vez en esta época y hubiera tenido un entendimiento más grande de esas tesituras a lo mejor no hubiera pasado por lo que pasó.
Señorita Julia, del 11 de julio al 27 de septiembre de 2018. Teatro Milán.