Por Huemanzin Rodríguez
Si tres cuartas partes del planeta están compuestas por agua, ¿cómo podemos saber cuál es el estado actual de los océanos? La Fundación Heinrich Böll publica con regularidad un reporte, resultado de la investigación generada por la Universidad de Kiel que tiene un programa que se dedica exclusivamente a elaborar el Atlas de los océanos que en su informe de 2017, arroja resultados no sólo malos, sino alarmantes. Dawid Bartelt, director de la Fundación Heinrich Böll para México, Centroamérica y el Caribe; considera que el principal problema del presente y de generaciones futuras es el plástico.
“El problema es que los procesos son paulatinos y casi invisibles. Los microplásticos, esas esferas pequeñísimas que están en los productos de belleza y en la pasta de dientes, llegan a los mares por los drenajes y lo comen los peces. Si ese impacto lo combinas con el de los plásticos flotantes que han creado al menos cinco grandes islas documentadas en los océanos del planeta, la situación es alarmante. Es desagradable que nosotros los ambientalistas seamos siempre los que dan las peores noticias pero no podemos maquillar la realidad. Parte del plástico flotante en los océanos se descompone lentamente y en porciones van al fondo marino donde se deshacen en pequeñas partículas que comen los peces, y que al ser pescados y comidos entran incluso en el cuerpo humano. Todo ocurre de forma imperceptible. Es un problema de salud y un problema ambiental de primer grado.”
Al escuchar lo que Bartlet dice sobre el plástico, me hace recordar un informe que se dio a conocer en Suecia en 2017, y que conocí de primera mano. Tras investigaciones por equipos científicos de una ONG reconocida, se hizo una solicitud a la industrial textil de ese país para no usar telas sintéticas, pues lo que para nosotros es el uso cotidiano de ropa creada con esas fibras, a nivel microscópico hay un desgaste por la fricción con la piel y esas partes sintéticas entran al cuerpo por los poros. Si el tema del plástico no fuera ya suficiente, está el de la producción de alimento que hasta ahora, ha sido no sembrar y tomar lo que hay, pues pese a que la acuicultura ha crecido desde 2014 (uno de cada dos pescados consumidos en el mundo fue producido en granja) los problemas sociales y ecológicos que generan los criaderos aún son inmensos, pues no cuentan con ciclos de nutrientes cerrados, es decir, una acuicultura integral orgánica.
El atlas nos dice que los océanos están estresados y las especies marinas sobre explotadas, que se requieren de políticas urgentes que delimiten a la pesca industrial, para que el mar sane y se recupere. El problema es que no hay leyes internacionales que protejan los mares comunes. Existe una convención de la ONU, sobre los derechos al agua, ella regula qué partes de los océanos son parte de los estados nacionales, aunque la mayor parte son territorios libres, de nadie y de todos.
Dice Bartelt: “Lo que tenemos ahora es una falta de reglamento jurídico adecuado a la dimensión de los problemas. Por ejemplo, en el caso de México, país que posee 11 mil kilómetros de costa, el gobierno tiene que adecuar su legislación nacional sobre los territorios que le pertenecen. Son 12 millas náuticas desde la costa que son totalmente mexicanas, después la legislación internacional considera otras 200 millas náuticas donde el Estado Mexicano tiene derechos como la pesca industrial e incluso la explotación de la minería en aguas profundas. Pero ¿quién cuida eso?, ¿y quién cuida lo que está más allá? Ahí falta una legislación más dura y específica que regule la pesca ilegal que se hace mucho en el alto mar. Y que amenaza a las especies.” Esa pesca ha sobre explotado tanto a las especies que todas esas bellas estampas paradisíacas del turismo de playa podrían convertirse en un mito del pasado.
“En los pueblos, en las costas, siempre hay restaurantes con pescado y mariscos. Pero el pescado y el marisco que comes ahí ya no viene de la costa, viene importado de muy lejos, proviene de esa pesca industrializada de alto mar que amenaza a esos pequeños pescadores que en Alemania ya no hay pero en México, América Latina, Asia y África sí.”
El Atlas de los océanos 2017 nos dice que no hay país que escape de las consecuencias de los sistemas de producción actual. Las consecuencias golpean por igual a países desarrollados como en vías de desarrollo, pero es en las regiones más pobres donde los impactos son peores.
“Los problemas que encontramos en este atlas, con muchas imágenes, estadísticas, infografías y datos, son globales. Un problema se encuentra más acentuado en una parte y en otra pero no hay ningún océano, ni ningún país que esté menos afectado por ese problema.”
A la explotación minera y petrolera en aguas profundas se suma algo que no sospechamos, cada acto que hacemos en tierra por mínimo que sea, impacta en el mar, como la acidificación de los mares por el uso absurdo de fertilizantes. Eso ha generado cada verano, tan sólo en el Golfo de México, una zona inerte de 20 mil kilómetros cuadrados.
“Lo que hacemos en la tierra, aunque sea lejos de la costa, puede y afecta a los mares. La creación de ganado en gran escala a través de la agroindustria es algo que incluso afecta a México, porque eso que se hace en Estados Unidos, esa gran área de producción en el Midwest de cereales y de ganado, de puercos principalmente. Eso es tan masivo que afecta fuertemente al Golfo de México. Ya hay áreas prácticamente muertas debido a los fertilizantes que llegan a través de los ríos al mar.”