Por Huemanzin Rodríguez
En 2006 apareció la película alemana La vida de los otros (Das Leben der Anderen, del director Florian Henckel von Donnersmarck) que cosechó varios premios en todo el mundo, incluido el Óscar a Mejor Película. Entre los personajes secundarios está el del actor Charly Hübner quien se ha convertido en uno de los más exitosos en los últimos años en Alemania. Él viene del teatro y de ahí pasó al cine y luego a la televisión. En la 17 Semana de Cine Alemán hay cuatro películas en las que participa, tres ficciones como actor, una de ellas un largometraje para niños, y un documental que es su ópera prima como director. Es, además, uno de los invitados especiales de este ciclo de proyecciones. Alto, 1.92m, cabello lacio y bigote, tiene 45 años y un gran sentido del humor. Nos encontramos en la Cineteca Nacional en una noche de lluvia tremenda.
¿Por qué decidiste ser actor?
Después de la reunificación de Alemania, yo quería ser deportista pero por razones de salud no pude serlo y durante un año le estuve buscando sentido a mi vida. Era el verano del noventa y me fui a Turquía, ahí uno de mis dos grandes amigos provocó que fuera por primera vez al teatro y lo que vi fue muy inspirador. En el escenario estaba mi amigo interpretando a Hamlet, yo lo vi desde muy arriba, desde el anfiteatro y me pareció genial, ahí me dije: -¡Eso quiero hacer yo!
Y creo que tiene que ver que con la reunificación tras la caída del muro, pues soy de esa generación que tuvo la pérdida de la idea del Heimat (1), y la actuación me permitió buscar y jugar con diferentes identidades y explorarme a mí mismo. Todavía no sé quién realmente soy.
Tú vienes del teatro. La realidad teatral en Alemania es muy diferente entre cada ciudad, no es lo mismo las casas teatrales de Hannover que las de Berlín, o las del lado suizo-alemán. Tú trabajas en el norte, en Hamburgo.
Así es, yo empecé en Berlín, ciudad donde estudié. Luego me fui a Frankfurt, luego pasé por Zurich, Colonia y finalmente a Hamburgo. He conocido a varios directores y me interesa ver cómo piensan. Hubo un tiempo, como siete años, que no hice nada en el teatro porque no había algo que me interesara. Y ahora en los últimos años he podido trabajar con grandes directores en Hamburgo donde hay un teatro gigante con mil 200 lugares. Eso me satisface, es súper divertido.
Del teatro pasaste al cine y de ahí a la televisión. ¿Cómo actor, cuál es la diferencia que encuentras en cada plataforma?
El teatro es más intelectual. Es un espectáculo intelectual, entretenido que a veces puede ser grotesco o puedes hacer farsas. En el cine la actuación se basa más en las pausas. Donde no hay palabras, es más significativo el silencio y las miradas. En la televisión muchas veces se busca un tono mucho más realista, es más cercano a un documental. Por ejemplo, ahora, en esta entrevista, podría estar más en una situación de película para televisión.
Un famoso actor mexicano de los años cuarenta decía que cuándo la cámara se acerca, retrata más los pensamientos que la actuación.
Estoy de acuerdo con eso. Cuando hice cine por primera vez después del teatro, sentía que actuaba para las personas que están detrás de la cámara, después de un tiempo pude perder esa sensación y me concentré en algo más íntimo, buscar que se te pueda ver el corazón y los sentimientos. De pronto en el cine, cuando con un close up ves en la pantalla proyectada una cabeza de diez metros de altura, no puedes ser tan intenso. Realmente tienes que relajarte y sólo, como dijo Bergman, pensar muy simple. Si logras eso, creo que eso se vuelve muy interesante para el espectador. En la televisión tienes que hacer más cosas porque hay muchos elementos. En el cine, cuando la cámara está cerca de ti, es más como dice el actor mexicano.
Ahora, gracias a las series que haces para la televisión, gozas de cierta fama. ¿eso ha cambiado tu forma de entender tu profesión?
Te das cuenta de que afuera pasan más cosas. En películas infantiles como Bibi y Tina, personajes que son muy famosos en Alemania, te das cuenta que tienes mucha atención de todas las personas y los medios. En cintas como 3 días en Quiberon (Drei tage in Quiberon, de Emily Atef, 2018), sobre un momento de la vida de Romy Schneider, el peligro es que pierdes toda esa atención. En estos casos, pese a que me parece una gran película, parece que la cámara de cine es como tu único confidente. Pero como vivo en Hamburgo, la gente ahí es muy relajada, y estoy contento de que he podido trabajar tanto y tan bien que mi profesión se ha convertido en algo más que eso, en algo bello. Así que con tranquilidad puedo concentrarme en los proyectos que hago.