Panamá, 23 ago (PL) La sequía en Centroamérica afecta hoy la seguridad alimentaria de 2,1 millones de personas, al tiempo que genera pérdidas en 281 mil hectáreas de frijol y maíz en Guatemala, El Salvador y Honduras.
Según una nota de prensa de la oficina regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con sede en esta ciudad, la posible llegada de El Niño a fines de 2018, podría agudizar la precaria seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades rurales vulnerables.
La fuente precisó que los meses de junio y julio registraron precipitaciones inferiores a la media y condiciones más secas que el promedio, lo cual afectó el primer y principal ciclo de cultivos en Centroamérica.
Por consiguiente, los agricultores de subsistencia y sus familias no podrán consumir ni almacenar suficientes alimentos en los próximos meses, advirtió la FAO.
Ante este panorama, el gobierno de Honduras declaró en agosto la emergencia en el Corredor Seco, en donde se estima que el 82 por ciento de los cultivos de maíz y frijol se perdieron, mientras que El Salvador proclamó en julio la alerta roja (la más elevada en peligrosidad), refiere la comunicación.
«Es urgente mejorar la resiliencia climática de los habitantes de Centroamérica, especialmente en zonas como el Corredor Seco. Nos preocupa especialmente el efecto de esta nueva sequía sobre la migración, en un contexto internacional que restringe el movimiento de miles de personas (…)», expresó el representante regional de la FAO, Julio Berdegué.
Por su parte, el director para América y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP), Miguel Barreto, recordó que «cuando las comunidades rurales se recuperaban de la sequía de 2014 y de El Niño de 2015, los más fuertes registrados en la historia reciente, un nuevo evento climático vuelve a golpear a los más vulnerables».
Tras la situación antes mencionada, el WFP, con apoyo de la comunidad internacional, brindó asistencia alimentaria a miles de personas en comunidades vulnerables del Corredor Seco y desarrolló actividades relacionadas con la conservación del suelo y el agua, mejores prácticas agrícolas, capacitación para enfrentar los fenómenos naturales y el fortalecimiento de los sistemas de vigilancia.
La FAO y el WFP trabajan de conjunto con los gobiernos y socios para mitigar los efectos provocados por esta nueva sequía en la población rural, y entre las propuestas sobresale el análisis del impacto de los ciclos agrícolas de 2018 en el precio de los alimentos básicos.
También destacan otras medidas como la adopción de acuerdos que permitan la migración temporal regulada, segura y ordenada de personas originarias de las comunidades rurales más afectadas por la sequía y la movilización de recursos para escalar los sistemas de cosecha y almacenamiento de aguas de lluvias.