Por Perla Velázquez
Esta fue la cuarta vez que Kali Uchis visitó México, aunque la primera en solitario. En 2015 hizo su debut ante el público mexicano que se concentró en el festival Ceremonia; después apareció en Bahidorá con su cabello largo, lacio y güero, pocos comenzaron a hablar de su voz, pero muchos sí lo hicieron de la sensualidad que desbordó en el escenario. Con esta fama llegó el año pasado al Vive Latino.
La marquesina anunció que Kali Uchis se presentaba en El Plaza Condesa, ese lugar que hace casi un año se pensó iba a ser demolido después del 19s. A diferencia de otros shows allí no decía que el evento era sold out, pero poco a poco los revendedores lo dejaron claro: “¿Te sobran? Te compro tu boleto al doble”.
Las caras de la gente que estaba afuera lo decían todo: “¡Cómo no compré mi boleto a tiempo! ¡Están carísimos! ¡Piden 2 mil 500!”. Mientras tanto, a este ambiente le pusieron color las mujeres, que al estilo de la cantante empezaron a llegar: tops, vestidos cortos, zapatillas, labios pintados de rojo; ellas conviven con una parte de la comunidad LGBTTTIQ que ha adoptado a la colombiana como un símbolo y que también desfilaron hacia la entrada.
Kali Uchis sabe quién es. Conoce cada curva de su cuerpo, nos lo demostró al estirarse para agarrar una toalla y limpiar el sudor que le generó estar frente a un público que desde la primera canción –“Dead to Me” – se entregó a ella. El recinto en verdad estaba lleno. Pero a ella se le podía ver desde cualquier parte del lugar sin ningún problema. Quizás esta sea una de las cosas por las cuales nos dolía tanto que se dijera que el lugar iba a desaparecer.
Los músicos que la acompañaron eran solo tres. En ocasiones los sonidos parecían iguales que en Isolation, su primer material discográfico. Aunque también hubo arreglos diferentes y el primero que se escuchó fue en “Nuestro planeta”, la base de reggaetón que acompañó a la voz se escuchaba un poco distinta, pero la gente supo que era momento de bailar. Desde atrás se veía cómo una ola de ritmo arrasó con los cuerpos, los sacudió y sacó los mejores pasos de baile de los invitados de Kali Uchis, quien decidió en qué momento pausar su voz para dejar que la gente cantara. Después vino un baile, que culminó en gritos comunales al escuchar los acordes de “Tyrant”.
Al principio la cantante –que radica en Miami, Estados Unidos– le habló a una sola persona y contó las historias de amor que la inspiraron para escribir sus canciones. Se veía gozosa en su presentación, el público, mientras tanto, se dejó consentir al ritmo de “Rush”, “Flight 22”, “Feel Like a Fool”, “Killer”, “Know What I Want”.
Pero el talento de Kali Uchis, sin duda alguna, es su voz que llevó al extremo y la manera en que consiguió interpretar con distintas tonalidades. Se dio la libertad de jugar con los sonidos, cantó “Gotta Get Up”, una canción que parecía ser música de fondo y, de repente, la batería sonó distinto y fuerte, ella brincó, pero nadie reconoció qué canción era. Lo que vino fue una ráfaga de gritos por los arreglos a “In My Dreams”, un serial que pareció perfecto porque los ánimos se encendieron con “After The Storm” y “Ridin’ Round”.
Hacia el final, Kali Uchis entendió que hubo una comunión entre sus asistentes y ella. Olvidó que sólo le cantaba a una persona y convirtió el singular en plural. Antes de irse, agradeció a la gente y a sus músicos. Pero el ambiente que se generó en poco más de una hora hizo que ella se quedara sola en el escenario, sentada con luces azules iluminándola. Llegó la última canción y ella decidió que “Tomorrow” cerraría su primera presentación en México. Su voz sonó limpia, sin efectos, gruesa y dulce a la vez. La mirada de todos estaba en el centro del escenario y el barullo, que poco a poco inundó el recinto, se calmó. Kali Uchis agradeció y se fue. No había más que tocar, su repertorio aún es pequeño, pues no hay que olvidar que esta gira fue para promocionar su primer disco Isolation.