Damasco, 25 ago (PL) En las últimas horas de hoy, tanto desde Damasco como de Moscú , se insiste en el peligro de un notable incremento de las amenazas estadounidenses de atacar a Siria si son utilizadas armas químicas.
A partir sobre todo de las agresivas declaraciones de John Bolton, asesor de seguridad del presidente Donald Trump y el respaldo desde Londres y París, los intentos de intimidación contra esta nación del Levante subieron de nivel.
Hace apenas 72 horas Estados Unidos desplegó en áreas del golfo Pérsico el destructor Sullivan con 56 cohetes crucero a bordo y un bombardero estratégico B-1B Lancer cargado de 24 misiles similares pero del tipo aire-superficie AGM-158 JASSM.
Todo conforma un panorama de actitudes insensatas y que facilitan las declaraciones de cabecillas de grupos terroristas como el otrora Frente Al Nusra y el Estado Islámico, Daesh en árabe, para no negociar ningún pacto o acuerdo de reconciliación.
La esencia del asunto es escenificar en Idleb- la única capital provincial en Siria aún controlada por los extremistas- un ataque químico de las Fuerzas Armadas de Damasco, tal y como han hecho sin ninguna demostración práctica y real desde el año 2013.
Lo que ocurre viola soluciones y hechos anteriores, entre ellas la de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), de Naciones Unidas, la cual certificó en enero de 2016 la total destrucción de ese tipo de armamento por parte del Gobierno sirio.
Esta nueva provocación, alentada y organizada- tal vez con más detalles que en anteriores ocasiones- es el resultado de la siempre «activa» cooperación entre los servicios de inteligencia estadounidenses, británicos y franceses, según reiteran las denuncias al respecto.
Las llamadas «líneas rojas», consistentes en un cierto límite a la actuación militar en la arena internacional, se diluyen entre las insensatez y el espanto y sobre la base de destruir a todo costo la evidente recuperación de Siria en medio de casi ocho años de guerra terrorista impuesta.