Por Huemanzin Rodríguez
Temprano llegó la gente a la Plaza Mexiamora, muy cerca del Teatro Principal, este es uno de los lugares en donde nació la simiente del Cervantino. Raquel Araujo lo sabe, ella es directora de teatro y desde hace cinco años se involucró en la propuesta de Jorge Volpi, entonces director del Festival Cervantino, de volver a los orígenes del trabajo de Enrique Ruelas, quien hace más de cincuenta años montó obras de teatro en plazas públicas, con escenarios naturales y actuadas por la gente que vivía ahí. Aquí, donde ahora están niños y niñas del municipio de Pozo Blanco, el maestro Ruelas escenificó obras de Lope de Rueda.
La misma Raquel Araujo ultima detalles de maquillaje, los rostros de los jóvenes actores están felices pero muy concentrados. Se han tomado en serio la expresión escénica, ésa que no debería serle negada a nadie. El Laboratorio de Teatro Comunitario de Pozo Blanco presentó en 2014, Sueño de una noche de verano; el año pasado Los Quijotes de Pozo Blanco, ahora la obra con la que participan en el Cervantino se llama La Mancaña.
“Viajando juntos, justamente al Cervantino, Diego, que anda por acá, Dieguito dijo: ‘A mí me encantaría saber cómo es que mi familia tiene parientes en Ojo de Agua, y cómo otros vienen de Victoria, ¿Por qué no hacemos el árbol genealógico de Pozo Blanco?’. Y así nacieron las ideas para La Mancaña”, cuenta animada Raquel Araujo, la directora de este teatro comunitario. “Y también nos damos cuenta de la realidad de lo que estamos viviendo. Si alguien tiene duda de la situación del país, tienen que darse una vuelta. Un poco lo que enorgullece a las autoridades es hablar del gran campo industrial que rodea a estas comunidades. Pero también tenemos que preguntarnos qué es lo que pasa, cómo es el impacto en la forma de vida de las personas que están ahí.”
Lourdes Estrada Téllez, es el alma del laboratorio, ya que la gente de la comunidad confía en ella, quien tiene 28 años como educadora en Pozo Blanco, además tomó una capacitación para abrir una Sala de Lectura a donde asisten muchos de los pequeños actores y actrices que participan en la obra. “¿Qué nos gustaría saber de Pozo Blanco?”, cuenta Lourdes que se preguntaron, “con base en eso hicimos el cuestionario y comenzamos las encuestas con los adultos mayores.”
La plaza estaba llena, muy pocos medios de comunicación o reporteros estaban presentes, pero la gente de Guanajuato no se lo perdió y no abandonó sus lugares, algunos en jardineras, en la fuente o en la banqueta. La obra y el trabajo de Raquel Araujo con el Laboratorio de Teatro construye identidad entre sus participantes; ha generado horizontes y ha permitido la idea de objetivos comunes; detona pasiones y habilidades. El teatro y el arte como un camino para ser más libres y dignos. Se sabe al escuchar a los pequeños, cuáles son sus deseos personales y lo que quieren para el futuro de su comunidad. Sin duda, es el trabajo más sólido, a largo plazo, que ha hecho el Festival Cervantino.
Todas las imágenes: © Huemanzin Rodríguez