México, 7 ene (PL) La creación de una inmensa zona franca a lo largo de la frontera de México con Estados Unidos, de unos tres mil 800 kilómetros de longitud, crea expectativas de muy diverso género por la complejidad del tema.
Para el presidente, Andrés Manuel López Obrador, el tema es tan crucial que él personalmente impulsa el proyecto con visitas a los estados que la integrarán.
El decreto que proclama la zona está oficializado desde el 1 de enero, pero su creación todavía no se concreta en cuanto a su estructuración, funcionamiento y operatividad.
La parte que corresponde a su amparo legal y las disposiciones de aplicación de decisiones administrativas como la rebaja de los impuestos al Valor agregado (IVA) en un 8,0 por ciento, y Sobre la Renta (ISR) que baja al 20 por ciento para el sector empresarial, está vigente desde el primer día del año 2019, pero el resto, que es lo sustantivo, está en sus prolegómenos.
De entrada, no hay una delimitación geográfica del trazado de la zona, sino líneas generales, es decir, será a lo largo de los tres mil 800 kilómetros fronterizos con una profundidad hasta los 25 kilómetros hacia dentro del territorio mexicano, extensión que involucra a 43 municipios de seis estados: Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, y va desde el Pacífico al Golfo.
El proyecto es parte de un plan nacional de lo que el presidente López Obrador denomina «cortinas de desarrollo» y consecuentemente uno de los 25 programas prioritarios del gobierno cuyo propósito es convertir a México en el país de desarrollo económico más dinámico del área latinoamericana.
Las rebajas impositivas y homologación de precios de venta a los del otro lado de la frontera son incentivos para los inversionistas y estímulos para los trabajadores cuyos salarios mínimos son ya el doble que los del resto del país.
Pero lo sustantivo de la Zona Libre de la Frontera Norte, como se le llama, son las inversiones de capital y los trabajos de infraestructura que incluyen desde construcción de nuevas carreteras y reparación de las existentes, almacenes, redes de comunicaciones, despliegue de todo tipo de servicios y no solamente los propios del comercio, hasta instalaciones sanitarias, de abasto, eléctricas, ferroviarias, y muchas más.
No se trata de inversiones mínimas, sino de mucho peso, complejas y de largo aliento pues la idea de López Obrador es convertir la frontera norte mexicana (sur para Estados Unidos) en la mayor zona franca del mundo, incluso superior a la Shanghai en China que, siendo la más extensa y abarcadora de todas, solamente se extiende por 120 kilómetros cuadrados no continuos sino en 11 áreas libres.
En suma, es un plan de titanes que apenas empieza a estructurarse y que requiere, como dijo el propio López Obrador, de un diálogo circular en el que se escuche la voz de todos, probablemente incluso las de aquellos que cuestionan conceptualmente las zonas francas al considerar que no son productoras de crecimiento porque no aportan bienes al Producto Interno Bruto sino al empresario que maquila en busca de abaratar la mano de obra.
El hecho de que se haya proyectado para una vigencia inicial de dos años y se someta a examen dentro de apenas tres meses, pone un poco en entredicho las expectativas creadas para el mediano y largo plazos, que son los tiempos lógicos en procesos de esa naturaleza.
López Obrador ha intentado despejar dudas al indicar que ese período de par de años no es el del gobierno, sino que responde a criterios legales conservadores cuyo sentido es conceder un tiempo prudencial para la maduración del proyecto y conocer en ese lapso si funciona o no.
El mandatario considera que la zona franca triunfará y su vigencia será la de todo el sexenio de su administración.
Pero quiérase o no, hay cuestionamientos cuya resolución están pendientes. Por ejemplo, ¿en qué medida la insistencia del presidente Donald Trump de construir un muro a lo largo de toda la frontera beneficiará o perjudicará la zona franca mexicana? ¿En qué medida el comercio transfronterizo será o está siendo afectado ya por el proteccionismo que adopta y continuará aplicando Trump?
Si el presidente Trump busca incentivar a las empresas norteamericanas que maquilan sus productos en territorio mexicano, con mano de obra mexicana para que repatrien sus industrias, ¿los empresarios estadounidenses se sentirán lo suficientemente estimulados para desafiar a su gobierno e instalar o reinstalar sus industrias y servicios en las zonas francas de México? Realmente aún no se conocen los detalles de cómo se aplicará la zona franca en la frontera norte, si el fuerte no va a ser la maquila sino el comercio común, es decir, si la apertura a las mercancías importadas de Estados Unidos será total o solo parcial y sobre todo, en qué productos aplicará.
Al menos hay un antecedente. México desde hace años cuenta con zonas francas en los Recintos Fiscalizados Estratégicos y en las siete Zonas Económicas Especiales -en ocho estados-, que se crearon en la administración anterior y las cuales entran en competencia con las enclavadas en estados fronterizos de Estados Unidos situadas en lugares estratégicos como puertos, parques industriales o terminales de almacenamiento.
Algunos especialistas locales consideran que en algún momento habrá que negociar con Estados Unidos más allá de los alcances del nuevo tratado de libre comercio con ese país y Canadá conocido como T-MEC bajo qué condiciones y modalidades entrarán a ese país las mercancías procedentes de la zona franca de México, si para ser comercializadas, reelaboradas, almacenadas o para su exposición y venta.