Ganadora del Premio Nacional de la Juventud 2018, esta escritora no sólo valora la tradición oral de su comunidad, también busca escribir en tu’un savi, lengua de la que es heredera, para preservarla
Por N22/Perla Velázquez
Nadia López es de esas mujeres que no necesitan más que el brillo de su sonrisa y de sus ojos para deslumbrar. Actualmente vive en la capital del país, pero es originaria de la comunidad de Caballo Rucio, Oaxaca, que se encuentra localizada en la mixteca alta del estado. “Ahí solo crecí los primeros meses de mi vida, porque mi infancia se desarrolló en San Quintín, Baja California, rodeada de campos de fresa, de tomate, de mora”, dice.
La migración desde pequeña fue un fenómeno normal para ella; la infancia de una niña que quería quedarse en un solo lugar, pero que dependiendo el cultivo es que migraba con sus padres para establecerse económicamente. Aunque regresó más grande a la mixteca, a la Sierra Sur, no se quedó en una comunidad: “allí se pizca mucho la jamaica, así que recorrí los campos de Oaxaca.
“Cuando entendí el trabajo de mis papás la escritura se volvió un lugar al que podía pertenecer, no importaba en donde estaba físicamente, geográficamente, la escritura permanecía, porque un tiempo estábamos en San Quintín, otro en una comunidad y así nos íbamos rotando. No tuve un lugar físico para permanecer y la escritura me dio esa posibilidad de tener algo en lo cual estar anclada, aunque yo anduviera de aquí para allá”.
Aprender a hablar Tu’un Savi
En 2018, el Instituto Cervantes dijo que el español es una lengua viva, pues sus cifras arrojan más de 480 millones de personas que tienen a ésta como idioma materno. México es el país hispanohablante que más población tiene, le sigue Colombia, España, Argentina y Perú.
“Mis primeros recuerdos de la infancia son en español”, dice Nadia y afirma que esto no debería de ser extraño, “porque vivimos en un país en el que la lengua franca es el español”. A pesar de que el país es una nación multilingüe, pues cuenta con 68 lenguas originarias, de las cuales se derivan 364 variantes lingüísticas, que están diversificadas por región. “Son variables para escucharnos, hablarnos y soñarnos”.
—¿Cómo fue que aprendiste a hablar Tu’un Savi?
—Como a los seis años, un poquito antes, empecé a tener mucha conciencia de las lenguas originarias, sobre todo porque compartía mi tiempo en la primaria con muchos niños que venían de otras regiones que hablaban mephá, náhuatl o mixe. Sin embargo, ignoraba que en mi propia casa se hablara una lengua originaria, la lengua tu’un savi. Fue porque mi mamá viene de una historia muy fuerte de discriminación, de violencia, de racismo, a tal grado que ella decidió ocultar o sepultar esta lengua. Nosotros nunca estuvimos enterados de ello.
De vez en cuando, me acuerdo de que la escuchaba hablar con paisanos de la mixteca y yo le decía «estabas hablando algo, ¿qué era?», ella siempre me decía que no era nada, que había escuchado mal. Hasta que un día le dije «yo te he escuchado que hablas otra lengua que es distinta, que suena muy melodiosa y distinta al español». Entonces, me explicó que era la lengua mixteca y que no tuviera interés en ella, porque no quería que nosotros la habláramos.
Cuando a un adolescente se le dice que no lo haga, parece que es retarlo para que vaya y lo realice. Así pasó con Nadia López, quien cuando regresó a su comunidad le pidió a sus tías y abuelas que le enseñaran a hablar su lengua. “Ahí fue cuando aprendí que hablar una lengua originaria en México es un acto de resistencia, totalmente ir en contra del gran pensamiento occidental que nos permea, que es que las lenguas originarias no tienen validez.”
Después de hablar el mixteco, Nadia comenzó a escribir, a enunciar todo lo que veía a su alrededor, a analizar la condición de ser mujer con sus tías, primas, abuelas y su mamá. Estas líneas fueron escritas en español, pero no tardó en dar la vuelta y decidir contar las historias en tu’un savi, porque creyó que es necesario que exista una memoria escrita además de compartirla, difundirla y sacarla del estatus comunitario, “en nuestros pueblos hablamos nuestras lenguas y no es necesario decir ‘yo hablo la lengua’ o ‘yo soy indígena’, porque eso no existe, eso es aquí en la ciudad, en donde lo urbano permea más las identidades.”
—¿Crees que las lenguas originarias han comenzado a desaparecer por el racismo que existe en las grandes ciudades?
—La discriminación está en todos lados, pero aquí en la ciudad hay casos más fuertes, porque es cuando te enfrentas al otro y ves la diferencia. Por eso empecé a escribir y hablar mi lengua, porque es muy válido soñar en otra lengua, amar en otra lengua, porque eso es lo que le da diversidad. Por eso, empecé a escribir, para mostrar que tanto hay literatura en español, en francés y en inglés, pero también hay en mixteco, en mixe, en náhuatl y todos tienen diferentes cánones, pero la misma valía.
—¿Cómo fue la experiencia de venirte a la Ciudad de México y cómo la conjuntas con la escritura en tu lengua originaria?
—Mi escritura inicia por un acercamiento de no sentirme sola, ni lejos, porque me vine a estudiar la universidad. Entonces me sentía muy sola y cuando escribía me leía a mí misma y escuchaba mi lengua. También me di cuenta que mucha gente hablaba la lengua, pero no se atrevía a hacerlo en público o no se atrevía a escribir y publicar, sobre todo por esta vergüenza de que van a decir que soy de un pueblo originario.
Un mundo, una lengua
“Toda lengua en el mundo es una forma de ser, estar y decirse en ese mismo mundo. En el caso de las lenguas originarias muchas tienen el simbolismo propio de la fundación de esa lengua y ese pueblo”, dice la poeta que cuando habla de su comunidad, sus ojos se cristalizan y su mirada parece estar viajando hacia ese espacio para poder explicar qué carga la lengua del pueblo Ñu Savi.
La comunidad Ñu Savi es un pueblo de la lluvia, porque “creemos desde el mito fundacional que venimos de una piedra que se abrió, de un árbol que salió y que ahí nacimos, todo esto fue a través del agua de la lluvia”. Esta cosmovisión es la que arropa a la lengua Tu’un Savi. Así son las lenguas originarias, cada palabra tiene una razón de ser y una interpretación del mundo.
—Por ejemplo, en español todos decimos: árbol de manzana, árbol de mango, árbol de lo que sea. En cambio, en lengua originaria nosotros decimos: árbol naranja, árbol mango, sin decir “DE”, porque creemos que tanto la naranja va a ser árbol y el árbol fue naranja en algún momento. Entonces tenemos otra interpretación y ninguna está por arriba del otro, todas forman parte de esto que nos hace ser. En cambio, el español sí tiene una cuestión de crear dependencia, uno tiene un nivel más alto que otro. Lo cual no pasa en nuestras lenguas.
—¿Qué tan complejas son las lenguas originarias?
—Son lenguas que tienen una complejidad y una gramática muy ricas, que muchas veces se han demeritado, porque dicen, no tienen escritura. Yo digo que no la tienen porque por años se nos negó hablar las lenguas, se nos negó pensar en ellas, se dijo que no eran válidas. Por eso tenemos una producción literaria muy pequeña, pero que va creciendo. Ahí veo el contraste con la tradición oral, en donde somos riquísimos, tenemos un montón de historias y sobre todo los grandes libros son los abuelos.
Nduchi nuu fue la primera palabra que Nadia aprendió en mixteco. El significado fue lo que le impactó: “si tú descompones la palabra nduchi es frijol y nuu es cara. Entonces los ojos son frijol cara. Desde ahí me di cuenta que la lengua mixteca tiene poesía”.
La cosmovisión de las lenguas originarias se entiende con palabras como esta. Cuando Nadia piensa en mixteco, dice, que en español hay cosas que no puede llegar a traducir, porque “siento que es un mundo más individualizado (el español), un mundo en el que realmente está más la rapidez de palabra y pensamiento. En cambio, en tu’un savi siento que cuando decimos algo lo explicamos poco”.
—Has mencionado que la lengua mixteca tiene poética por sí misma, ¿cómo hacer poesía desde esta condición?
—El mixteco es una lengua muy preciosa, pero también muy compleja. Tiene cuatro tonos: es nasal, tonal y glotal. Entonces, a veces por un tono que digas arriba es una palabra totalmente distinta a un tono abajo o medio. Casi todas las palabras terminan en vocal, lo cual hace imposible que haya una rima y en español la poesía tradicional siempre busca eso. En el mixteco no pasa, pero tiene su propia musicalidad. Realmente la lengua es poética en sí.
Cuando escribo en lengua Mixteca me doy cuenta de la gran riqueza que existe. Sobre todo porque es una lengua que desde la palabra ya está implícita la imagen, lo que decía de los ojos, por ejemplo, el frijol de la cara es el ojo. Entonces, ya está la imagen y cuando escribes ya no debes de buscarla.
—Las temáticas también han sido un punto importante en tu escritura, empezaste con la mujer, plasmaste la migración, ¿tu contexto siempre ha sido el que te dicta qué escribir?
—Los temas que empecé a abordar desde que comencé fueron en primer lugar el de la mujer. Vengo de una comunidad en donde la mujer no tiene un papel visible, en la que por mucho tiempo no se ha hablado del cuerpo, del erotismo o de los deseos. También, vengo de una familia en la que los hombres migraron, muchos fallecieron y es una casa de mujeres.
Por ello, la migración es otro de mis temas, desde pequeña ésta ha sido mi constante. Incluso aquí en la Ciudad de México. Ahora otro tema que pienso abordar es sobre todo la memoria de la infancia, porque creo que es una etapa primordial.
El hablar de Nadia es constante. Una tras otra idea. Va hilando un discurso que se encamina a recordar lo que ha vivido, lo que quiere hacer y lo que está haciendo. Es aquí, cuando piensa en tratar con infantes, que recuerda cómo se adentró en la literatura: “empecé a leer porque me castigaban, hablaba muchísimo y mis maestros me dejaban en el recreo a leer. Así que por eso, creo que necesitamos atender muchísimo a las infancias, porque no tenemos una, sino muchas.”
Preservar la lengua desde la escritura
En 2017 un galardón sorprendió a la escritora: Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Cenzontle por su libro Ñu’ú Vixo (Tierra Mojada). Después otro golpe la sucumbió: el Premio Nacional de la Juventud 2018 que recibió de manos del ex presidente Enrique Peña Nieto. Ambas preseas tienen un hilo conductor: escribir en tu’un savi para preservar la lengua.
“La mayoría de nuestras lenguas originarias vienen de la oralidad, somos pueblos orales que nos han contado cómo nacimos, cómo crecimos, pero a través de la palabra. Me acuerdo de las primeras historias que me contaba mi bisabuela, que son los primeros libros de cómo se fundó en Ñuu Savi, mi comunidad. Entonces, me di cuenta que esa oralidad si los adultos mueren se va a perder, porque las generaciones actuales no quieren recordar de dónde vienen, no quieren que se les llame mixtecos, porque han crecido en un entorno en donde si dices «Soy indígena» te va a poner en un espacio en el que quizás haya discriminación.”
—¿Cuál es la importancia de escribir en estas lenguas?
—La lengua mixteca a penas está escribiendo su historia en la literatura y en la escritura. La importancia es que se deje constancia de su presencia en el mundo y que haya una continuidad. Por eso le apuesto mucho a la literatura, porque si escribes en mixteco los hablantes de la lengua que la pueden leer y escribir van a saber que estamos en el mismo canal y sobre todo creo que se va a romper un mito, ese que dice que los libros y la literatura solo están en las grandes lenguas y no en las originarias.
—¿Cuándo tú regresaste a tu comunidad cómo te recibieron?
—Con mole (risas). Pero, además, cuando tú llegas a tu comunidad y les enseñas el libro en la lengua mixteca, la gente se emociona y dicen «¿a poco se puede sí se puede escribir?» y ¡claro que se puede! Se puede publicar, se puede compartir y también el pensamiento de la gente cambia, porque dicen «lo que yo hablo, lo que por mucho tiempo me dijeron que no era válido está en un libro y eso quiere decir que tiene validez.
Nadia López García tiene un brillo en los ojos en donde deja ver sus ilusiones. No lo esconde, está orgullosa de ello y camina sin ver de dónde provienes; no juzga, al contrario, busca hablar y compartir. Las palabras complementan esa luminosidad que se desprende de ella. Su pensamiento ha quedado plasmado en distintos proyectos: rap, poesía, ensayo, narrativa, pero su mayor logro ha sido llevar a sus comunidad este orgullo y transmitirles que cualquier persona puede escribir.