Londres, 28 ene (Prensa Latina) El Reino Unido para abandonar la Unión Europea (UE) el viernes próximo, en medio de especulaciones y preocupaciones sobre cuál será el futuro del país tras la ruptura de un matrimonio de 47 años.
De un lado, resalta el optimismo del primer ministro conservador Boris Johnson, quien asegura que una vez fuera del bloque, a los británicos les espera un futuro radiante.
«El viernes marca un momento importante en la historia del Reino Unido.
No importa cómo hayas votado en 2016, es hora de mirar adelante con confianza hacia el país global y pionero que seremos en la próxima década», exhortó Johnson en un mensaje divulgado el domingo pasado.
Pero consciente de las fisuras provocadas por el plebiscito en el que el 51,2 por ciento de los electores votó a favor del Brexit, el Primer Ministro instó también a los británicos a dejar atrás las divisiones y las discusiones que matizaron la vida política doméstica durante los últimos tres años y medio.
La confianza de Johnson, quien en julio pasado relevó a la dimitente Theresa May al frente del gobierno, y luego legitimó su liderazgo en las elecciones generales de 12 de diciembre con un triunfo arrollador del Partido Conservador, no es compartida por todos sus conciudadanos.
Para el parlamentario laborista David Lammy, por ejemplo, el Brexit será un error histórico que convertirá al Reino Unido en una nación más pobre, menos segura y con menor influencia en la arena internacional.
Las generaciones más jóvenes perderán sus derechos a vivir, estudiar y trabajar libremente en Europa, alertó el político de ascendencia guyanesa en su cuenta de Twitter, donde llamó a los defensores de la permanencia del país dentro de la UE a no abandonar la lucha por esos valores, a pesar de haber perdido esta batalla.
El Brexit también mantiene en ascuas al sector empresarial británico, porque todavía se desconocen las bases sobre las que el Reino Unido y la alianza europea erigirán su futura relación comercial una vez consumado el divorcio.
Según los términos fijados en el tratado de retirada firmado por Johnson con sus pares de la UE en octubre pasado, ambas partes tendrán que negociar durante los 11 meses que median entre el 1 de febrero y el 31 de diciembre un nuevo acuerdo de libre comercio.
Pero nada está claro aún, y aunque Johnson se inclina por un pacto al estilo del que tiene Bruselas con Canadá, parece olvidar ese acuerdo demoró varios años en lograrse.
De su lado, los europeos creen que las cosas no serán tan fáciles, a juzgar por las declaraciones que hizo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante un viaje a Londres a principios de enero.
Tras advertir las conversaciones serán duras, la funcionaria adelantó que la principal dificultad será el poco tiempo disponible para negociar, y que Johnson se muestra reacio a extender. Von der Leyen también considera que Londres tendrá que tomar prioridades, pues no podrá tener un acceso de primera categoría al mercado europeo sin antes haber llegado a un acuerdo con el bloque sobre medioambiente, empleo, fiscalización y ayuda estatal, entre otros temas.
lgunos analistas alegan que la UE intentará «hacer sufrir» a su antiguo aliado en la mesa de negociaciones, y la conjetura parece cobrar fuerza con las declaraciones emitidas la víspera por el primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, durante una entrevista con la BBC.
De acuerdo con el gobernante irlandés, el bloque tendrá la sartén por el mango durante las negociaciones post-Brexit, pues serán 27 países contra uno, y un mercado de 450 millones de personas contra los 66 millones que hay en el británico.
Aunque se comprometió a trabajar noche y día para lograr el acuerdo comercial, Varadkar también puso en duda que el documento se pueda firmar antes del 31 de diciembre de este año.
El primer ministro irlandés también recordó que en tratado de retirada firmado por Johnson está reflejado «en blanco y negro» que Londres tendrá que instalar algunos controles aduanales para las mercancías que vayan desde Gran Bretaña hacia Irlanda del Norte, un tema del que el gobernante británico prefiere no hablar mucho para no buscarse problemas con los norirlandeses.
El documento establece además que el Reino Unido tendrá que pagar a la UE alrededor de 30 mil millones de libras esterlinas por concepto de obligaciones, y garantizar los derechos de los casi tres millones de ciudadanos europeos residentes en el país, mientras que el bloque hará lo mismo con los 1,2 millones británicos que viven en su territorio.
La clásica «tapa al pomo» la puso ayer el jefe negociador del Brexit por la parte europea, Michel Barnier, al advertir que de no llegarse a un acuerdo comercial en los 11 meses venideros, Londres y Bruselas corren el riesgo de una ruptura brutal.
Por lo pronto, tanta incertidumbre no parece hacer mella en el gobierno conservador británico, que se apresta a celebrar el Brexit el 31 de enero con un espectáculo de luces, mucha fanfarria y un discurso de Johnson al filo de la medianoche que promete estar cargado de promesas.