Pese a la tranquilidad que campea en varios puntos de la Ciudad de México, hay lugares de la urbe que se niegan al silencio impuesto por el COVID-19: el mercado de pescados y mariscos La Nueva Viga es uno de ellos.
En el centro de abasto popular, enclavado en la alcaldía Izt99apalapa, el ritmo no se detiene, no puede parar, como si el tiempo límite, de suyo en los productos del mar, pesara aún más sobre los fenicios, que desde las cuatro de la mañana abarrotan pasillos y locales del inmueble, para ofrecer sus productos al mejor postor, tratan de completar el día, de sacar el gasto; en tiempos normales, la Semana Santa sería “su Navidad”, pero en tiempos de coronavirus nada es normal, excepto por el tráfico, ese nunca cambia.
“Todo el año esperamos estas fechas para la venta de los mariscos”, comparte a Luis, trabajador en un local de caldos de gallina en la calle Aztecas, adyacente a la Nueva Viga.
En años anteriores -comparte- en estos días instalábamos puestos sobre la calle, pero con la contingencia y las medidas de distanciamiento social para evitar la propagación del coronavirus, ahora la calle luce vacía, a medias.
Antes, en estos días “mayores”, la calle rebosaba de olores, sabores y colores: pescadillas, empanadas de camarón, banderillas, filetes de pescado y su correspondiente “cheve” para el calor eran la tónica, ahora, nomás las ofertas del día, el caldito de gallina para la resaca.
A la entrada de La Viga, una manta, abarrotada de letras donde se establecen las medias sanitarias para contener la propagación del virus, pero nadie le presta atención, ni el viento la agita.
Así como los cuidados sanitarios en el paradero de la estación Aculco, de donde salen los microbuses para La Viga; abarrotados de gente que va a trabajar o comprar en el lugar.
“Nosotros nos esperamos a estas fechas de Semana Santa para vender más, pero en esta ocasión no fue así, en el local del Tío, dos trabajadores fueron despedidos por las bajas ventas e incluso, nosotros tomamos todas las medidas sanitarias para evitar ser sancionados”, comparte Luis.
En el interior, un comerciante de pescado de nombre Armando, dijo que en esta temporada se vende más el pescado curvina procedente del Mar de Cortés, en el municipio de San Carlos, Sonora.
“Si no fuera por este pescado de curvina, los precios de la sierra podrían aumentar hasta en 200 pesos, pero este pescado de curvina es más barato y se consume más, incluso nuestras ventas han bajado más por el COVID-19”.
La mayor parte de los marchantes van con las manos vacías, pocos con cubrebocas, algunos llevan poquito pescado o camarón, nomás para cumplir con la tradición; La Nueva Viga está abarrotada de gente, pero muchos van con prisa, “el miedo no anda en burro”, le dice un vendedor a otro, pero ninguno ríe.