Washington, 14 abr (Prensa Latina) Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reclama hoy el liderazgo en el enfrentamiento a la pandemia de la Covid-19, algunos gobernadores le recuerdan que él está lejos de ser un rey.
«No tenemos un rey Trump», advirtió el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, al recordar que la Constitución dio poderes a los estados para decidir cuándo «reabrir» el país, un tema sujeto a polémica cuando a nivel nacional se reportan más de medio millón de contagios y casi 23 mil 700 muertes por la pandemia.
Cuomo declaró a la CNN que existe «una Décima Enmienda (de la Constitución) que dice que las responsabilidades de los estados son de los estados, así que el presidente ni siquiera debiera pensar en llegar hasta allí».
«Si me ordena que ‘reabra’ de manera que ponga en peligro la gente de mi estado no lo haré», enfatizó al agregar que el asunto debería entonces llegar a las cortes.
Por un tiempo Trump dejó claro que los gobernadores eran los principales responsables de la lucha contra la pandemia y casi los mandó a arreglárselas como pudieran para lo cual manifestó su apego al federalismo y a la carta magna.
Pero el lunes, el mandatario dio un giro y afirmó que solo él estaba realmente a cargo de la situación y que, por lo tanto, es el único que tomará la decisión sobre cuándo y cómo reabrir el país.
La revocación del presidente planteó profundas cuestiones constitucionales sobre el alcance real de sus poderes y lo puso una vez más en un curso de colisión potencial con los estados, publicó el diario The New York Times.
Durante semanas, intentó culpar a los gobernadores por cualquier falla en el manejo del virus, presentándose como un simple «jugador de apoyo». Ahora, cuando la marea podría empezar a cambiar, Trump está reclamando el papel principal, indica el Times.
«El presidente de los Estados Unidos tiene la última palabra», dijo la víspera en su sesión informativa de la tarde. «No pueden hacer nada (los gobernadores) sin la aprobación del presidente de Estados Unidos».
Pero al preguntarle qué disposiciones de la Constitución le daban el poder de anular si los estados querían permanecer cerrados, añadió: «numerosas disposiciones», sin nombrar ninguna.
«Cuando alguien es el presidente de Estados Unidos, la autoridad es total», enfatizó.
El cisma amenaza con generar una confusión generalizada si el presidente y los gobernadores terminan enfrentados sobre cómo y cuándo comenzar a retomar alguna apariencia de vida normal en el país una vez que el riesgo del virus comience a desvanecerse lo suficiente.
Las órdenes contradictorias de Washington y las capitales de los estados dejarían a las empresas y a los trabajadores en la insostenible posición de tratar de decidir a qué nivel de gobierno escuchar cuando se trata de reabrir puertas y volver a sus puestos de trabajo.
El cambio fue sólo el último de los muchos mensajes contradictorios enviados por Trump durante el curso de la pandemia, pues en varios momentos minimizó la gravedad de la Covid-19, y luego lo llamó la situación «más grave» que la nación ha enfrentado.
En algún momento defendió a China por su manejo del brote original, y la vez atacó a la nación asiática por su gestión a la emergencia sanitaria.
El gobernante republicano también pidió un estricto distanciamiento social para hablar luego de la reapertura para la Pascua el 12 de abril, lo que al final canceló hasta nuevo aviso.
En sus idas y venidas, Trump apuntó el domingo al doctor Anthony Fauci, el principal especialista en enfermedades infecciosas del gobierno federal, provocando una gran preocupación.
Horas después de que Fauci reconociera que una acción previa podría haber salvado vidas, el mandatario retuiteó un mensaje con la etiqueta #FireFauci (despidan a Fauci); sin embargo, la víspera comentó que no echaría al experto y descartó la idea de que alguien pensara que él lo haría.
La tensión con los gobernadores por la reapertura llega en un momento crítico de la crisis, cuando los líderes nacionales y estatales se enfrentan a la doble calamidad de una pandemia mortal y una economía en crisis.
En ese ambiente las partes tratan de calibrar cuándo sería seguro reanudar los negocios y la vida social sin provocar una segunda ola de enfermedad y muerte.
Algunos observadores opinan que Trump está presionado por ejecutivos y banqueros y por su propia mentalidad de empresario por encima del cargo que ocupa.