México (Prensa Latina) La recuperación de la economía mexicana camina por el filo de una navaja, la pandemia de la Covid-19, y procura avanzar sin sangrar, según el objetivo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Su plan antineoliberal de recuperación -que ha dado pasos positivos con una recuperación de la actividad, aunque lenta- tiene su base en la consigna «primero los de abajo» cuya lógica es nutrir los bolsillos de la mayoría mediante un sistema de minicréditos, pensiones y empleos poco calificados, reforzados con un incremento de las remesas de sus emigrantes radicados en el exterior.
Si hay una solvencia mínima en una masa de más de 60 millones de pobres que tiene el país, la capacidad de consumo interno no se afecta, ni se paraliza la industria de bienes y servicios, y tampoco baja el empleo ni hará falta acudir a la deuda pública, de acuerdo con la lógica de López Obrador.
Esa apreciación curiosamente divide al empresariado, pues una parte de este, incluido el gran capital, la considera razonable, pero otra parte muy importante, el capital medio, la estima nociva e insuficiente y aboga por la fórmula tradicional fondomonetarista del rescate de ese sector con ajuste social, achicamiento del Estado y préstamos.
En lo único que están de acuerdo capital medio y gobierno es en el achicamiento del Estado, pero con criterios y dinámicas opuestas.
Si bien el primero aboga por una intervención limitada del Estado en la economía, lo cual implica despidos y apertura a la iniciativa privada, el segundo asume como un recurso para el ahorro y la austeridad republicana un recorte en sus funciones como la eliminación de numerosas subsecretarías.
Hay un intento del capital medio con la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) -generan el 30 por ciento del PIB y millones de empleos- de aplicar fórmulas que aunque siguen siendo cercanas al reajuste neoliberal.
Buscan pulirlas para conciliar intereses con el gobierno, como ha hecho el gran capital con su intervención en obras estratégicas: refinerías de petróleo, gasoductos, puertos y aeropuertos, minería e infraestructura vial en las que hace inversiones multimillonarias.
Tanto el sector estratégico -que nunca fue afectado por el confinamiento de la Covid-19 y no dejó de funcionar- como el operativo en el que se mueve Coparmex, dependen no obstante de la evolución de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, y esa es una de las razones por las cuales la Fundación Slim participa en el financiamiento de la vacuna de la farmacéutica AstraZeneca a título de buen samaritano o mecenazgo.
Desde el inicio de la pandemia de la Covid-19, México alertó de lo difícil que era para un país de 127 millones de habitantes -la mitad fronteriza con la línea de miseria o por debajo de ella- lograr el equilibrio correcto entre las medidas sanitarias de prevención y contención del coronavirus, y el funcionamiento de la economía.
En el momento más agudo de la curva epidemiológica no hubo la menor duda ni vacilación en favorecer la batalla contra la pandemia, y ver desde la barrera el desplome de la economía, casi sin posibilidades de detenerla.
Pero en junio, con pérdidas descomunales agravadas por la caída de los precios internacionales del petróleo, se decidió abandonar el confinamiento, entrar a la denominada nueva normalidad, y la alternativa fue la priorización de la economía por un agotamiento muy peligroso de la familiar, que los programas sociales y de pensiones y becas del gobierno apenas podían paliar.
El esfuerzo por la recuperación de la doble crisis en un país donde más del 60 por ciento de la población económicamente activa responde al sector informal, fue tremendo y solamente siete meses después de convivencia con la pandemia es que se observan signos más sostenidos de una reactivación débil y rodeada de grandes peligros.
Uno de ellos es un presumible rebrote de la Covid-19 y la concomitancia con un vecino como Estados Unidos donde ni siquiera el hecho de un descontrol, voluntario o no, de las cifras reales de muerte y contagio, tiene en ascuas a México por mantener también muy altos índices de transmisión, hospitalización y decesos.
Ambas naciones se tienen miedo la una a la otra y ello ha facilitado que cada mes hayan logrado ponerse de acuerdo en sostener un cierre parcial de los numerosos puntos fronterizos de acceso, y permitir solamente el paso de vehículos y personal imprescindible.
La dependencia económica de México de su vecino, que se acrecienta después de la firma del Tratado de Libre Comercio tripartito con Canadá, mantiene viva una expectativa dramática del repunte pandémico, sobre todo en estos meses, cuando se renueva el ciclo de influenza en los dos países.
Como alertó recientemente el Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero (CESF), prevalece una gran incertidumbre sobre las condiciones financieras globales y nacionales porque el pronóstico es que seguirán sujetas principalmente a los efectos de la pandemia de Covid-19.
De tal manera, la recuperación económica de México está sujeta a los riesgos externos por la crisis mundial, que pueden tener un efecto contraproducente a los beneficios esperados del tratado tripartito, según advierte el CESF.
Esto debido a la posibilidad de que la recuperación de la economía mundial sea menos vigorosa de lo anticipado y por el riesgo de ajustes negativos adicionales a las calificaciones crediticias soberanas que ha recibido el país, incluido Pemex, advirtió.
A ello se unen presiones de la banca que se niega a sacrificar parte de sus utilidades para hacer reducciones de capital a usuarios deudores afectados por la crisis económica, como lo propusieron las autoridades recientemente.
La Asociación de Bancos de México respondió al gobierno que no se trata de sacrificar las utilidades, sino de mantener la solvencia de las instituciones bancarias, lo cual se aprecia como una actitud bastante egoísta.
En medio de esa perspectiva, el anuncio del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, sobre el inicio de la temporada de influenza, que alcanzará su punto máximo en diciembre o enero, fue el sirenazo que disparó las alarmas en todo el sector económico y financiero.
Su anuncio de renovar la estrategia anti-Covid-19, imprimirle nueva fuerza y dinámica en espera de su convergencia con la influenza, y en vez de decir «vamos bajando y confiarnos», abrir una nueva etapa de mucha más atención en las medidas de prevención y contención, corroboró que la navaja por la cual el país camina tiene mucho filo y hay que protegerse muy bien para no cortarse.