Washington, 30 nov (Prensa Latina) La variante Omicron del coronavirus SARS-CoV-2 es hoy como una granada al corazón de la presidencia de Joe Biden en Estados Unidos, pero la esperanza de la Casa Blanca es que no explote.
Si detonara, haciendo retroceder el progreso de la nación contra la pandemia de Covid-19, el impacto negativo podría ser sísmico, indicó un artículo de opinión publicado por el diario The Hill.
Eso es algo que Biden no podría permitirse -acotó el material- después que sus niveles de aceptación han mermado por una sucesión de problemas en los últimos meses.
Hasta el momento su gestión de la pandemia es uno de los puntos relativamente fuertes para el mandatario demócrata, todo lo contrario a lo ocurrido con su antecesor republicano, Donald Trump.
En los primeros 100 días como presidente de Estados Unidos, Biden logró posicionarse con sólidos índices de popularidad en las encuestas gracias a la respuesta a la emergencia sanitaria que provocó Covid-19.
La postura adoptada por la actual administración respecto a la Covid-19 fue luz en medio de temas que ensombrecieron como la inflación y la criticada retirada de las tropas de Afganistán.
No obstante, las valoraciones sobre Biden en los sondeos en cuanto a la pandemia ya están más lejos de sus máximos, recordó The Hill.
Una pesquisa realizada por Economist-YouGov, difundida la semana pasada, encontró que fue mayor el porcentaje de personas que desaprobaron la gestión de Biden (47) en cuanto a la pandemia que de quienes la aprobaron (43).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el lunes que la Omicron, detectada por primera vez en Sudáfrica, suponía un riesgo «muy alto» a nivel mundial, lo que provocó no solo incertidumbre sino que se desplomaran el viernes los mercados financieros tras calificar la mutación de «variante preocupante».
Estados Unidos es uno de los muchos países que impusieron restricciones a viajeros internacionales para frenar la propagación de la nueva de la nueva cepa.
La víspera entraron en vigor aquí las prohibiciones a los viajes desde Sudáfrica, Botswana, Zimbabwe, Namibia, Lesotho, Eswatini, Mozambique y Malawi.
Para los expertos, la medida permitiría que se gane algo de tiempo, pero es muy poco probable que impida los contagios con ûmicron dentro de las fronteras estadounidenses tarde o temprano.
Por eso, Biden se enfrenta a la difícil tarea de demostrar que se está tomando en serio la amenaza y, al mismo tiempo, no asustar a los ciudadanos ni profundizar en su pesimismo.
En declaraciones desde la Casa Blanca este lunes, trató de enhebrar la aguja, cuando alertó que el escenario es «una causa de preocupación, no de pánico» y en su lugar instó a los no vacunados a inmunizarse de inmediato como principal medida de protección.
También recomendó el uso de mascarillas en los espacios no abiertos y expresó su oposición a cualquier otro cierre relacionado con la pandemia.
El gobernante señaló que las pasadas Navidades menos del uno por ciento de los estadounidenses habían recibido el antídoto y ahora espera para estas fiestas que el porcentaje de población adulta vacunada supere el 70 por ciento.
Según datos oficiales, en Estados Unidos fueron inmunizadas completamente 195 millones de personas y se administraron 454 millones de dosis, lo que representa el 59,1 por ciento de la población.
Algunos demócratas -con la mirada puesta en las elecciones intermedias de 2022- admiten que pagarán un precio político por omicron, aunque el propio presidente no sea culpable del aumento de los casos de Covid-19 que sobrevendrían.
Creo que cada vez que los estadounidenses sienten que estamos volviendo a la normalidad, se malogra el plan, dijo el estratega demócrata Basil Smikle, con sede en Nueva York, citado por The Hill.
Por su parte, el encuestador republicano David Winston criticó a Biden por afirmar en julio que la nación estaba a punto de declarar «la independencia de un virus mortal» y luego tuvo que dar marcha atrás.
El desasosiego y la frustración que siente ahora el electorado podrían ser problemáticos para Biden, ya que «había una expectativa de que podría devolvernos a la normalidad y «simplemente no hemos llegado a eso», concluyó.