Trabajé once años en la Autoridad Educativa Federal de la Ciudad de México de la Secretaría de Educación Pública, de 2007 a 2018. Uno de los programas estrella era de las Escuelas de Tiempo Completo porque apoyaban a miles de madres trabajadoras al tener la oportunidad de que sus hijos estuvieran hasta las cuatro de la tarde con clases extra de inglés y educación física, repasar materias, hacer ahí mismo la tarea y lo más importante, comer en el propio plantel.
En la capital del país los centros escolares de tiempo ordinario matutino en educación básica (jardín de niños, kínder y primaria) tienen un horario de salida hasta las 12 y 12: 30 horas, respectivamente. En las primarias la entrada es a las 8 de la mañana, en las secundarias a las 7 y en los jardines de niños y kínder, a las 9. En las secundarias, entran a las 7 y salen a las 14 horas.
En las escuelas de tiempo completo la comida era caliente y la pagaban los propios padres de familia, se organizaban, ellos mismos contrataban el servicio de alimentos y lo liquidaban semanal o mensualmente, de acuerdo a lo que decidían. El costo era lo más económico posible. El director de cada plantel sólo coordinaba.
Antes de que empezara a funcionar este tipo de esquema, hubo cientos de reuniones y acuerdos entre la SEP y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para lograr que los profesores aceptaran trabajar tiempo adicional, sobre todo porque la mayoría daba clases en la mañana y en la tarde. Para dejar sus clases vespertinas, les daban un ingreso adicional, que pagaba la SEP, a quienes decidieran laborar en las escuelas de tiempo completo. No se contrataron maestros.
Entonces, la comida era pagada por los propios padres de familia y la SEP los sueldos de los profesores en el esquema de escuelas de tiempo completo. Era un programa muy noble, con objetivos muy claros y específicos para mejorar la nutrición y la enseñanza de niñas, niños y adolescentes.
Sin embargo, el 28 de febrero pasado la SEP publicó en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo para desaparecer el Programa de Escuelas de Tiempo Completo a nivel nacional, que beneficiaba a casi cuatro millones de estudiantes de más de 27 mil planteles de todo el país, entre ellos de regiones en pobreza extrema.
El presidente Andrés Manuel López Obrador justificó en una de sus conferencias diarias que desaparecía porque el programa se manejaba con “mucha intermediación” y recalcó que ahora los recursos se van a entregar de manera directa a la sociedad de padres de familia ¿Cuál intermediación? La comida la pagaban los papás y los sueldos la SEP. Alguien le informó mal al mandatario para pretextar la extinción.
Fueron tantas las sinrazones para querer terminar con las escuelas de tiempo completo que la mayoría de los gobernadores, incluida la jefa de gobierno de la Ciudad de México, reviraron y decidieron continuar con el programa en cada una de sus entidades. A final de cuentas, la SEP quedó como el cohetero con tal incongruencia.
Con información de Latitud Megalópolis