Fotografían novena sinfonía de Beethoven entre luces y manos blancas

Por Lianet Cruz Pareta

Tokio, 29 abr (Prensa Latina) Novena Sinfonía es el nombre de la muestra fotográfica inclusiva que exhibe hoy el Museo de la Diversidad del Diálogo de Tokio, una fascinante experiencia sensorial protagonizada por el Coro Manos Blancas de Japón.


La exposición, distribuida en ocho salas, combina fotografía, música y luces para atrapar al público en el mundo de sensaciones alrededor de la célebre pieza de Beethoven, interpretada en esta ocasión por niños ciegos y sordos.


La artista Mariko Tagashira ha estado involucrada en las actividades del coro infantil desde 2017. En declaraciones a Prensa Latina dijo que la idea del proyecto surgió cuando observó la estela de luz tras el gesto de un niño, durante uno de los ensayos de la agrupación.


Los jóvenes intérpretes utilizaron guantes blancos con luces incorporadas y la fotógrafa japonesa capturó el rastro fluorescente de los movimientos.


«Me preocupaba si podría transmitir toda esa gestualidad y su significado a través de imágenes fijas, pero al escuchar los comentarios de la gente que vino a la exhibición me siento muy satisfecha, creo que la idea se logró», expresó la creadora.


En los cubículos oscuros del museo las instantáneas cantan, e incluso quien desconozca la Novena Sinfonía o el lenguaje de señas bien puede descifrar emociones como el amor, la pasión, la euforia, la libertad del espíritu, entre otras.

El Coro Manos Blancas de Japón está inspirado en el Programa de Educación Especial del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela. Su directora, la soprano Erika Colón, nacida en el país sudamericano, considera que el concepto curatorial de Tagashira recoge la esencia inclusiva y positiva de su formato.


«Muchos de los niños no escuchan la música, pero la llevan dentro del alma, la sienten en el corazón. En las instantáneas vemos cómo expresan el mensaje que encierra esa canto tan noble y alegre, compuesto por Beethoven cuando tampoco podía oír», recalcó.
La obra alcanza su máxima expresión al espectador construir su propia fantasía, a partir de lo que ve, escucha y palpa en diferentes momentos del recorrido. Al final, gesticula ante la cámara de Tagashira y su retrato dinámico engrosa la colección.


La sinestesia lograda en el lugar garantiza una atmósfera apta para quienes, privados de algún sentido, merecen también la oportunidad de cantar a la alegría.