La Habana (Prensa Latina) Como una referencia a la teoría de la evolución de Darwin, la tecnología avanza y marca distancia de su ancestro, la máquina de vapor, mientras incide en cada espacio del desarrollo social, del cual el arte no queda exento.
Por Liz Arianna Bobadilla León
Redacción de Cultura
Precisamente, esa interrelación entre las diversas expresiones estéticas y la ciencia constituye un tema recurrente en la actualidad, al sembrar la duda en torno al componente humano de las obras y esa creciente irrupción de las máquinas en la escena.
Más allá del surgimiento de la fotografía, la radio, el cine, los discos de acetato o el celular, el uso de las tecnologías digitales se extendieron hasta convertirse en herramientas indispensables para creadores, mientras otros miran con recelo las capacidades latentes.
Resulta increíble -pero cierto- cómo estos algoritmos e inventos incidieron en la recuperación de piezas clásicas de la pintura, composiciones musicales y películas icónicas, al tiempo que impulsan el nacimiento de otras obras e incluso predicen gustos estéticos de los públicos.
La relación entre ciencia y arte experimenta una época de auge, impulsada también por el impacto de la pandemia de la Covid-19, que obligó a volcar rutinas creativas a plataformas con conciertos en realidad virtual, el uso de avatares y la inteligencia artificial (IA) como herramientas.
No es de extrañar entonces el logro de un grupo de científicos cuando eliminó el velo de matices que ocultaba una obra del español Pablo Picasso y sacó a la luz la pintura La comida del ciego, la cual fue bautizada por los investigadores del proyecto Oxia Palus como El desnudo solitario en cuclillas.
Este hecho fue posible a través del entrenamiento de una red neuronal con una colección de piezas del creador ibérico; sin embargo, el resultado fue rechazado por la organización que gestiona los intereses de los herederos del artista: la Administración Picasso prohibió exhibir la pintura por violar los derechos del autor.
Asimismo, como parte de un proyecto de análisis y restauración que ejecuta desde 2019 el Museo Nacional de Ámsterdam (Rijksmuseum), la IA emergió como solución para reconstruir la obra Ronda de la noche, de Rembrandt, dañada por el ayuntamiento de la capital neerlandesa en 1715.
De acuerdo con los especialistas, tomaron como referencia una copia de la primera versión del cuadro hecha por Gerrit Ludens a mediados del XVII, y una serie de estudios de técnicas y colores para insertar los datos precisos en la computadora.
Y en esa búsqueda entre documentos antiguos, la industria de los pentagramas acogió una versión de la Décima Sinfonía, de Ludwig van Beethoven, iniciativa desarrollada con el uso de redes neuronales por el Instituto Von Karajan, en ocasión del 250 aniversario del nacimiento del compositor.
Al otro lado del Atlántico, expertos de la Universidad de Waterloo, en Canadá, demostraron la capacidad de la tecnología para componer e inspirar con la aplicación LyricJam, la cual genera líneas de letras en tiempo real para música instrumental en vivo, en coherencia con las tendencias de los intérpretes.
El estudio no solo propone bases poéticas con nuevas metáforas y expresiones, sino que revela temas, palabras y otros aspectos asociados a la música, lo cual demostró su efectividad al estimular la improvisación.
Igualmente, profesionales del Instituto Tecnológico de California, conocido como Caltech, lograron crear un programa de computadora que calcula los valores asociados a determinadas características de piezas pictóricas y su influencia a la hora de decidir cuánto agrada una obra de arte en particular.
Según detalla la revista Nature Human Behavior, el proyecto puede predecir con éxito los conceptos personales y subjetivos asociados a la creación artística, mientras permite pronosticar otras piezas que pueden entrar en la gama de preferencias del público.
Conocido como ShareArt, el sistema que pone de manifiesto la relación arte-tecnología monitorea la apreciación y el uso de las obras por los visitantes de un museo, gracias a la inteligencia artificial y las aplicaciones de big data.
MÁS ALLA DE LA RECUPERACIÓN
Estos avances no se ciñen al área de recuperación de obras, pues asimismo los creadores apuestas por la IA u otras redes tecnológicas para dar vida a piezas revolucionarias, las cuales demuestran ese vínculo singular entre seres humanos y máquinas, donde las segundas -todavía- se subordinan a los primeros.
Vale destacar entonces la llegada al mundo de las letras (2018) de la primera novela escrita a través de una IA: 1 the road, ideada por el estadounidense Ross Goodwin, que originó el guion de la entrega Sunspring, creado de esta forma.
Y aunque persisten opiniones contrapuestas, el séptimo arte abrió sus puertas a esta tecnología y en el Festival de Cine de Venecia se estrenó el cortometraje creado con inteligencia artificial Fellini Forward, que combina hombre y máquina para recrear el estilo del reconocido director italiano Federico Fellini, bajo la dirección de Maximilian Niemann.
En ese sentido sobresale la cinta Blade Runner (1982), de Ridley Scott, un reestreno que impactó recientemente el séptimo arte por poner sobre la mesa -nuevamente- el enigma en torno a los límites entre lo artificial y lo natural.
Cada día aumentan los artistas que experimentan con ella, se valen de sus ventajas en el proceso creativo, y hasta transitan por el anonimato al ocultarse tras su alter ego tecnológico, como el caso del alemán Mario Klingemann, el nombre tras el artista artificial Botto, capaz de desarrollar cientos de propuestas por semana.
En el arte de las tablas, la inteligencia artificial subió a escena con piezas revolucionarias como Chasing Waterfalls, de la ûpera de Samper, Alemania, que desafió las posibilidades de las nuevas tecnologías y presentó una actriz digital representada como una escultura de luz de ocho metros de altura.
En el rol de gemela digital y con la voz previamente grabada por la soprano noruega Eir Inderhaugde, el proyecto virtual se insertó de manera inédita en la pieza, al componer, cantar e interactuar con el resto de los intérpretes, apuntó el conjunto radicado en la ciudad alemana de Dresde.
Mientras tanto, el proyecto Dall-e marcó otra vuelta de tuerca en la evolución de este sistema de tecnologías, pues la iniciativa desarrollada la compañía Open IA posee la capacidad de llevar al lienzo los deseos del usuario.
Con un nombre que recuerda al robot del filme Wall-e y al pintor español Salvador Dalí, Dall-e interpreta las descripciones en el ordenador, crea imágenes realistas y obras de arte a partir del lenguaje, e incluso permite imitar estilos característicos de artistas emblemáticos, como Andy Warhol, Pablo Picasso o Dalí, explicó la compañía.
Su puesta en marcha avivó el debate polémico entre la autenticidad del arte generado por computadoras, los derechos de autor, el factor humano en las piezas creadas, la veracidad de las imágenes editadas, entre otros asuntos, ante lo cual los creadores estipularon como norma declarar «que las imágenes son generadas a través de la Inteligencia Artificial».
En esta línea creativa sobresale el turco Refik Anadol, quien creó una obra de arte meditativa a partir de un millón 742 mil 772 imágenes de corales intervenidos digitalmente, con el propósito de reflexionar sobre el medio ambiente y entender la diversidad del fondo marino.
Para el artista, la inteligencia artificial es una extensión de la mente y así lo demostró Machine Hallucinations: coral, obra que discurre sobre las consideraciones éticas necesarias para programar máquinas que no poseen sentimiento, conciencia ni moral, en aras de preservar la humanidad en un futuro más tecnológico.
Sin lugar a dudas, el camino de la humanidad tiene impreso el sello de la ciencia, por lo tanto, depende de las personas asegurar el uso de las máquinas permanezca como herramienta de cambio, transformación y crecimiento, mientras los fanáticos de la ficción aluden a un duelo de poderes.