La Habana, 6 nov (Prensa Latina) Dos décadas transcurrieron desde que una joven Christina Aguilera lograba con el disco Stripped (Despojada) romper todos los moldes de figurita pop para consagrarse como la diosa que es hoy.
Era el 22 de octubre de 2002. Por entonces, acaparaba titulares más por la supuesta rivalidad con Britney Spears que por su talento. Pero su cuarto álbum de estudio le dio un giro total a su carrera.
Con Stripped, Christina logró reinventarse y adueñarse de su carrera y sacarle el zumo a su potente garganta. Cambió a una imagen más audaz, dejó atrás el título de «princesita pop» rosa de la que muchas revistas del corazón hablaban, para convertirse en una de las voces femeninas más respetadas del siglo XXI.
Más de 23 millones de copias vendidas en todo el mundo de este cuarto CD, primeros lugares en Estados Unidos, Europa y América Latina, y como guinda del pastel dos piezas que se convirtieron en estos 20 años clásicos de su repertorio Dirrty y Beautiful.
La tecnología ha cambiado a mil kilómetros por hora, pero los temas que en aquel entonces abordaba en Stripped※el respeto personal, el feminismo, el sexo, el bullying※ siguen latentes, aparejado a otros fenómenos que han incrementado.
Con el 2022 a punto de terminar, Aguilera vuelve a la carga nada más y nada menos que con la reedición de ese disco y lo hace por la puerta grande con un nuevo video de la pieza Beautiful que toca nuevamente temas sensibles.
El clip en apenas 11 días tiene 3,8 millones de vistas y esta vez Aguilera va más allá. En casi cinco minutos, la cantante toca las fibras al mostrar a niños y adolescentes idiotizados por el mundo de las redes sociales, en la lucha por ser seres «perfectos».
E incluso refleja la batalla de muchos contra pensamientos suicidas y la depresión. La imagen final del clip es un contundente mensaje: un celular se desangra.Y concluye: «en los últimos 20 años, cuando Stripped salió al mercado, las redes sociales transformaron la relación con nuestros cuerpos y a su vez nuestra salud mental».
En estos tiempos de fusiones por doquier, algunas impensables (dígase reguetón latino con pop americano), Christina arremete con esta edición de lujo de su álbum más icónico y 20 piezas, una por cada año transcurrido desde entonces.
Pero sobre todo trae otra vez un poderoso mensaje: el de la autoaceptación, el empoderamiento, despojada de todo como lo hizo en aquel inicio de siglo, cuando dejó acuñado que ella era mucho más que una «princesa pop».
(Tomado del Semanario Orbe)