Por Jhonah Díaz González, enviado especial
Doha, 19 nov (Prensa Latina) Lejos de fanfarronerías en el proceso organizativo, Qatar «tiró la casa por la ventana» y promete lujos, espectáculos e infraestructuras de primer nivel en su Mundial de fútbol, el más caro de la historia por amplísima diferencia.
La nación árabe no dudó en hacer uso de su poder económico y acumula más de 220 mil millones de dólares en gastos, una cifra grotesca desde cualquier ángulo, incluso muy por encima de eventos multideportivos como los Juegos Olímpicos.
Atrás quedaron las ganancias por la pesca de perlas, y el sector de gas y petróleo abrió el diapasón para hacer uso de la cartera y dejar anonadado a cuanto analista reúne datos y utiliza la calculadora.
La citada inversión entra en el plano de lo irracional, máxime si se recuerda que Brasil 2014 costó 15 mil millones -una barbaridad en aquel momento- y Rusia 2018 cerró en 11 mil 600 en sus Copas Mundiales, según el portal online Statista, especializado en estos menesteres.
El tema alcanza matices increíbles si se compara con los torneos de Japón-Corea del Sur 2022, pues entre ambos utilizaron siete mil millones, Alemania 2006 (cuatro mil 300), Sudáfrica 2010 (tres mil 400), Francia 1998 (dos mil 300) y Estados Unidos 1994 (apenas 500 millones) entre la muestra analizada por el grupo.
Solo en materia de estadios la apuesta terminó entre los seis mil 500 y los 10 mil millones, y los gastos crecieron de forma exponencial en la construcción de hoteles, una sofisticada red de metro -37 estaciones en 76 kilómetros- y aeropuertos, por citar grandes proyectos.
Empero, vale acotar que el Mundial devino golpe de impulso al plan de ampliación de la península hasta el año 2030, y muchas de las estructuras tendrán carácter social recién baje el telón de la (muy esperada) fiesta del balompié.
A saber, Lusail -joya mimada entre las instalaciones y sede de la gran final- se transformará en un espacio para la comunidad, con escuelas, tiendas, cafeterías, canchas para ejercicios y clínicas de salud, mientras los asientos serán donados a otras plazas deportivas.
Reunir a la crema y nata de la disciplina más seguida en el planeta no es algo rutinario. Las oportunidades -dicen- hay que aprovecharlas y el certamen resulta vitrina perfecta en el intento de cambiar percepciones y mostrar sus bondades, tradiciones y cultura.
¿La meta? Organizar el mejor Mundial de siempre, aunque otra intención objetiva del asunto será ratificar el poder de los petrodólares. Sin dudas, los organizadores tienen el balón en su cancha: Qatar 2022 is coming… sin miedo al éxito.