Redes sociales: Entre hábitos, necesidades y cantos de sirenas

La Habana (Prensa Latina) En Facebook, un amigo se refiere al agobiante calor del verano, otro narra contento los avances escolares de su hijo pequeño y una tercera, desde la distancia, escribe con lágrimas de nostalgia, porque extraña a Cuba.
Por Mario Muñoz Lozano
Jefe de la redacción de Cultura de Prensa Latina

Una colega califica a las redes sociales como un gran parque, en el que cada cual expone sus alegrías, tristezas, inseguridades y rabias; otros solo las visitan para mantenerse al día, en busca de historias, noticias o chismes, quizás marquen algún comentario que les guste o que les moleste.
Para el reconocido periodista e investigador español radicado en Francia Ignacio Ramonet, las redes sociales «no están hechas para informar, sino para emocionar. Para opinar, no para matizar».
En su opinión: «Los usuarios de las redes no buscan respuestas, sino preguntas. No desean leer. No son receptores pasivos como los de la radio, la prensa o la televisión. Las redes están hechas sobre todo para interactuar.
En declaraciones al sitio CTXT Contexto y Acción, el actual director de la edición española del periódico Le Monde Diplomatique manifestó que el ciudadano o la ciudadana que usa las redes lo que quiere es compartir, comunicar o adherirse dando «likes».
Lo cierto es que para muchos, entrar a cualquiera de esos espacios se ha convertido en hábito, en una necesidad para contactar con amigos y familiares, pero también para enfrentar la soledad, la realidad, vivir otras experiencias o encontrar esperanzas ante las penurias cotidianas.
«La cosa está mala», es una expresión que desde el lenguaje popular diagnostica los problemas que aquejan a la población de la nación caribeña, afectada por la crisis multisistémica mundial, sus propios problemas económicos internos y el impacto del bloqueo estadounidense.
Dificultades que golpean a la mayoría de los cubanos y que son volcadas en las redes en busca de soluciones mágicas, milagros o simplemente de oídos solidarios, como mismo sucede en otras naciones en desarrollo -eufemismo que les otorga Naciones Unidas- según coinciden reporteros y analistas en diversos países.
Twitter, sobre todo, se ha convertido en la plataforma hacia donde sindicatos, movimientos sociales y políticos han redireccionado sus luchas en las calles en contra del aumento de los impuestos y la reducción de los salarios o el cierre de empresas, entre otras causas.
También ha servido en la defensa del medio ambiente y frente a las políticas gubernamentales y de trasnacionales, ajenas a las alarmas sobre el deterioro de la capa de ozono, el impacto del cambio climático y el calentamiento global.
Y están quienes las usan como medios para obtener ganancias -ejemplos son las industrias del entretenimiento- para implementar campañas de marketing o de odio; de estas últimas se ven más cada día, sobre todo con la proliferación de grupos de extrema derecha y neonazis.

NO TODO CORRE VIENTO EN POPA
Sin duda, no todo corre viento en popa en las redes. Lo saben bien Cuba y sus autoridades, víctimas de campañas de desacreditación y manipulación constantes desde los sectores más reaccionarios de su emigración y por agencias dela administración estadounidense.
La nación antillana no está siendo atacada por aire ni por mar, pero sí, y mucho, a través de Internet, desde donde se intenta demonizar las medidas y planes gubernamentales de desarrollo para salir adelante.
En artículo para el sitio Cubadebate, el general de División (retirado) Fabián Escalante reconoció que los bombardeos de mentiras y medias verdades pululan por las redes contra los principales jefes del Gobierno, particularmente el presidente Miguel Díaz-Canel, e intentan desmeritar las acciones que el Gobierno revolucionario realiza para mejorar las condiciones de vida de barrios desfavorecidos vulnerables.
El asalto simbólico cuenta, en el escenario cubano actual, con una importante herramienta: las redes sociales, fundamentalmente Facebook, donde están actualmente más del setenta por ciento de los internautas cubanos, reafirmó José Ernesto Nováez, coordinador del capítulo cubano de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.
En un texto para el canal panárabe Al Mayadeen, el investigador explica que esta red, siguiendo matrices claramente ideológicas, visibiliza y refuerza determinados contenidos, mientras que aísla otros y bloquea o cierra arbitrariamente cuentas y contenidos que de alguna forma refuercen la posición simbólica de la Revolución cubana.
En tal sentido, puso de ejemplos los ataques, durante mucho tiempo, contra toda la información relativa a los candidatos vacunales cubanos o con la cuenta de importantes sitios cubanos de noticias.
No es raro que en el manual del politólogo estadounidense Gene Sharp, autor del ensayo De la dictadura a la democracia que consta de 198 métodos para derrocar gobiernos, en los planes de acción de las llamadas revoluciones de colores ocupe un espacio clave el uso de las redes sociales.
Al decir de Ramonet, los estrategas de la desestabilización aprovechan el deseo compulsivo de compartir, de difundir de las personas, haciendo que sean capaces de propagar masivamente un sentimiento general, una interpretación dominante, una opinión sobre cualquier tema.
«Ese sentimiento es el que, poco a poco, consigue imponerse en todo un sector de la sociedad. Esa es una de las grandes diferencias entre las redes y los medios tradicionales», considera el cofundador de la organización no gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación).
Según el politólogo, la extrema derecha ha sido la más beneficiada con el triunfo de las redes sociales y está es una de las consecuencias claras de la crisis de la verdad o de la nueva cultura de la mentira que difunden las redes. Y de la impotencia de los grandes medios clásicos para restablecer la verdad.
«En nuestras democracias, poco a poco, ha emergido una radical desconfianza de muchos ciudadanos respecto a la lectura de la realidad que proponen los cuatro principales pilares de la racionalidad social dominante: o sea, los medios de comunicación, las élites políticas, los actores culturales y los analistas universitarios», apuntó.
Consideró que, al parecer, la cotización de la mirada experta o de la demostración científica se va desvalorizando y acabará por desfondarse.
Según el punto de vista del además promotor del Foro Social Mundial de Porto Alegre, «es como si, para un grupo creciente de ciudadanos en el mundo, las explicaciones más verificadas y avaladas resultasen, precisamente por eso mismo, y por proceder de las élites dominantes, profundamente sospechosas».
Es decir, la tendencia, muy preocupante, es que mucha gente prefiere reir tras los mensajes y cantos de sirenas posicionados por la extrema derecha en las redes sociales, realidad que pudiera estar relacionada con el auge de sus representantes en el mundo.