La Habana (Prensa Latina) Existe la creencia de que la mutilación genital femenina es una práctica obligatoria para los creyentes del Islam, error bajo el cual subyace la intención de presentar a los musulmanes como ignorantes y enemigos de los derechos de la mujer.
La realidad es muy distinta y si bien es cierto que ocurre en mujeres de familias islámicas, también es aplicada en hogares tanto cristianos, como musulmanes, en particular en Egipto, donde radica Dar el Iftah, organismo responsable de difundir las fatwas (edictos religiosos musulmanes de cumplimiento obligatorio).
El ente académico dejó en claro hace años que «Esta práctica no tiene origen religioso. Procede de tradiciones y costumbres heredadas. La mayor prueba de que no es una obligación para las mujeres es que el profeta Mohammed no circuncidó a sus hijas».
Pero la realidad es que sigue presente y con prevalencia alarmante, pues hoy día más de 230 millones de mujeres de diversas partes del mundo, fueron sometidas a ese procedimiento, según los datos difundidos de una encuesta realizada por el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef, siglas en inglés), la agencia encargada de la protección de los derechos de los niños.
La misma pesquisa, circulada en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer del año en curso, refleja que en los últimos ocho años alrededor de 30 millones de féminas fueron sometidas al procedimiento, que extirpa de manera parcial o completa los genitales externos.
Lo peor del caso, junto a peligros de la operación es que en modo alguno apaga el deseo sexual, como aducen sus defensores, con la agravante de que puede causar sangramiento, infecciones del tracto urinario, problemas menstruales, dolores, complicaciones durante el parto e incluso la muerte de las pacientes.
Esto en términos físicos, aunque también, consecuencias más graves, físicas y sicológicas, la mutilación genital femenina es causante de problemas menstruales, disminución de la satisfacción sexual, baja autoestima y desorden de stress postraumático.
El informe de la Unicef admite que en el mundo disminuye el número de personas sometidas por sus familias a la ablación del clítoris, que ocurre en edades que fluctúan de la infancia a la adolescencia, pero estima que los esfuerzos para erradicarla avanzan con lentitud.
«Cada vez más niñas son sometidas a la mutilación a edades más tempranas, antes de su quinto año de vida, lo que reduce la posibilidad de intervención para evitarla», advirtió en el informe, la directora ejecutiva de la agencia, Catherine Russell.
Estadísticas recopiladas por la ONU estiman que solo en Àfrica 144 millones de mujeres de diversas edades las sometieron a la operación; 80 millones en países del Medio Oriente y seis millones en Asia, cifras que dan una idea de la magnitud del problema.
En esa estadística aparece Somalia en lugar destacado, en tanto que otros càlculos dan cuenta de que hasta el 99 por ciento de las población femenina de entre 15 y 40 años de edad fue sometida a la operación, la mayoría sin condiciones higiénicas con los consiguientes peligros para la salud.
Del otro lado de las cifras aparece Burkina Faso con un progresos significativo ya que en los últimos 30 años, la proporción de mujeres de entre 15 y 49 años mutiladas descendió del 80 por ciento al 30, y en la actualidad mantiene la tendencia a la baja.
Otro error generalizado es que solo las mujeres son sometidas a la mutilación genital y pasa por alto que también en los varones, en particular los de familias judías y musulmanas asimismo, en estos casos por razones religiosas, van bajo el bisturí para circuncidarlos.
En el caso de los judíos la circuncisión se llama berith milah (alianza de la palabra, en hebreo) es uno de los rituales de esa confesión y la señal que identifica el pacto de Dios con Abraham y progenitor de Ismail y Yitzhak, padre de los árabes y de los hebreos, por ese orden.
Pero el criterio científico colisiona con esa hipótesis ya que el estudio del cirujano pediátrico y académico Ahmed al Salem determina que es el proceso quirúrgico más antiguo del mundo y se cree que se originó hace unos 15 mil años en Egipto, país cuyos cirujanos realizaban trepanaciones de cráneos.
En el caso de los hombres el procedimiento tiene defensores y adversarios: los primeros aseguran que contribuye a la higiene íntima de los varones y disminuye la posibilidad de contraer enfermedades venéreas aunque no las evita.
Los antagonistas afirman que la extirpación del prepucio deja sin protección el glande lo que a la larga disminuye la sensación de placer, un criterio cuestionado por los circuncisos de todas las confesiones, e incluso los ateos.