Nairobi, 11 jun (Prensa Latina) Puede que no sean Pepe, ni Paco o Casimiro, pero los elefantes tienen nombres, como cualquier hijo de vecino, determinó una pesquisa científica difundida hoy aquí.
La investigación, a cargo de biólogos de la Facultad de Recursos Naturales de la Universidad de Warner, estado de Colorado (centro), fue publicada en la revista científica Nature Ecology & Evolution.
El equipo de biólogos realizó sus observaciones auxiliándose de grabaciones realizadas a individuos, léase paquidermos, residentes en la reserva Nacional de Samburu y el Parque Nacional de Amboseli, en el centro la primera y, el segundo, en el este de Kenya.
Entre los primeros hallazgos, los investigadores concluyeron que los paquidermos africanos responden a nombres individuales, uno de las pocas especies de animales salvajes capaces de hacerlo, especifica el estudio de la universidad estadounidense.
Tal vez esa primera certeza explique sin decirlo que ambas series de grabaciones fueron tomadas en dos locaciones distintas para evitar confusiones caso de que los individuos entrevistados hablaran dialectos distintos, uno nunca sabe cuando de elefantes se trata.
Sin embargo, y a pesar de su innegable acuciosidad, el estudio deja abierta una serie de lagunas, entre ellas si debe entenderse que los elefantes del continente asiático, con notorias diferencias anatómicas respecto a sus congéneres africanos, se entienden con el mismo sistema idiomático u otro generado en los idiomas de sus respectivos países de residencia.
Nadie puede negar que entre un dialecto africano y el chino mandarín existen diferencias abismales, las cuales se multiplican por cientos de veces y que, llegado el caso de un intercambio de paquidermos entre ambas áreas, daría pie a una indeseable confusión por una nueva torre de Babel, por ponerle un nombre al caos.
Además sería necesario aclarar si el nombre Tantor, con el cual el Tarzán de los antiguos libros de aventuras llamaba a su amigo paquidérmico, estaba basado en el «elefantiases», como podría llamarse al idioma descubierto por los científicos, o fue una imposición del colonialismo cultural vigente en aquel entonces.
Sin querer complicar las cosas, de por sí ya enrevesadas, queda el tema del tono empleado por los progenitores para llamar a sus vástagos a recogerse en las peligrosas noches africanas o requerirlos cuando no quieren comerse todo el pasto «para crecer sano y fuerte como papá».