Ciudad de México, 22 sep (Prensa Latina) En México emergen hoy, para orgullo de sus habitantes, varias Ciudades mural, de las cuales tres destacan por su colorido, convirtiéndose en tesoros del arte callejero.
Ajijic, Monterrey y Tepoztlán resaltan a la vista por sus murales repletos de color y tradición, cuyas calles devienen extensas galerías al aire libre.
Los murales representan en estos momentos un gran atractivo turístico y la prueba está plasmada en el Festival de Arte Urbano, según especialistas y críticos, «un evento para la expresión artística de Monterrey».
Hablar de arte callejero en esta importantes urbes mexicanas es hablar de historia, tradiciones y costumbres, reflejan los sitios del Centro Urbano de Monterrey y Diario Cultura.mx.
Los murales evolucionan cada día para convertirse en un medio poderoso de expresión, agregó Centro Urbano.
Explorar estos destinos es una oportunidad para caminar y disfrutar de su riqueza cultural, natural y gastronómica, apuntó.
A orillas del lago de Chapala está la siguiente Ciudad mural, Ajijic (significa lugar donde corre el agua), y desde allí las vallas de ladrillos reciben al visitante con artesanía local.
Es sumamente artístico y sus habitantes estamos orgullosos de mostrar su historia y arte, expresó el artista de la plástica Efren González, quien se encarga de embellecer rincones del lugar.
Antes viajaba por diversos países desarrollando mi arte; tuve un encargo para realizar un mural en la escuela primaria donde estudié y gustó tanto que me invitaron a intervenir otro muro, contó González.
Tepoztlán es la otra reliquia del arte muralista mexicano, reconocida por su misticismo y escena artística. Es un pueblo muy cultural y sus calles enmarcan murales con elementos indígenas, cosmovisión local y paisajes naturales.
Los muros de las capillas del atrio del exconvento de la Natividad, en el centro de Tepoztlán, simbolizan el emblema de la iconografía prehispánica, concluyó en su publicación el sitio del Centro Urbano.
Este exconvento, convertido en museo, fue declarado en 1994 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como parte del conjunto denominado Primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del Popocatepetl.