Invitan a Trump a conocer sobrevivientes de bombas atómicas en Japón

Tokio, 29 ene (Prensa Latina) Los alcaldes de Hiroshima y Nagasaki revelaron hoy que enviaron una carta conjunta al nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, para invitarlo a visitar estas ciudades de Japón y conocer a los sobrevivientes de las bombas atómicas.


A propósito de cumplirse en 2025 los 80 años del lanzamiento de estas armas de destrucción masiva, los funcionarios instaron al mandatario norteamericano a venir a estas urbes a escuchar de primera mano los testimonios, el firme deseo de paz y tratar de comprender la inhumanidad de las armas nucleares.


Durante el primer mandato de Trump, ambos alcaldes se unieron bajo la misma iniciativa y nunca llegó una respuesta.


Hiroshima recibió las visitas de los presidentes Barack Obama, en 2016, y Joe Biden, en 2023, pero Estados Unidos jamás ha pedido disculpas por los bombardeos.


La decisión de Estados Unidos de dejar caer bombas atómicas sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente, ha sido cuestionada durante años por numerosos historiadores.


Tal disposición la adoptó el gobierno norteamericano al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando la contienda ya estaba casi ganada por los Aliados.


Sin dudas, la masacre determinó la rendición incondicional de Japón; pero el costo humano se sigue pagando todavía.


Aproximadamente 66 mil personas perdieron la vida en Hiroshima al instante de la explosión del 6 de agosto de 1945; mientras en Nagasaki, tres días después, la cifra se aproximó a 70 mil.


Cientos de miles de pobladores -la mayoría mujeres y niños- murieron con el tiempo a consecuencia de la radiación.


En Japón, cada año, en esas fechas, a la hora local exacta de la explosión, se guarda un minuto de silencio y, luego, se depositan ofrendas de flores y agua en memoria de los fallecidos y los sobrevivientes.


Muchos de ellos, en los días posteriores a la tragedia, pedían desesperadamente agua para calmar la sed generada por tantas quemaduras internas y externas, de ahí que el líquido vital se haya convertido en un símbolo de aquel triste momento.