EL REALISMO MÁGICO O LA LITERATURA COMO UN ACTO DE SORPRENDERSE CON LA VIDA

Por Víctor M. Navarro

La literatura, la novela, implica encuentros múltiples, pero dos son los hilos conductores; la trama, o la historia y el lenguaje. Cuando uno se adentra en el universo literario de Los Vuelos del Deseo escrito por Manelick de la Parra, estas  dos instancias se entrelazan de tal manera que el universo narrativo envuelve al lector en un torrente de personajes que entran y salen, de las páginas o de la imaginación: Jobita  presumiendo sus senos incipientes, Alicia y Ana con el candor erótico a flor de piel -esa otra Julieta de los espíritus- Hugo, Carlos, el Dr. Benavides la presencia sempiterna del padre Hipólito como el gran conductor de almas pero también como el gran inquisidor.

Personajes todos que van conformando secuencias a veces de vértigo cinematográfico, otras como una flotación de atmósferas descriptivas que se fijan en la memoria; en mi primera lectura de los Vuelos… –hace ya una decena de años- no vi tan claro el elemento de montaje imaginario que prevalece en la novela, las escenas que parecen fotografías en movimiento, una realidad narrativa que se mueve a X cuadros por segundos, no me atrevo a decir 24 porque no es cine pero la similitud en el concepto me hace sentir que esta segunda vez que tomé el libro no leí el libro sino que lo vi.

Otro gran descubrimiento fue que Los Vuelos… obviamente me siguen remitiendo a Gabriel García Márquez, Isabel Allende el realismo mágico, pero creo que hay mucho de Bataille en ese encuentro terrible y hermoso entre murete y sensualidad, entre lo grotesco y lo divino. Decía el escritor mexicano Salvador Elizondo que Pedro Páramo de Juan Rulfo le recordaba más a Malraux y algunos escritores francés que a Azuela, Yáñez o los escritores de la Revolución Mexicana, así me pasa con Manelick, su realismo mágico es universo narrativo que va más allá de eso, se nutre de otras fuentes cosmopolitas para convertirse en una amalgama de lenguaje literario que no podemos encasillar y que bueno, siempre tendemos a querer encerrar en una preceptiva la creación, Manelick es un infant terrible, un libérrimo hacedor de palabras y escenas del lenguaje, después de tantos años allí la permanencia y perdurabilidad de su obra.

 

El escritor se viste de palabras e imaginación, tiene la capacidad de ver y vivir su lengua, para el escriba el lenguaje es su patria  y tiene que ser el artista que establece la distancia necesaria entre obra y vida aunque ambas sean lo mismo; en Manelick de la Parra otras lenguas enriquecen su visión del mundo, su expresión del mundo, romances o anglosajonas, son instrumentos, instancias intermedias para hundirse más en su lengua y leguaje hacer  suya una realidad verbal y crear.

 

Ostende o la Invención de Morel, el lenguaje hace un viaje aparte porque se dedica a nombrar, así tenemos que cada punto dramático es sencillamente un puente entre lector y autor.

El descubrimiento de don Hugo, aquí hablo de la descripción del personaje, que al igual que la puesta en escena de la viuda de Argüelles, son definiciones de una personalidad, y como los griegos decían personaje viene de personae o sea máscara, todo ser humano es una máscara de sí mismo.,

El realismo mágico en América Latina dio en las décadas finales del siglo pasados muchos escritores, en México hubo varios ejemplos sin mayor alcance real, quizá la novela única y atípica y extraña en ese sentido es Los Vuelos del deseo, un ejercicio a fondo, una concepción que juega con la forma, la ensoñación y esa plataforma de lo real maravilloso, a partir de la existencia humana los vuelos del espíritu y el deseo en su embrión que crece, el deseo como centro de ignición, la sensualidad, el erotismo en es velo de aparición y desaparición. Una Lolita-Jovita y párrafos edulcorados por el erotismo real maravilloso

Hablando de corrientes literarias, el realismo mágico después de la etiqueta a fin de cuentas participa de la ficción, el mundo onírico con tintes de realidad o sencillamente con acciones de lo cotidiano y ordinario del mundo, aquí me acuerdo del inicio de Paradiso que nadie se atrevería a ubicar en el realismo mágico aunque en el verbo esta todo, la vida de la literatura está en el decir mismo, en el nombrar, todo escritor es una especie de mago o hechicero,

Lo bien escrito existe a pesar de las corrientes, escuelas o alternancias literarias, toda literatura bien escrita tiene algo de mágica, mucho de real y debe ser maravillosa, la literatura transporta y sorprende, la palabra conlleva la magia de crear un  mundo que tienen como referente la realidad, la anécdota, lo cotidiano,  su unidad verbal y la imaginería son la plataforma que desata emociones, pulsaciones y evocaciones.

Nombrar es evocar, es transformar la realidad, cuando salimos de un libro somos otros esa es la literatura. En los Vuelos…Manelick nos convida a entrar a un mundo donde sus personajes se desarrollan en varios planos, sus mujeres y hombre convidan a una comunión de existencia, pero hay otros personajes para mi más intensos: las palabras, los verdaderos personajes que viajan de realidades a realidades, aún la irrealidad es una realidad, aquí está la paradoja, la magia, existe, lo maravilloso al alcance de la mano,

Hablaba de las realidades de la literatura, el lenguaje es la casa del hombre dice el filósofo alemán Heidegger, aquí el edificio, la catedral que ha edificado Manelick es el otro centro centrífugo de su novela, la acuciosidad del habla, el trabajo artesanal con las palabras, el buceo constante para lograr que cada párrafo tenga intensidad, brillo y desolló a veces hasta independiente de la anécdota.

El acto de escribir como evocación y como invocación, digo primero como evocación porque un escritor se enriquece de otros escritores, la literatura se hace de la literatura, así como dicen que dinero llama dinero, palabra llama palabra, el escritor evoca y nombra a los otros que le dieron voz, los escritores lo libros que lo formaron y ahora invocación porque atrae a sus personajes a la página en blanco y luego entran en nosotros, por lo ojos entran las grandes experiencias de los hombres se dijo en el siglo de oro español, y así literalmente Manelick invoca a través de la escritura a los espíritus que entran por nuestros ojos y se van a convivir con los espíritus propios.

Que es la literatura sino este intercambio de espíritus a través de la palabra, de ahí el carácter mágico de toda escritura y en los Vuelos del Deseo ese fundamento se hace presente.