UN GOBIERNO FANFARRÓN

Por Fernando Urbano Castillo Pacheco.

Para Claudia.
A unos días de tu
cumpleaños y con el
gran amor que
te tengo.
Decía Abraham Lincoln que “hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer, es no despegar los labios”.

No me cabe la menor duda, que ciertos personajes de la vida política de este país, bien harían en seguir tan singular consejo y tal vez, el presidente de la república, bien podría poner el ejemplo.

Y no es por el hecho de que Enrique Peña Nieto tenga dificultad para pronunciar ciertas palabras, sino por ser evidente que no habla con verdad, magnifica mínimos avances y minimiza graves situaciones.

Esto lo comento, porque en la semana que recién concluyó, la realidad volvió a superar al discurso del presidente.

Cuestiones políticas, económicas y de seguridad, independientes a la captura de Joaquín Guzmán Loera, hicieron evidente que el discurso presidencial es falso, que no existe una estrategia gubernamental, sino que el ejecutivo se lanza en aventuras de gobierno y sobretodo, que es especialista en hacer a un lado la ley.

En materia política, es notorio que el Presidente Peña Nieto es un individuo con tendencias absolutistas y enemigo del federalismo. Así como se lo digo.

Claro está que habrá quien diga que soy irreal, exagerado o imprudente, pero le voy a aclarar por qué no.

Hace un mes, el presidente decidió hacer a un lado al gobernador michoacano y crear una figura de comisionado, en la que, ilegalmente se concentraron, por mandato presidencial, facultades que le corresponden a los poderes locales, y en particular, al ejecutivo.

Con estas facultades, un amigo del presidente, Alfredo Castillo, se convirtió en el encargado de viajar a las tierras michoacanas para imponer la paz. Se le dio poder de mando y después el presidente llegó a repartir dinero. Porque es un presidente que ha demostrado que cree que todo lo puede con dinero. Es un presidente que ha demostrado, que no puede hacer nada sin dinero.

Una vez hecho a un lado el gobernador, que de por sí es un cadáver que respira por la gracia de Dios, el flamante comisionado le sugirió al presidente municipal de Tepalcatepec, Guillermo Valencia, con la amabilidad que el priísmo tiene en estos casos, que solicitara una licencia a su puesto; se dice que la idea fue de Juan José Farías, rival de Valencia y uno de los privilegiados interlocutores del comisionado. Porque tal vez es cierto que Alfredo Castillo escucha a todos los que hablan con él, pero también es cierto, a decir de importantes amigos michoacanos, que no cualquiera puede hablar con él.

Como se ve, la autoridad electa, no vale nada, porque la ley, en Michoacán, tampoco vale nada.

Mientras la nueva autoridad política, designada desde los pinos, se dedica a hacer a un lado a la autoridad electa por la voluntad popular, la fuerza pública vigila, indolente, los enfrentamientos entre templarios y autodefensas, ambos con armas prohibidas y ambos cometiendo delitos, si no, las acusaciones de extorsión, que ahora recaen sobre los integrantes de estas sedicentes “armadas populares”, o el caso de que el llamado “Abuelo” Juan José Farías, cuando se estaba reuniendo con el comisionado, ya estaba identificado por la PGR, como un narcotraficante, miembro de la delincuencia organizada e incluso ya se había consignado una averiguación previa en su contra desde el día 20 de enero.

Queda clara la penosa historia que se vive en Michoacán, donde el gobierno es un mudo testigo de la lucha entre dos grupos, que actúan en la misma ilegalidad. Donde la autoridad se vanagloria de procurar seguridad de esta manera: un grupo de “delincuentes malos”, es perseguido por un grupo de “delincuentes buenos”.
Lo más absurdo es que una autoridad se coordina en su actuar, con quien otra autoridad considera un delincuente.

El gobierno de la república, primero se alió y protegió al doctor Mireles. Cuando este desmintió un video se le aparto de la escena y ahora los que quedaron en su lugar, se están dividiendo a instancias del propio gobierno.

Esto sucede, porque Enrique Peña Nieto, como lo ha demostrado desde que se detuvo a la maestra Gordillo hace un año, entiende el ejercicio del gobierno de una manera peculiar. Entiende que gobernar, como decía Giulio Andreotti, “no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan”.

Y el presidente puede hacer estoy hasta más, por el hecho de que ha sometido a la oposición. Las consecuencias de que se aprobaran ciertas reformas sin conocer detalles, empiezan a asomar la nariz.

Vemos ahora, que el principal riesgo para el crecimiento y la estabilidad económica, viene en la nueva Ley de Competencia.

La legislación que se propone, es retrograda, al instaurar una figura de control de precios, impropia de una economía de libre mercado. Se trata de una legislación, que parece castigar el tamaño de las empresas y los mercados, apartando a la comisión de la función principal de castigar las prácticas monopólicas.

Se somete a esta comisión, en ciertos aspectos, a las decisiones del gobierno y deja en letra muerta la autonomía constitucional de esta. Además, se advierte el riesgo que representa la ausencia de límites en el poder de la CFC frente a las empresas y la escasez de medios de defensa de los particulares.

Los procesos reformadores exitosos, solo fueron parte del discurso. En los hechos y como lo he dicho muchas veces, la deficiente legislación secundaria no les permitirá llegar a ningún lado.

El presidente y sus aliados –algunos, sedicientes opositores- llevan el espejismo del futuro prometedor creado por las reformas, como su bandera política, porque quizá, como decía George Bernard Shau, “la política es el paraíso de los charlatanes”.

Porque es un grupo de charlatanes, el que dirigiendo a este país proponen y defienden una ley de competencia que atenta contra los competidores. El mismo grupo que consiguió sacar una reforma fiscal que atenta contra el crecimiento, contra el empleo, que subsidia al que no trabaja a costa del trabajador, que establece más programas sociales, solo con un ánimo clientelar.

Son estos charlatanes los que incrementaron el gasto, para ya no entregar decodificadores por el apagón analógico, sino que, coincidiendo con los importantes procesos electorales de este año y el siguiente, ahora el gobierno, va a regalar televisiones.

No han entendido que, como dijo Lord Macaulay, “un gobierno no debe hacer rico al pueblo, sino protegerlo, mientras este se enriquece por sí mismo”.

Si Peña Nieto actúa como actúa, es porque no hay oposición. Madero y “los Chuchos” están convencidos, sometidos  o quizá comprados.

Cambiaron el pacto por México por la ahora llamada “mesa central”, y pretenden seguir creando un monstruo al que le ponen el zapato izquierdo en la pierna derecha, solo que en esta mesa les ha fallado el cálculo. Ya no son tan importantes, pues el PRI, sus satélites y uno que otro senador en venta, serán suficientes para sacar las leyes secundarias, sin concederle nada a la oposición.

Peña Nieto manipula a las personas, a los partidos y los hechos. Analizando sus escasos logros, observamos un gobierno mediocre. Analizando sus pomposos discursos observamos un gobierno fanfarrón.
NO HAY CHAPO QUE NO SEA BRAVO…

Así dice un refrán que aprendí en el norte del país, por eso me sorprende que la detención de Joaquín Guzmán Loera fuera tan limpia y tan tranquila.

El cuerpo de seguridad personal del detenido, creado y entrenado por el extinto “macho prieto”, y que se caracterizaba por su crueldad y su poco miedo a la muerte, simplemente no apareció. Tal parece que si le hubieran mandado un citatorio, solito se hubiera presentado.

Algunos detalles se sabrán en estos días, pero esperemos que el gobierno actúe distinto a como se ha mostrado, es decir, que no le quite el mando criminal a unos, para dárselo a otros, como sucedió en el caso de los Zetas y el CDG, o lo que pasa en Michoacán, entre los templarios y el cartel de Jalisco, disfrazados de auto defensas.
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