Desafío

Por Rafael Loret de Mola

*Diferencias: Perdemos

*Izquierda sin Destino

*¿Espíritu Porfiriano?

Hay quienes, ante la crisis institucional que vive España por las protestas de miles de ciudadanos quienes no quieren ser señalados ominosamente como “súbditos”, observan paralelismos indiscutibles con estos hechos y el retorno hacia un presidencialismo todavía más autoritario, cooptadas las dirigencias partidistas y maniatados los gobernadores, a partir de la asunción presidencial de enrique peña nieto. Ya valoramos, en su momento, esta posibilidad que, poco a poco, fue consolidándose acaso porque subterráneamente los gastos políticos subieron, en proporción exacta, en la misma medida en que se reducen los egresos destinados a las obras de infraestructura básica.

Pese a ello, debe reconocerse que se está atendiendo al Distrito Federal, luego de la inauguración de la red eléctrica subterránea en el centro histórico de la capital, motivo por el cual el mandatario federal ha exhibido, sin rubor, simpatía y concordancia con el jefe del gobierno defeño, Miguel Ángel Mancera Espinosa, una de las cartas fuertes de la izquierda, no sólo del PRD subrayo, para encabezar la candidatura presidencial de esta línea en el 2018; esto es para la audaz competencia con Andrés Manuel López Obrador quien, desde luego, desiste de bajarse del caballo. Una especie de concordato con elementos oscuros pero que, a vista de la llamada opinión pública, demuestra la posibilidad de un pluralismo congruente y efectivo con derramas benéficas para gran parte de los capitalinos. De allí que peña se deshiciera en elogios para Mancera.

En el fondo, más que la dictadura “casi perfecta” como la llamó Mario Vargas Llosa cuando el PRI parecía en jaque, nuestro sistema bien podría reconocerse como una suerte de monarquía sexenal en la que el trono puede cambiar de color pero no de lugar ni de solidez. En este caso los ex monarcas (presidentes) cuentan con pensiones muy altas y privilegios como los de ser custodiados por elementos del ejército y del Estado Mayor Presidencial, en condiciones vitalicias. Además de ello, gozan de ingresos externos por las conferencias que dictan con pobres sentencias, en el mayor número de casos, y por sus servicios de asesoría sobre todo a las empresas multinacionales a las que brindaron toda suerte de privilegios durante sus respectivos mandatos; entre ellos, el más afortunado ha sido ernesto zedillo ponce de león, uno de los asesores de cabecera de felipe calderón a lo largo del sexenio de la violencia.

En México, entonces, el poder Ejecutivo apenas tiene contrapesos –el ejercicio de una crítica no exenta de riesgos, por ejemplo-, y además, de nueva cuenta, acapara la facultad de generar, casi en exclusiva, las iniciativas de reformas que más le conviene, relegando a los diputados y senadores de su función esencial de legislar. Otra vez, el mandatario es visto como “el gran legislador” en desdoro de cuantos integran sendas Cámaras y no pueden remontar los compromisos sellados de sus directivas. La usurpación de las funciones específicas para cada uno de los poderes de la Unión es muestra, evidente, del retorno a la antigua y dañina autocracia. Bien lo saben los nostálgicos del dictador que dominó la escena mexicana durante tres décadas.

En España, la sucesión real se ha caracterizado por los contrastes y los vaivenes de una sociedad irremisiblemente dividida. No se ha dado conciliación alguna entre los bandos involucrados en el enfrentamiento civil que arrojó a la muerte, sin sentido, a millones de hispanos hasta culminar con la tiranía de Franco a lo largo de treinta y nueve años. Por una parte, la célebre Puerta del Sol, corazón de Madrid y del curso de su historia, ha sido escenario de manifestaciones y plantones con voces a favor de la modernización política, esto es en pro de la instauración de la “tercera República”; pero, por la otra, el todavía monarca, Juan Carlos, acudió hace una semana a la plaza de toros de Las Ventas, en la llamada “corrida de la Beneficencia”, con un coso lleno hasta la bandera, y fue continua y largamente ovacionado. Sólo un grito, en contra, avivó a los presentes quienes señalaron al atrevido y le apremiaron a irse a casa; pero no lo hizo y aguantó el chaparral.

Aunque la familia real arrastra el desprestigio porque va a contracorriente de los tiempos y sus abusos generan una honda crispación, sólo una persona se atrevió a encarar al personaje que recibió una especie de relevo, segregando a su padre quien era el detentador de los derechos dinásticos, por parte de Franco cuya opción por la monarquía fue el sello con el que impuso su última voluntad sin explicar, jamás, por qué no había optado antes por la restauración. Luego, a su muerte, sería este mismo rey, ahora abdicado, quien reverenciaría el cuerpo del autócrata inclinando la cabeza ante el túmulo. Por eso, no puede decirse que se ha roto del todo el vínculo con el franquismo… cuya desaparición se sitúa en 1975, cuando falleció el “caudillo”, pero prosiguió incluso con intentos golpistas no mal vistos por “su majestad” cuya virtud fue la de revirar en segundos las operaciones militares sumándose a la causa constitucional e impidiendo llegar a mayores a los fanáticos de la ultraderecha.

Pese a todo, allá en España existe un parlamento dinámico y permanentemente en debate; como se supone debiera ser en los países democráticos. El presidente del gobierno ejerce éste desde sus espacios en sendas Cámaras a las que acude cotidianamente; esto es, si bien cuenta con una mayoría concertada que le permite ganar las discusiones, al mismo tiempo confronta a una vigorosa oposición, ahora desde la izquierda, que contrapuntea frecuentemente los discursos del funcionario y separa, eso sí, las actuaciones del jefe del Estado, el monarca que no es votado ni vota.

En México, el presidente autoritario vota y compra sufragios como bien sabemos. Pero, además, a partir del celebrado y también criticado “Pacto por México”, obtiene consensos y convergencias por parte de las directivas partidistas hasta conseguir los avales suficientes ara imponer sus reformas estructurales, perdida la correlación entre la ciudadanía y quienes debieran representarla como elemento fundamental de una democracia frecuentemente infamada por la demagogia. No funciona la autonomía del Congreso, anclada en un sectarismo que puede incluso inmovilizar las decisiones fundamentales o bien negociarlas bajo condiciones deleznables. No hay monarca que se someta a la Constitución sino un presidente que suele imponer su voluntad incluso trastocando los principios torales de la Carta Magna. ¿Qué resulta, entonces, menos agobiante?

Por supuesto, este columnista es contrario a la monarquía; pero igualmente lo es, o más, a la presidencia asfixiante que anula la representatividad popular y exalta a un pequeño grupo beneficiario del poder presidencial aun en casos de emergencia como los que se han dado a través de los regímenes recientes en nuestro país. ¿O ya olvidamos tan pronto los saldos sangrientos del calderonismo?¿Y los del peñismo que se estrellan, cada día, en nuestros ojos aunque pretendamos voltear la cara para no verlos? Quizá en esta circunstancia estriba la posibilidad de manipular al colectivo: el exceso de aguante de los mexicanos posibilita los abusos del poder.

No voy a negar que me sorprendió “el sentido” homenaje al Borbón en fase de finiquito, y en la plaza de toros más importante del mundo; pero, igualmente no me es dable digerir la displicencia, pintada de olvido, con la cual se observa a los más grandes predadores del país y no sólo hablo de los ex presidentes sino de no pocos políticos tránsfugas que impresionan a los ignorantes a costa de presumir de sabihondos al lado del icono de la izquierda. Sin memoria, no me cabe duda alguna, el pueblo mexicano estará, siempre, bordeando el abismo del estado fallido. Y es esto, precisamente, lo que muchos postulan debajo del agua.

Algo muy similar ocurre en España en fase de romperse a golpes de regionalismos que se fracturan hasta exaltar los reclamos soberanistas de catalanes y vascos. Y lo hacen, precisamente, en el mismo año en que la monarquía requirió renovarse, no para refrescar y modernizar el ajado rostro de España, sino para salvaguardar a los pillos de la familia real a cambio de retirarles sus estipendios y prerrogativas, no sólo salariales sino incluso hasta judiciales. Por eso se va Juan Carlos; por eso, en México, el retorno del PRI al poder ha sido un paso atrás. De una manera u otra acabamos perdiendo.

Debate

Lo que se ha convertido en referente universal es la contradicción perpetua de las izquierdas –así, en plural, como sentencia el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en fase de perder la mayor de sus virtudes: la congruencia-, lo mismo en nuestro país que en la monárquica España en donde, de acuerdo a las encuestas anteriores a la abdicación del zángano Borbón, el 49 por ciento de los hispanos apoyaban el modelo… acaso por temor a que un cambio radical, en la ruta hacia una República por ejemplo, los condujera, sin remedio, a una nueva confrontación fratricida. Las heridas siguen dividiendo porque nadie ha procurado cerrarlas.

He aquí el paralelismo más acentuado entre México y España: las dos naciones –sin considerar los reclamos independistas de catalanes y vascos-, están partidas por mitad: por un lado los liberales –allá les llaman republicanos-, y por el otro los conservadores –o monárquicos en la visión española-. Esta división sin resolución posible ha imperado sobre el destino, siempre bifurcada, de sendos pueblos que, por supuesto, en el fondo se inquietan en cuanto se habla de cambio. Recuérdese el éxito de ernesto zedillo, en el año de la barbarie –1994-, cuando se catapultó a la Presidencia gracias a los votos de diecisiete millones de compatriotas aterrados por los niveles de descomposición política y la posibilidad de que tales confluyeran hacia un estallido general; por ello se optó por el continuismo para alejar los “malos pensamientos”. Un grave pecado con una dolorosa penitencia.

Igual en España en donde perviven algunos decadentes franquistas –a contrapelo de la historia-, y sus descendientes, quienes lloran por la partida de Juan Carlos al tiempo de que la monarquía es apoyada…¡hasta por los socialistas del PSOE, obviamente rastreros y sin opciones políticas valederas! Las incongruencias afloran cuando se carece de una ruta certera hacia el establecimiento de un cambio serio y auténtico.

¿Quién dice que las emancipaciones son para siempre cuando se presenta a la aristocracia borbónica como “iberoamericana”? Esto es como si Latinoamérica, México incluido, aceptáramos el triste papel del vasallaje extendiendo el infamante gobierno virreinal. Y lo leí en “El País” –miércoles 4 de junio-.

La Anécdota

Quienes están de plácemes por la aparente victoria de la monarquía española –este columnista recomienda esperar los efectos de la abdicación real-, son cuantos apuestan por la vuelta de los restos de Don Porfirio, el dictador, aún enterrados en el Panteón de Montparnasse en París. Sería como el símbolo para favorecer la permanencia de los jefes de Estado más allá de sus períodos constitucionales. De hecho, la tendencia se ha agudizado al sur de nuestras fronteras.

Pero, ¿nos han consultado al respecto? Me temo que no, como sucedió con las célebres reformas empobrecedoras del peñismo. Extrañas democracias las de México y España, todavía vinculados, por desgracia, en cuanto a los intereses corporativos que superan los de la Corona a punto de pasar de una cabeza a otra testa.

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Web: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

EL PRIMER PASO PARA DERRIBAR EL MURO PRESIDENCIALISTA SERÍA LA AUTENTICIDAD DE LAS AUTONOMÍAS ENTRE LOS PODERES DE LA UNIÓN, TAL Y COMO SUGIEREN LOS VIEJOS JURISTAS CONSTITUCIONALISTAS. Y DE ALLÍ AL PARLAMENTARISMO PARA CONSOLIDAR LA DEMOCRACIA LIBERÁNDONOS DEL YUGO DE LAS MONARQUÍAS SEXENALES QUE YA PARECEN CADUCAS AUNQUE, EN ESTE MOMENTO, SE REFRENDEN.

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