La llamada noche trágica, abrió en Iguala, una herida que hizo que para los ciudadanos la tranquilidad sea sólo una apariencia
(N22) Hace unos días se cumplieron siete meses de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa y en Iguala de la Independencia, Guerrero, apenas se ven algunos grafitis en las calles, producto de los mítines y protestas que se realizaron a partir de los hechos del 27 de septiembre.
Ya perdí la cuenta de los viajes que he hecho entre el Distrito Federal e Iguala. Desde el 2006, soy una turista intermitente entre la ciudad en la que nací y la ciudad donde crecí. Regreso a Iguala, esta vez, sólo por un par de días, sabiendo que sus 40 grados de temperatura me golpearán apenas baje del autobús.
Camino por las calles del principal cuadro de la ciudad, las cuales están tapizadas de propaganda política que hacen creer que la vida sigue; todos los candidatos ofrecen la paz que fue arrebatada. Iguala, efectivamente está preparándose para volver a creer.
La tarde va cayendo y en la esquina de Alarcón y Zapata, un señor prepara pacientemente un raspado para mitigar el calor, se confunde entre gente, con los puestos de churros y chamoyadas que circundan el centro. Lo observo encorvarse hacia su bloque de hielo, hendir su raspador consecutivas veces, verter el hielo en una bolsa de plástico y agregarle jarabe de tamarindo, luego de amarrar la bolsita y meterle el popote, prosigue su camino.
Yo también prosigo la caminata hasta llegar a la Parroquia de San Francisco de Asís. Me siento en el atrio y sigo observando. La llamada noche trágica, abrió en Iguala, una herida que hizo que para los ciudadanos la tranquilidad sea sólo una apariencia y que la presencia de la gendarmería no sea suficiente.
Y a pesar de que la Fiscalía General del Estado afirma que la seguridad será reforzada durante el proceso electoral, la realidad es distinta: “sólo cuidan el centro, pero afuera, donde importa, la gendarmería sigue brillando por su ausencia”, me dice una señora que está vendiendo frituras en la esquina cuando le pregunto que cómo ve las cosas.
El plantón montado por los integrantes de la CETEG sigue en la Plaza de las Tres Garantías y los trabajos de reparación en la Palacio Municipal continúan como un recordatorio para el resto de los habitantes.
Desde esta paz impostada, Iguala, es una zona cero que como todas las zonas ceros, se reconstruye desde la esperanza.