México (PL) Más de una semana después de su espectacular evasión del penal del Altiplano, el jefe del cartel de Sinaloa, Joaquín «El Chapo» Guzmán, sigue siendo un fantasma que ensombrece la credibilidad del gobierno mexicano.
La afrenta solo podrá ser reparada con su captura, afirmó el presidente Enrique Peña Nieto, de regreso de una importante visita de Estado a Francia, la primera de un gobernante mexicano.
Pero mientras unos 10 mil agentes federales buscan al prófugo, analistas aquí consideran que la fuga del narcotraficante, a quien se le consideró el más buscado del planeta, fue un duro golpe político para la actual administración.
Un editorial de la última edición de la revista Siempre afirma que la «fuga perfecta» no solo fue vanguardista en lo arquitectónico e ingenieril (en referencia a la construcción del largo túnel subterráneo por el que se fue «El Chapo»), sino «también fue exacta en lo político».
El jefe del cartel de Sinaloa escapó por segunda ocasión de un penal de alta seguridad, pero esta vez cuando buena parte del gabinete federal volaba en dirección a París acompañando al presidente Peña Nieto.
La evasión provocó el regreso anticipado del ministro de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, para dar la cara ante la opinión pública y encabezar la cacería del capo y la investigación de las complicidades implícitas en el hecho.
Si el crimen de Iguala, ocurrido en septiembre pasado, conmocionó al país al evidenciar el flagelo de las desapariciones forzadas y la penetración de estamentos públicos por el crimen organizado, la fuga de Guzmán humilló a México y demostró la fragilidad del Estado.
Con su escapada Guzmán reafirmó que México vive una guerra y que el enemigo público número uno es el narcotráfico y sus agrupaciones criminales, que incluso han arrebatado el control de territorios a las autoridades, asegura la periodista y dirigente política del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el gobierno, Beatriz Pagés.
El poder oculto de los narcotraficantes opera en instituciones políticas, públicas, empresariales, en el poder judicial, el sistema penitenciario y otros espacios pese a que el gobierno de Peña Nieto ha llevado a la cárcel a no pocos de los principales jefes del crimen organizado, muchos de ellos tras los muros del penal del Altiplano.
Sin embargo, especialistas y periodistas llaman la atención que el descabezamiento de algunos de estos grupos no se traduce en su desarticulación y, en más de una ocasión, es seguido por el desencadenamiento de olas de violencia como la que ocurrió el pasado 1 mayo en Guadalajara, estado de Jalisco.
La fuga de «El Chapo», incluso, pudiera tener repercusiones en las relaciones con Estados Unidos, que hace unos meses pidió su extradición. Según medios de prensa, ese reclamo fue rechazado por las autoridades mexicanas bajo el argumento de que el capo debía pagar sus crímenes en el país.
Para Edgardo Buscaglia, presidente del Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia, Guzmán no fue entregado a la justicia estadounidense por el temor a que revelara sus vínculos con políticos y empresarios nacionales relacionados con el narcotráfico.
Subrayó su extrañeza respecto a que durante los 16 meses que «El Chapo» estuvo recluido, no se practicaran detenciones de políticos y hombres de negocio en distintos estados del país donde opera el cartel de Sinaloa.
Por el contrario, con su evasión esa agrupación delictiva podría expandirse más allá de los casi 60 países donde está presente, apunta Buscaglia, para quien «El Chapo» tiene como proyecto crear una red de redes hemisféricas.
Es un coordinador de coordinadores, teje alianzas con otros grupos criminales con una facilidad asombrosa. Su cartel ha absorbido a través de alianzas a otras organizaciones que antes trabajaban con el cartel de Juárez, el de Tijuana y otros. También tiene gran capacidad para resolver conflictos, asegura el también autor del libro Vacíos de poder en México.
Miles de toneladas de marihuana, cocaína y metanfetaminas son introducidas anualmente en Estados Unidos por el imperio de «El Chapo» a través de túneles, aviones, submarinos y los conocidos transportadores como mulas.
La ciudad de Chicago lo volvió a considerar el enemigo público número uno pues en esa populosa urbe estadounidense se presuma la existencia de centros de operaciones de diversos carteles criminales mexicanos, en particular el de Sinaloa.
No por gusto varios países centroamericanos blindaron sus fronteras tras conocerse que Guzmán está en la calle. Su agrupación criminal se infiltró a través de empresas fantasmas, lavado de dinero y producción y trasiego de drogas en naciones como Guatemala, El Salvador, Honduras, Panamá y Costa Rica.
El fantasma de «El Chapo» tiene trascendencia regional e internacional, pero también trae implicaciones para el proceso de reformas estructurales con las que el gobierno de Peña Nieto pretende atraer inversión y tecnologías foráneas.
Su escape supone mensajes respecto a las condiciones de seguridad, transparencia y confianza para el capital internacional frente a las ofertas como las que estuvieron en la Ronda Uno de la reforma energética, relativa a exploración y explotación de hidrocarburos en aguas someras del golfo de México.
La primera subasta de la Ronda Uno ocurrió cuatro días después de la escabullida del capo. Solo dos de 14 licitaciones tuvieron éxito. Las empresas extranjeras se abstuvieron de participar esta vez, probablemente por los bajos precios del petróleo, aunque quizás pesaron también otras preocupaciones relacionadas con la violencia y el poder del crimen organizado.
México: el fantasma de «El Chapo»
Por Orlando Oramas León