La Habana (PL) La figura del artista plástico Andy Warhol (1928-1987) nunca escapará a la polémica de si en realidad sus creaciones son transformadoras obras maestras o meros intentos de glorificación personal, incluso a casi 90 años de su nacimiento.
Warhol estaría cumpliendo hoy 87 años, tras ver la luz allá en su natal Pittsburgh, en Estados Unidos, donde se crió y encumbró su pop-art, pese a que su árbol genealógico se remontara a la lejana Eslovaquia.
En efecto, su nombre de nacimiento era en realidad Andrew Warhola Jr, hijo de un matrimonio eslovaco que nunca imaginó que entre las cuatro paredes de su modesta casa tenían a uno de los hombres que más supo sacar provecho a las magias visuales de la cotidianeidad.
El joven Andy no tuvo una infancia fácil, ni tan siquiera una a la que se le podría etiquetar con esa trivial clasificación de «normal», ya que en sus primeros años de vida sufrió de diversas afecciones de salud.
Entre ellas destaca un raro padecimiento denominado Corea de Sydenham, el cual lo obligaba a realizar bizarros movimientos involuntarios con sus extremidades, así como otros que no permitían que su piel se pigmentara adecuadamente.
Tales enfermedades le llevaron a recluirse por largos períodos en su habitación de las calles Belen o Dawson, las dos moradas de su primera juventud, en las que se formó su introvertida y creativa personalidad.
Para pasar el tiempo Andy recolectaba retratos de celebridades, así como sus autógrafos…un anticipo del tipo de artista que sería en los años por venir, al cual la mera imagen de la omnipresente actriz Marilyn Monroe o una lata de sopa Campbell le servirían de inspiración.
Pese a que muchos creen que los impulsos de Warhol por crear son enteramente empíricos, lo cierto es que estudió Arte comercial en la Carnegie Mellon University, de Pittsburgh.
EL ARTISTA QUE CONOCEMOS
En la cronología de su vida, quizá el año 1950 podría ser definido como el inicio de la carrera del creador que llega a nuestros días, cuyas obras están entre las más valoradas en cada subasta de los últimos tiempos: el cómodo visionario.
Dicho calificativo podría parecer un tanto discriminatorio, pero es en realidad un elogio a un joven que supo ver el arte donde otros sólo veían imágenes planas, o en el mejor de los casos buenas fotografías o retratos.
Ejemplo de esto son sus obras más encumbradas, como una serie de 32 latas de sopa Campbell (1962), en la cual Warhol dibujó distintas variedades de los contenedores de dicha sopa y la cual es, sin lugar a dudas, una de las más reconocibles imágenes del arte moderno o pop.
La ya citada Marilyn Monroe fue otra de las muchas celebridades que Warhol plasmó con su particular visión en lienzos abstractos en los que también aparecen otras celebridades como Elvis Presley, Marlon Brando, Muhammad Ali y Elizabeth Taylor.
Pero no sólo de reproducir caras famosas de forma ingeniosa se trata la obra del artista de la plástica, ya que la más insignificante de las insignificancias podía detonar su lado creativo: una botella de Coca-Cola, billetes de dólares estadounidenses, sillas eléctricas y un sinfín de objetos aparentemente llanos.
También incursionó en el cine como medio, aunque adaptándolo a su particular modo de ver la vida, como aquel que se basaba en una película de seis horas donde sólo monitoreaban el sueño de un reconocido poeta, John Giorno.
Aun así, produjo más de 60 filmes y 500 «pruebas de pantalla» en blanco y negro con las más disímiles temáticas, además de destacar en otras áreas como la escultura y la fotografía.
La notoriedad que alcanzó en la década de 1960 le sirvió para formar su propia galería, a la cual denominó La Fábrica y por donde pasaron los más importantes artistas del firmamento creativo norteamericano en aquel entonces.
Precisamente en su nicho artístico sucedió uno de los más lamentables incidentes de su fructífera vida, ya que en 1968 un miembro descontento de La Fábrica, la inestable Valerie Solanas, disparó contra Warhol propinándole serias heridas en el endeble cuerpo.
«Antes de que me disparasen, siempre pensé que estaba un poco más para allá que para acá. Siempre sospeché que estaba viendo la tele en vez de vivir la vida», así de compleja y retorcida era la psiquis de un hombre que, genio o no, aún logra exasperarnos cuando nos situamos frente a una de sus osadas creaciones.
Andy Warhol, el cómodo visionario
Por Por Damián Estrada