Geraldine Chaplin y La Habana: romance a prueba de tiempo

Por Cosset Lazo Pérez*

La Habana (PL) Corría la década de 1980 cuando La Habana abrió sus brazos por primera vez a la actriz británico-estadounidense Geraldine Chaplin, así comenzaba un intenso y duradero romance capaz de vencer el inexorable paso del tiempo.
Esta mujer sencilla y afable entregó su corazón al azul del mar caribeño y reconoció en la brisa tropical el encanto que la haría regresar una y otra vez a la capital cubana.
«Para mí La Habana es romance, aquí fue concebida mi hija», dijo la actriz a Prensa Latina durante un diálogo en el contexto del XXXVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, celebrado del 3 al 13 de diciembre en Cuba.
Solo unos minutos fueron suficientes para constatar la grandeza de la artista que conquistó a los cinéfilos locales con su impecable desempeño en el largometraje Cría Cuervos, del realizador español Carlos Saura, premiado en el Festival de Cannes de 1976.
Su soltura, acentuada por la chispa de una alegría perenne en la mirada, recordaba a
cada instante que por sus venas corría la misma sangre de quien revolucionó el cine en la primera mitad del siglo pasado: el gran Charles Chaplin.
Durante la conversación no podían faltar detalles de cuánto influyó en ella la figura de su progenitor, autor de obras cumbres de la cinematografía mundial como La quimera de oro (1925), Tiempos modernos (1936) y El gran dictador (1940).
«Mi padre ha abierto todas las puertas para mí, este apellido es mágico porque no solo fue el gran genio del cine, sino el hombre más querido del séptimo arte», aseveró la actriz.
Con la humildad de una verdadera estrella, la intérprete no hace gala de su probado talento, reconocido en 2002 con el Premio Goya a la Mejor Actriz de Reparto por su trabajo en la cinta En la ciudad sin límites, del cineasta español Antonio Hernández.
Entre risas y bromas adelantó a Prensa Latina que en los primeros meses de 2016 comenzará a filmar dos películas, una dominicana titulada De momento y otra francesa, en la cual encarna a una abadesa cruel y repelente.

ENTRE SUS MANOS, EL PRECIADO CORAL NEGRO
El romance entre Geraldine Chaplin y La Habana tuvo un capítulo inolvidable cuando recibió -en la gala inaugural del XXXVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano- el Premio Coral a la Mejor Actuación Femenina por la película Dólares en la arena, concedido en la penúltima edición del evento.
La intérprete cubana Daysi Granado puso el preciado lauro en las manos de quien debutó en el séptimo arte mediante la película Candilejas (1952), dirigida por su padre.
«Hace un año espero por ti», confesó al besar el coral negro, máximo galardón del encuentro cinematográfico más importante de Cuba, instituido en 1979 bajo la cuidadosa mirada del intelectual Alfredo Guevara.
Chaplin presidió por primera vez el jurado de ficción de la cita fílmica en la cual concursaron 23 largometrajes, 22 medio y cortometrajes, 21 óperas primas, 36 documentales, 33 animados, 24 guiones inéditos e igual número de carteles.
«En el festival compitieron películas de alta calidad, por lo cual decretar un premio fue muy difícil», sostuvo la intérprete al reiterar su admiración por la cinematografía de la región porque -a su criterio- todo lo interesante sucede en América Latina.
De acuerdo con Chaplin, el cine latinoamericano va en constante ascenso porque difiere de la producción fílmica de Estados Unidos que mayormente apuesta por la masividad y también de los audiovisuales europeos, por momentos deprimidos.
Considerada una de las actrices más talentosas de las últimas décadas, nació en Estados Unidos en 1944 y a los ocho años emigró con su familia a la localidad suiza de Vevey para después trasladarse a Reino Unido.
Posteriormente, se incorporó al Royal Ballet School de Londres para convertirse en bailarina, carrera que alternó con la de modelo y con actuaciones esporádicas como payaso en el circo Medrano de París.
Su desempeño en el papel de Cenicienta en el Teatro de los Campos Elíseos (1963) y la intervención en la obra La loba (1968), constituyen hasta el momento sus únicas incursiones teatrales.
Chaplin llegó al séptimo arte de la mano de su padre y hermanos en la película Candilejas para después reafirmar sus habilidades histriónicas en las cintas Secuestro bajo el sol (1964) y Doctor Zhivago (1965).
El encuentro con el cineasta español Carlos Saura, a quien permaneció unida profesional y sentimentalmente hasta 1979, resultó determinante en el desarrollo de su carrera cinematográfica.
Bajo las órdenes de Saura rodó nueve filmes que se inscriben en la corriente del nuevo cine español, contrario a los convencionalismos de la época. Entre ellas pueden citarse: Peppermint frappé, Ana y los lobos, Cría cuervos, Elisa, vida mía y Mamá cumple cien años.
Además, su versatilidad le ha permitido trabajar con reconocidos realizadores como los estadounidenses Robert Altman, Alan Rudolph y Martin Scorsese, el francés Alain Resnais, el suizo Daniel Schmid y el español Pedro Almodóvar.
A sus 71 años, la hija de Charles Chaplin camina sin enaltecerse, quizás imperceptible a los ojos de quienes la imaginan distante como una estrella, sin saber que si de astros se trata, La Habana y la actriz resplandecen juntas en un añejo romance a prueba de tiempo.

*Periodista de la Redacción Cultura de Prensa Latina.

Deja tu comentario