Por Ruth Lelyen *
Nueva Delhi (PL) Por increíble que parezca, en el Golfo de Bengala se localiza una isla, llamada Centinela del Norte, cuyos pobladores se mantienen sin contacto con la civilización desde sus orígenes, lo que la convierte en uno de los últimos reductos de la prehistoria humana.
Administrada oficialmente por la India, la isla forma parte del archipiélago de Andamán ubicado en el océano Índico, pero no ha podido ser explorada por métodos modernos ya que sus habitantes se muestran hostiles ante cualquier tipo de interacción con extranjeros.
Lo que sí se conoce es que tiene una extensión de 72 kilómetros cuadrados y que está formada por bosques rodeados de largas playas, sin puerto natural que permita el acceso al territorio y una barrera coralina que dificulta la navegación en sus aguas.
Con todos estos obstáculos naturales y una reclusión absoluta, no es de extrañar que la tribu Centinela no evolucionara a la par de los distintos grupos humanos del planeta, manteniéndose básicamente en el estado de recolectores-cazadores.
Se estima que el número de centinelas oscila entre 50 y 400 individuos, y pertenecen a la etnia de los negritos, del grupo racial australoide, los cuales son considerados los pobladores más antiguos del sudeste asiático.
Las pocas imágenes y videos obtenidos a los largo del tiempo los describen de baja estatura, piel de color oscuro, cabello ensortijado y aparentemente zurdos en el uso de las manos.
Suelen estar desnudos o cubriendo sus cuerpos con bandas de fibra, y se pintan la piel con figuras abstractas que remedan el arte rupestre.
A la manera de nuestros antepasados de la Edad de Piedra, los centinelas subsisten a través de la caza, la pesca y la búsqueda de plantas silvestres que utilizan como complemento alimenticio, aunque no hay evidencias de desarrollo agrícola ni de que sean capaces de hacer fuego.
El poco crecimiento demográfico muestra a todas luces que esta tribu enfrenta condiciones vitales extremas, de no ser así, habrían agotado ya los recursos naturales y buscarían formas de expandirse.
Si bien se cuentan entre las cerca de 100 tribus aborígenes aisladas del planeta, la mayoría de las cuales habita en Papua Occidental y en los territorios amazónicos de Brasil y Perú, los centinelas son considerados excepcionales por permanecer completamente separados de todo grupo humano.
El resto de estas tribus que aún mantienen formas de vida primitivas hicieron contacto, por menor que fuera, con otros pueblos, y por ello constituyen culturas cambiantes y dinámicas que preservan sus lenguas y tradiciones, desarrollando habilidades y sistemas de conocimiento.
En cambio, los centinelas, como consecuencia de su aislamiento natural y de una hostilidad intrínseca, pueden ser considerados un pueblo virgen, que no recibió influencia alguna de otras culturas del orbe.
A pesar de que históricamente se realizaron incursiones a las distintas islas que conforman el archipiélago y desde el siglo XVIII británicos e indios colonizaron la región, nadie consiguió abrirse paso en esa ínsula, pues sus pobladores respondieron con extraordinaria fuerza.
Incluso las otras tribus que habitan en la zona consideran el idioma centinela ajeno e incomprensible, lo que sugiere un aislamiento que se remonta a cientos o quizás miles de años.
Este lenguaje permanece sin clasificar por los científicos ya que, por una parte, no existe modo de acceder a la isla y comunicarse con los nativos para su estudio, y por la otra, no parece tener relación con ninguna de las ramas lingüísticas vecinas.
La India trató durante mucho tiempo de establecer contacto con esta tribu por razones científicas y con el objetivo paternalista de ayudarlos a desarrollarse; sin embargo, en la primera misión antropológica de 1967, los pobladores se escondieron en la jungla.
Semejante suerte corrieron las campañas posteriores, al punto que en 1974 un fotógrafo de la National Geographic fue herido de un flechazo en la pierna mientras intentaba realizar un documental titulado «El hombre en busca del hombre».
Veinte años más tarde el renombrado antropólogo Trilokinath Pandit, exdirector de la Anthropological Survey of India, logró los primeros y únicos contactos pacíficos de los centinelas con un ser humano foráneo.
Tras huir de repetidos flechazos y dejar atrás regalos de metal y cocos, pudo acercarse a los nativos, quienes lo desnudaron y lo observaron con curiosidad, lo que le permitió vislumbrar algunos elementos básicos de su cultura.
A fines de los 90 del pasado siglo, el gobierno indio decidió respetar el estado de aislamiento de Centinela del Norte, declarando la exclusión oficial del área y adoptando medidas que protejan dicho territorio.
Los aborígenes de las restantes islas que conforman el archipiélago se enfrentan a realidades comunes a los pueblos que fueron violentamente despojados de su cultura, como son la drástica reducción de poblaciones, la explotación y abuso sexual por parte de los colonos, la aparición de enfermedades y el alcoholismo, entre otras.
Teniendo en cuenta esta situación, medios de prensa nacionales alabaron la decisión de ceder la autonomía completa de la isla a sus pobladores sin interferir, salvo una supervisión aérea ocasional para garantizar que la tribu permanezca saludable y vital.
La tribu Centinela constituye una de las últimas y más genuinas expresiones de la Edad de Piedra en el planeta, por lo que los científicos consideran importante proteger y preservar esta cultura primitiva, incluso si, irónicamente, eso signifique que los eruditos y en general la civilización no tengan acceso a ella.
*Corresponsal de Prensa Latina en la India.