La Habana (PL) La alharaca de los medios sobre las jornadas de premios a producciones cinematográficas casi provoca una pérdida de la conciencia en la mayoría de los espectadores, quienes acuden a las salas siguiendo el halo de las críticas.
En esa oleada, The Revenant (El renacido), del director mexicano Alejandro González Iñárritu, ha sido más que mencionada gracias a tres Globos de Oro endosados a inicios de año y 12 nominaciones a los premios Oscar de la Academia de Cine de Hollywood.
No obstante, su favoritismo decayó en la última semana cuando la crítica estadounidense optó por Spotligth como mejor película, colmó de premios a la historia distópica de Mad Max: Furia en la carretera, y guardó para The Revenant los lauros para el mejor actor, a manos de Leonardo DiCaprio, y para la fotografía de Emmanuel Lubezki.
Los espectadores, con menos compromisos, escogieron lo mejor del filme -que también es bueno- sin las altisonantes sobrevaloraciones.
The revenant se traza sobre la trama de Hugh Glass, un cazador de pieles interpretado por Leonardo DiCaprio que habita el siglo XIX en la región demarcada en la actualidad como Dakota, en Estados Unidos, cuando es atacado por una osa y luego abandonado por sus atormentados compañeros, entre los que se cuenta el asesino del hijo de Glass.
Ergo, sobreviene un recorrido angustioso y adolorido movido por los deseos de venganza y por una moral trashumante, dos impulsos tan viejos como el cine, que vuelven sobre el celuloide para hincar los ijares de una fórmula al parecer todavía con las suficientes energías como para llamar la atención.
En su defensa, Iñárritu acude a sus signos para narrar -los mismos desde su debut con Amores Perros hasta la aclamada y oscarizada Birdman- y construye la nueva película unas veces sobre largas secuencias y otras sobre planos contrapuestos que soportan la carga dramática.
Nada nuevo, dirán algunos, pero bastante ilustrativa sobre los impulsos creativos del mexicano que se deja arrastrar por caminos más experimentales.
Escenas naturales grandilocuentes, así como pequeñísimos detalles cuidados por el fotógrafo y coterráneo de Iñárritu, Emmanuel Lubezki, otorgan equilibrio en el concierto de escenas violentas, desoladas, roñosas y mugrientas.
Lo anterior resulta a todas luces un ejercicio de regocijo en el cine para ambos creativos sobre quienes la experiencia de Birdman parece no ejercer ninguna presión para lograr tomas únicas, bellas e inhóspitas hasta el límite de la naturaleza.
En tanto, la banda sonora a cargo Ryuichi Sakamoto y la mezcla de sonido exaltan a la perfección la historia de Glass, cuya interpretación merece otros acordes.
Iñárritu asumió el desarrollo de una idea antes despreciada por otros dos directores y se hizo rodear de expertos como «El Chivo» Lubezki y Sakamoto y también de editores, y maquillistas, y actores entre los cuales descuellan DiCaprio y Tom Hardy.
Tras el Globo de Oro al mejor Actor Dramático y el premio de la crítica estadounidense, muchos ven más cortas las distancias entre Leonardo DiCaprio y el tantas veces augurado Oscar, un premio ansiado por algunos círculos especializados y por sus seguidores, más que por el propio actor.
Antes, en Lobo de Wall Street, DiCaprio fue explícito sobre sus capacidades histriónicas, resueltas nuevamente en esta otra película por si quedaba algún vestigio de duda.
DiCaprio logra, otra vez, una actuación sorprendente, capaz de infundir al espectador los sentimientos y penurias soportados por el personaje, por lo cual trasciende.
Su contraparte, Hardy, se adueña de la personalidad perturbada de Fitzgerald, a la que agrega señas de un lenguaje peculiar, en tanto DiCaprio lleva todas las palmas por un explorador meditabundo y lacónico, aferrado a su hijo como a la vida, y atravesado por la agonía.
Cierto es que ambos lograron emplearse hasta el fondo de su
capacidades, DiCaprio y Hardy, y también el resto del elenco y el equipo de realización, quienes grabaron en condiciones muy adversas.
De momento, en el universo de los premios, The Revenant goza del influjo -que unos llaman estado de gracia- de su director cuyos códigos cinematográficos resultan cada vez más evidentes dentro del cine comercial.
Y tal vez sea esto último lo más importante.
The Revenant: razones para catalogar
Por Alain Planells