En EE.UU. también hay explotación laboral infantil

Por Luis Beatón*

La Habana, (PL) En Estados Unidos, políticos y empresarios ocultan uno de los
tantos males que afectan a millares de niños en el país: el trabajo infantil.
El 12 de junio de 2013, Día Internacional contra el Trabajo Infantil, el secretario de Estado, John Kerry, apeló a la comunidad internacional desde Washington con un llamado urgente a «rescatar» a los más de 220 millones de niños que son explotados en todo el mundo ante la mirada indiferente de sus gobiernos.
«Queremos que nuestros aliados se unan al compromiso que hemos contraído con esos millones de niños para que se adopten políticas que eliminen el trabajo infantil», dijo el jefe de la diplomacia estadounidense.
Kerry esgrimió un argumento con el que su diplomacia saca a menudo los colores a países en desarrollo y cuestiona el sistema productivo de potencias emergentes.
Pero, qué ocurre en la mayor economía del mundo, donde la desigualdad de ingresos y de riqueza creció marcadamente desde que estalló la crisis financiera en el 2008.
La sociedad estadounidense desconoce la explotación laboral que enfrentan los niños del campo y encuentra difícil creer que se emplee mano de obra infantil en los campos, detalló Reid Maki, coordinador del la organización The Child Labor Coalition (CLC).
Por ejemplo, los estados de Carolina del Norte, Kentucky, Tennessee y Virginia son responsables de la producción del 90 por ciento del tabaco del país y, en ellos, se ubican grandes granjas que emplean a adolescentes para cortar las hojas de las que luego saldrán los cigarrillos.
Millares de criaturas que laboran en sembradíos de tabaco soportan náuseas y mareos por los efectos de la nicotina y ofrecen una imagen no imaginable de la primera potencia mundial, que se resiste a renovar las leyes de trabajo infantil en la agricultura.
El panorama que enfrentan los menores en muchos estados se asemeja a lo que puede ser reflejo de siglos atrás cuando uno de cada seis menores participaba en labores agrícolas.
En California, el estado número uno en producción agrícola en el país, hay una gran incidencia del trabajo de los menores de edad, en especial en una fuerza laboral en la cual más del 70 por ciento son inmigrantes indocumentados, en su mayoría mexicanos.
En los últimos años ante la escasez de mano de obra y con el reforzamiento de la persecución a los inmigrantes, la tasa de nuevos trabajadores agrícolas llegó a ser cero, y por ello muchos voltearon su mirada para los niños como fuerza de trabajo emergente.
Según el Departamento de Trabajo de Estados Unidos un trabajador debe tener por lo menos 14 años para hacer labores agrícolas y no se permiten trabajos arriesgados si se tiene menos de 18 años.
Sin embargo, esas disposiciones no se respetan y es frecuente que menores de edad trabajen jornadas de 12 a 14 horas diarias, sentados en cuclillas y hasta instruidos a que si llegan extraños o autoridades deben dejar de trabajar para no llamar la atención.
Agachados, entre cultivos de fresa o cajas de uvas, decenas de niños trabajan en los campos de California, una abundancia de menores que en contraste no se refleja en el Programa de Educación Migrante (MEP) que perdió más de 20 mil alumnos en años recientes, porque deben trabajar para ayudar a sus familias.
Pese a que la ley federal de normas razonables del trabajo (FSLA) prohibió el empleo de mano de obra infantil desde 1938, aun hoy los empleadores contratan a menores.
A esa edad, cuando prácticamente comienzan a vivir, están expuestos a los pesticidas que causan problemas de crecimiento o déficit de atención y los accidentes de trabajo están a la orden del día entre ellos y se sabe de casos de menores que han fallecido por la exposición a químicos, según denuncias de grupos de derechos humanos.
Estadísticas indican que sólo en 2009, más de 15 mil niños sufrieron una lesión seria mientras trabajaban en la agricultura; en 2006, otros tres mil 600 quedaron afectados de por vida, el 26 por ciento de ellos tenía más de 10 años, sin contar que más de 690 perdieron la vida en el campo.
Cifras conservadoras señalan que cerca de un millón de menores de edad trabajan en la agricultura estadounidense y son una parte importante de la fuerza laboral en el sector.
La Asociación Nacional de Centros Comunitarios de Salud estima que el 38 por ciento de los trabajadores agrícolas son mujeres y niños menores de 14 años, pese a que el empleo en esas tareas es considerado uno de los más peligrosos en el país.
Al respecto estadísticas aseguran que la mortalidad infantil representa cerca del 20 por ciento de la totalidad de los accidentes fatales en establecimientos agrícolas.
Un especial destaque tienen los niños y niñas que trabajan en las plantaciones de tabaco, los cuales son vulnerables al envenenamiento por nicotina, especialmente cuando manipulan las hojas húmedas.
Según la organización Human Rights Watch (HRW) niños y niñas, a veces de tan solo 12 años, la mayoría de origen latinoamericano, trabajan en las plantaciones de tabaco en Carolina del Norte, Kentucky, Tennessee y Virginia y sufren de una intoxicaciónconocida como la enfermedad del tabaco verde (GTS, en inglés), al estar expuestos a la nicotina.
La mayoría son hijos de inmigrantes hispanos y, aunque muchos obtuvieron la ciudadanía estadounidense por nacer en el país, todos carecen de protección, no hay casi herramientas para ayudarlos ni programas federales para ellos.
Activistas y defensores de los derechos de los jóvenes califican el trabajo de los menores en el país como una forma de esclavitud moderna, en la cual es común que los «niños jornaleros» se alojen en barracones de chapa o casas prefabricadas, en campamentos tan precarios como los que se ven en países tercermundistas.
Es una forma de esclavitud moderna porque no ganan suficiente para vivir y, desde luego, no ahorran ni progresan. Los niños van de un lado para otro, sin elección, cambiando de ambiente, opinó una activista.
Por otra parte, la tasa de mortalidad por accidente laboral en el campo es ocho veces más alta que la media, según informa HRW, destacando que los niños no disponen de la protección ni las medidas de seguridad adecuadas.
Esa organización estima que miles de menores, en su mayoría hijos de inmigrantes latinoamericanos, trabajan hasta 50 y 60 horas semanales solo en las plantaciones de tabaco, sin contar los millares que están en otras labores no menos peligrosas.
Ante este panorama, suena hueco el llamado urgente hecho en 2013 por Kerry rescatar a los pequeños jornaleros en el mundo, sin antes lanzar una mirada hacia lo interno de su país.
*Periodista de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina

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