VersodestierrO: POEMAS DE GUSTAVO ALATORRE

Yo te recuerdo desnuda junto a esta cama, como esas flores que penden entre el asombro y el precipicio.

Nocturno

(Tercer tango, para decir a oscuras…)

 

Yo te recuerdo desnuda porque las flores hermosas

siempre han sido así. Y las enfermas y las calizas,

las que parecen de piedra como el corazón de un niño

y las que duermen junto a los ebrios, y las que arden de día

por perfumar la noche,  y las que sueñan sin tener ojos

y las que muerden por las espinas y las que son al fin mortales.

Yo te recuerdo desnuda junto a esta cama,

como esas flores que penden entre el asombro

y el precipicio.

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Ya no es Bagán quien te sostiene o el viento,

ni  esta lluvia que ha mojado la calle de Juárez y tu rostro,

o  los pasos que han quemado las esquinas y las puertas

hasta llegar al  hotel y decir:
“He aquí a una mujer que alguna vez fue ángel

o esfinge de la belleza, he aquí su palabra de música

cuando cierra los ojos

y entra en su rostro el mar,

el tigre de su espalda que se eriza con el viento de afuera”.

 

Porque su voz presume el tacto de la rosa,

yo la escucho cantar;

mis oídos son el juego de arabesco de su lengua,

el crepúsculo de su rostro es un incendio que apago,

que borro muy despacio en el espejo, en la ventana

donde dejó el estigma sus labios.

 

Voy a perder con ella este  mundo que ahora tiro a la suerte,

la tarde que hemos dejado allá afuera

como moneda girando en la pirueta de plata que nos brilla,

voy a tocar su cuerpo, voy a decir su nombre

para enfadar a las flores

y darles sepultura.

                                                    Eneas:

Hoy ha pasado el viento derrumbando trenes y viejas estaciones donde el niño que fuiste agoniza, hoy ha venido el viento y  la nostalgia de tu hermana ha coloreado el sol y lo ha pintado triste, como una fiera compañía de sueños, como un tigrillo a punto de morirse calcinado. Cómo pesa el abismo de revisar las fotos que dejaste, da miedo otear el rostro acompañado del espejo, asomarse a la ventana y ver que el día existe, que existen las nubes, que los colores de la tierra y que tus ojos no volverán a ver mi rostro.

 

Me subo al tren del abandono y un hombre, carcelero de mi cuerpo, me despierta: hay que enterrarte, Eneas, hay que dar pasto de nostalgia y rabia de belleza a muchas flores. Hay que tomarte de la mano, hay que enseñarte el río de los nombres, las aves que ya no viste, el cielo y el sostenido astro,

el corazón que no sentiste de esta tierra.

(del libro: Epístolas Mayores o El Libro de la Oscuridad, Versodestierro,  2015)

Gustavo Alatorre nació en la Ciudad de México en 1979. Estudio letras en la UNAM, es poeta y ensayista, tiene publicados los libros Guardar del infierno, Epístolas mayores y El derrumbe amoroso entre otros. Realiza desde hace 8 años el Encuentro Nacional de Poesía Max Rojas 

 

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