La Habana (PL).- La historia del olimpismo está repleta de atletas impresionantes, hombres y mujeres de disímiles nacionalidades que se apartan de lo estándar, lo común, y tejen sus hazañas en los lienzos de lo sobrenatural y extraordinario.
Un ejemplo fiel de lo real maravilloso en el deporte es, sin duda, Larissa Latynina, la primera superestrella mundial de la gimnasia artística.
Nacida en 1934 en la ciudad de Kherson, Ucrania, por aquel entonces Unión Soviética, Latynina es una leyenda viviente, una fábula, sus registros parecen obra de la ficción. En tres Juegos Olímpicos conquistó nueve medallas de oro, cinco de plata y cuatro de bronce, 18 en total, la mayor cantidad para cualquier mujer, incluso, solo es superada por un hombre, el nadador estadounidense Michael Phelps (22).
La historia de Larissa es digna de una novela: creció en medio del gobierno de Iósif Stalin y sufrió -junto a su familia- la invasión fascista de Adolfo Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, pero, como todos los elegidos, siempre vio la luz al final del túnel, primero en forma de ballet y luego disfrazada de gimnasia.
Resulta que a los 11 años entró al ballet, pero el estudio cerró en 1946 y su destino cambió drásticamente, dejando la finura de la danza clásica por la exigente vida de la gimnasia.
Su carácter fuerte, a prueba de balas, le abrió un espacio en el poderoso equipo soviético de la época. Su talento sin par y su encanto enamoraron a los entrenadores. Su estilo de líneas clásicas y posturas esbeltas sometieron a los expertos, quienes, a sus pies, solo lanzaban loas y alabanzas para describir tan brillantes aptitudes.
Entonces llegaron las Olimpiadas de Melbourne-1956. Latynina ya no era una niña. Llegó a suelo australiano con el palmarés de campeona mundial por equipos, título alcanzado dos años antes en Roma, con la grandiosa escuadra de la hoz y el martillo.
En Melbourne arrasó. Se consagró como la mejor gimnasta del mundo con un botín excepcional de cuatro medallas de oro, al imponerse en las pruebas del All Around, caballo de salto, ejercicios de manos libres y por equipos, además de asegurar la presea de plata en asimétricas, y el bronce en barra de equilibrio.
Ese fenomenal desempeño le abrió las puertas al estrellato, al extremo de ser considerada por los especialistas como la gran figura de la gimnasia artística moderna, «título nobiliario» que cedería tiempo después a la fuera de serie rumana Nadia Comaneci, la niña acróbata.
Latynina engrandeció su imagen al conquistar cinco títulos y una medalla de plata en el Mundial de 1958, en Moscú, y de paso se erigió como una de las grandes atracciones soviéticas de cara a los Juegos Olímpicos de Roma-1960.
La Ciudad Eterna observó, en primera fila, como crecía aún más el mito. Allí, la fantástica gimnasta de origen ucraniano revalidó sus coronas en el All
Around y manos libres, y conquistó el cetro en el torneo por equipos, antes de llevarse las medallas de plata en barra de equilibro y asimétricas, y de bronce en caballo de salto.
Hasta entonces acumulaba siete medallas de oro, tres de plata y una de bronce en citas estivales, algo insólito, destinado solo para aquellos atletas diferentes, tocados por la varita mágica del talento y la suerte.
Cuatro años más tarde, a punto de cumplir 30 abriles, asistió a los olímpicos de Tokio-1964, su última participación bajo la sombra eterna de los cinco aros.
En la capital del país del Sol Naciente volvió a dejar boquiabiertos a propios y extraños. Con foja de dos medallas de oro (por equipos y manos libres), otras dos de plata (All Around, caballo de salto) y un par de bronce (barra de equilibrio y asimétricas), Latynina completó su extraordinario botín olímpico, en su momento el mayor para cualquier deportista, independientemente de sexo o especialidad.
Ese récord de 18 medallas olímpicas (9-5-4) permaneció intacto hasta 2012, cuando Phelps logró superarlo con su descomunal actuación en Londres.
Tras romperse el primado, Latynina declaró que «48 años es tiempo suficiente para haber conservado un récord», antes de felicitar a Phelps porque «se lo merece, es un talentosísimo deportista».
Respecto a sus 18 medallas se dio el lujo de bromear: «Entre las mujeres permaneceré en el número uno por mucho tiempo».
En total, durante toda su carrera en torneos de Europa, Campeonatos Mundiales y Juegos Olímpicos, Larissa acumuló 24 títulos, 15 preseas de plata y seis de bronce, cifras de otra galaxia. Sin palabras, cero descripción, solo aplausos y más aplausos para la primera gran superestrella de la gimnasia artística.
(*) Jefe de la redacción Deportes de Prensa Latina
Larissa Latynina, primera superestrella de la gimnasia artística
Por Yasiel Cancio Vilar (*)