La Habana, 26 abr (PL) La catástrofe ocurrida hace tres décadas en la central nuclear de Chernobyl dejó sabor amargo para quienes apuestan por la energía nuclear, mientras su uso seguro se sigue de cerca tras el desastre de hace cinco años en Fukushima.
En la mañana del 26 de abril de 1986, se produjo un accidente en el cuarto reactor de la central de Chernobyl, situada a pocos kilómetros de Kiev, y convertida desde entonces en la peor, aunque no la única catástrofe de su tipo.
Oficialmente, el escape masivo de material radiactivo, expandido por unos 60 mil kilómetros cuadrados y con afectaciones, sobre todo en Ucrania, Belarús y Rusia, causó 31 muertos en los primeros tres meses, mientras cerca de 80 perecieron en los últimos años.
La mayoría de los fallecidos pertenecen a las más de 600 mil militares, bomberos y otros especialistas que participaron en la liquidación de las consecuencias de la catástrofe, por la cual se evacuó a 115 mil personas de un radio de 30 kilómetros cerca de Chernobyl.
El desastre nuclear sembró serias y profundas dudas sobre la utilización de la energía producida a partir del átomo. Sin embargo, 30 años después las opiniones cambiaron radicalmente, incluso dentro de las naciones más afectadas por el referido hecho.
Un sondeo del Centro de Estudio de Opinión Pública de Toda Rusia considera que en estos momentos el 58 por ciento de los encuestados se muestra favorable al empleo de centrales nucleares y solo el 28 esta en contra.
En 1990, el 56 por ciento de los interrogados entonces se oponía al empleo de la energía del átomo y solo 14 estaba a su favor.
La compañía Rosatom se convirtió en una especie de carta de presentación de la tecnología de avanzada rusa en el mercado mundial, con la construcción de un reactor en Irán y nuevos contratos para edificar otros en otras regiones del planeta.
Ucrania misma aplicó medidas, sobre todo después del desastre de la planta nuclear de Fukushima, el 11 de marzo de 2011, para reforzar la seguridad en sus instalaciones atómicas que producen la mitad de la energía eléctrica de esa república exsoviética.
Lo ocurrido en Fukuskima llevó a Kiev a incorporarse al programa internacional para evaluación profunda de la seguridad de plantas nucleares, lo que obligó a sus autoridades a elevar a estándares europeos las medidas de protección aplicadas en sus centrales.
Ello abarcó, incluso, a 15 instalaciones, cuyo límite de vida útil fue extendido en los últimos años, destaca Olexsiy Pasyuk, especialista del Centro Ecológico Nacional de Ucrania.
Fukushima mostró nuevamente al mundo los riesgos de flaquear en aplicaciones de medidas de protección de las instalaciones, aún con las experiencias extraídas en materia de seguridad nuclear tras el desastre de Chernobyl.
La central nuclear nipona fue afectada por un terremoto de 6,7 grados en la escala abierta de Richter y un tsunami que sobrepasó su barrera de 38 metros de altura para protegerse de fenómenos de ese tipo.
Tal desastre provocó tres explosiones en igual número de reactores de los seis con que cuenta la planta. Japón debió crear una zona segura de hasta 40 kilómetros y las afectaciones del vertido de agua radiactiva al mar fueron catastróficas.
Mediciones realizadas el pasado año a dos mil 600 kilómetros de Japón, en las costas de San Francisco demostraron la existencia allí de partículas de yodo radiactivo, aunque a un nivel muy por debajo del dañino.
En momentos cuando el mundo recuerda el 30 aniversario del peor desastre nuclear, las reacciones en el orbe son diversas y en ocasiones contradictorias de una producción energética que avanzó mucho en su tecnología segura y entre las menos contaminantes y baratas de las existentes.
Chernobyl: dilema histórico sobre el uso de energía nuclear
Por Antonio Rondón García