En noviembre del año pasado, en la presentación del libro póstumo de Luis Villoro, «La alternancia», Sergio Rodríguez Lazcano comparaba la democracia de nuestro país con la película de Woody Allen «Robó, huyó y lo atraparon», en la que una banda de ladrones llega a asaltar un banco y resulta que otros delincuentes se les adelantaron. Para resolver quién debe cometer el crimen, Allen propone que las víctimas voten al respecto. Decía un articulista que reseñó la presentación que no hay mejor metáfora de nuestras elecciones: la oportunidad de elegir a nuestros asaltantes.
Lo anterior es bastante cómico, pero es la realidad de un país que hoy, es gobernado por individuos que además de hampones, son cínicos e ineptos y en el que el próximo proceso electoral (el que quiera, federal o local), parece la oportunidad de cambiar de delincuente, pero no de cambiar la situación.
El regreso del PRI a la presidencia de la República ha marcado el renacimiento del cáncer de la corrupción y ha dejado ver la dimensión de la metástasis, que es tal, que no hay sitio ni partido que pueda decirse libre del mal.
En nuestro país, la corrupción es hoy intensa y extensa. La obra pública se asigna a los amigos de los funcionarios y a quienes tienen intereses económicos vinculados con quienes están en el poder, pero la corrupción no es privativa de estas esferas. En México, el policía de tránsito pide dinero al infractor, el policía preventivo recibe dinero por proteger delincuentes y «dejarlos trabajar», el empleado de la compañía de luz acepta dinero por no cortarle el servicio al moroso y un trámite municipal necesita de un «incentivo» para ser apresurado.
México es hoy uno de los países más corruptos del mundo y hemos visto cómo cada vez nos hundimos más en ese ranking, pues carecemos de una legislación adecuada para prevenir y sancionar la corrupción. El hecho de que el PRI y el gobierno hayan impedido la dictaminación y votación del paquete anticorrupción, incluida la iniciativa ciudadana de la ley «3 de 3», es una muestra de que este gobierno no sólo se corrompe, sino que -lo más grave- procura la corrupción.
El problema es también, el cinismo de una élite política que ve ya a la corrupción como algo natural y lo reduce a un problema cultural. No lo es, pero debemos reconocer que sí influye esa apreciación histórica que contempló al soborno, la coíma y la gratificación bajo la mesa, como un pecado venial y que hoy han crecido al punto de la extorsión. Es lamentable escuchar a esa fracción de la clase política, diputados y senadores de todos los partidos, que han rebajado el debate a un cruce de acusaciones que no tienen defensa más allá de dos vergonzosas palabras: «Tú más». Es muy triste ver quiénes son los que hoy van proponiendo la legislación anticorrupción. Escuchar a Emilio Gamboa y a Pablo Escudero hablar del tema es escuchar que los zorros están planeando cómo proteger el gallinero.
Hoy, la corrupción es un problema que trasciende la limitada esfera que pretende el gobierno, es una amenaza para la economía, la relevancia internacional del país y para la paz social de la nación.
En el reporte anual de calificación para México, Moody’s asevera: «México califica por debajo de sus pares (con calificación A3) según los indicadores de gobernabilidad del Banco Mundial, que la agencia utiliza para identificar la fortaleza institucional, con especial énfasis en la eficacia del gobierno en el cumplimiento de la ley y el control de la corrupción». También refiere que estas deficiencias son compensadas por su estabilidad financiera y el manejo fiscal, aunque ratifican la perspectiva negativa por el estancamiento existente en la reducción del déficit fiscal y la deuda pública.
Esto quiere decir que la percepción de nuestra economía, como digna de un grado crediticio alto, se sustenta en la estabilidad financiera y el manejo fiscal, lo cual está en riesgo por el nivel de déficit y deuda pública, que de seguir así, rebajará la calificación de los papeles de deuda mexicana.
En ese sentido, es para preocuparnos el hecho de que, según datos oficiales, al cierre del primer trimestre de 2016, el saldo histórico de los requerimientos financieros del Sector Público -la deuda total del país-, sumó 8 billones 784 mil 226 millones de pesos, el equivalente al 47.6% del Producto Interno Bruto. Esto significa que en sólo un año la deuda se incrementó en 1 billón 145 mil 623 millones de pesos, pues al primer trimestre de 2015, la deuda pública representaba 43.9% del PIB y el gasto por el costo financiero de la deuda se incrementó 13.1% en el primer trimestre de este año, con respecto a igual periodo de 2015, hasta alcanzar los 66,116 millones de pesos.
Como se ve, el manejo económico del país va en la ruta incorrecta y el manejo político -en el que podemos incluir la fortaleza de nuestras instituciones y el combate a la corrupción- no será un sustento para mantener una calificación crediticia, de la que depende no sólo el costo de la deuda, sino los planes de inversión de empresas, fondos y corporativos.
Según AT Kearney, México pasó a la posición 18 de 25 como economía deseable para recibir Inversión Extranjera Directa; después de que fueron aprobadas las reformas teníamos el lugar 9. Una muestra de que los inversionistas comienzan a ver con recelo al país.
Un editorial de Bloomberg de días recientes, mencionaba que «La corrupción alimenta no sólo la indignación doméstica, sino también el tipo de distorsiones tóxicas acerca de México que Donald Trump y otros están impulsando. Defender la reputación de México en el mundo se tornará más fácil cuando el gobierno comience a liderar y no a estorbar la lucha contra la corrupción en casa».
El problema es que para eso se requiere de una estrategia de gobierno que no se tiene. El Presidente Peña Nieto sufrió, después de los hechos de Iguala, un shock que rompió sus planes y la incapacidad para crear una estrategia se vio sustituida por el autoritarismo, la tibieza y las ocurrencias, que son hoy el eje de su gestión.
El gobierno va de tumbo en tumbo. En materia de seguridad el secretario de gobernación dice un día que se comenzará a regresar al Ejercito a sus cuarteles, para al siguiente oírlo decir que se reforzará la presencia militar en ciertas entidades. Un ejército que está dejando de dar confianza al verse involucrado en reiterados casos de violación a los derechos humanos.
Al respecto es de dudarse la eficiencia del anuncio del Secretario Osorio Chong, de que el Ejercito tomó el control del C4 en Acapulco, pues esto ya no es garantía de nada. De acuerdo al GIEI, eran militares quienes estaban a cargo del C4 de Iguala la noche en que desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa.
La corrupción en las áreas del Estado más próximas a la sociedad, es algo que ya pone en riesgo la estabilidad del país. Urge que se tomen medidas al respecto, pues es muy preocupante que, de acuerdo a la Asociación Internacional de Ciencias Policiales, la policía de México ocupe el lugar 118 entre 127 países evaluados, por debajo incluso de países como Etiopia, Honduras y Sierra Leona.
El futuro de México se está desdibujando por un mal que lo está corroyendo desde dentro y para que cambie debe de cambiar nuestra sociedad. Los mexicanos debemos de impulsar ese cambio y mejora de nuestras instituciones, pues, como dijo el economista italiano Sylos Labini, la corrupción no arraiga en una sociedad sana.
Eruviel Y Donald Trump.
La búsqueda de notoriedad de los políticos les lleva a meterse en pleitos que no son suyos.
Recientemente el gobernador del Estado de México y suspirante por la candidatura presidencial del PRI, Eruviel Ávila, se ha propuesto el dirigir sus esfuerzos -y su presupuesto- en promover acciones para impedir que Donald Trump alcance la presidencia de los Estados Unidos, pues lo considera un peligro para México.
No deja de resultar curioso cómo a las diferentes autoridades que señalan con su dedo flamígero el discurso xenófobo del empresario, mil dedos las señalan por su incompetencia y las violaciones a los derechos humanos que a diario se sufren de éste lado del Río Bravo.
No simpatizo con el magnate, pero creo que el hecho de que desde el gobierno se impulsen planes para intervenir en la elección norteamericana abre la puerta para que en 2018 se dé una intervención abierta de los estadounidenses en el proceso electoral mexicano y, con ello, serán mil voces las que comenzarán a hablar de soberanía y no intervención, incluso aquellos populistas, nacionalistas y oportunistas que hoy se han subido a una elección que no es la suya.
No me espanta el discurso de Trump, pues es quizá sólo lo que los norteamericanos quieren oir y una estrategia de campaña que será difícil llevar por completo a la práctica. Tampoco lo comparto, pero lo entiendo, pues si tuviera una casa vecina donde a diario se matan, violan, secuestran, se producen y se trafican drogas y con un responsable que, por dinero hace como que nada pasa y todo lo deja pasar, yo también querría una barda.
Bien haría el gobernador mexiquense en tratar de poner orden en su casa, donde la violencia, la delincuencia organizada, la alerta de género y las violaciones a los derechos humanos requieren de su atención; antes de mirar la viga en el ojo norteamericano debería ver la gualdra que tiene en el propio y mirar los dedos que le señalan antes de señalar él, pues como decía mi abuela, no hay quien al cielo escupa que en la cara no le caiga.
Aclaremos.
Recibí muchos comentarios por la entrega anterior. Como ya lo esperaba se generó debate y quiero precisar algunos puntos.
Nadie me pagó por escribir lo que escribí. En realidad todas mis colaboraciones son gratuitas y aunque algunos medios me han ofrecido un salario o una compensación, siempre la he rechazado, pues al no ponerle precio a mis letras conservo la libertad de decir lo que pienso.
No creo en Andrés Manuel López Obrador, pues me parece un mentiroso y un oportunista, sin idea y sin proyecto. Muchas personas me recordaron que él ha escrito libros, pero como decía Marco Tulio Cicerón, «Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y ya todo el mundo escribe libros». Además me di cuenta que no los han leído, pues en sus libros, López ha propuesto cosas que después ha criticado.
Los que me dicen que el señor López es un hombre honrado, se equivocan. Él habla mucho de la honradez y se quiere proyectar como un hombre honrado, pero la virtud es algo que no se exhibe ni se predica; se ejerce y casi siempre en privado. Su casa en La Vista (el fraccionamiento más lujoso de Puebla), los autos de sus hijos y el hecho de vivir sin trabajar durante tantos años, son muestra de que la imagen que proyecta no corresponde a la realidad. El haber impuesto tanta secrecía al gasto en obra pública de su gestión, como ejecutivo del entonces Distrito Federal, es prueba de que tampoco es honesto.
No creo en su discurso, porque la retórica del autosacrificio es una trampa sentimental tan burda, que me considero demasiado inteligente para caer en ella.
En cuanto a los comentarios a mi persona, los agradezco todos; pero no soy ni tan bueno ni tan malo como me dijeron y haciendo mías las palabras de Antonio Gramsci diré que soy simplemente un ser humano promedio, que tiene convicciones profundamente arraigadas y que no renunciará a ellas por nada del mundo.
No pienso en educar a nadie ni hacerlos cambiar de pensamiento; expreso mi opinión, que es lo único que ustedes leen aquí.
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