Londres, 24 jun (PL) Durante mis estudios en Francia me repitieron una y otra vez Gérer À Öest prévoir (Gestión es prever), hasta que el principio se quedó atornillado en alguna de mis sinapsis neuronales.
La gestión consiste en prever lo que viene. De ese modo las lluvias, las inundaciones, los terremotos, las mareas rojas y hasta el fraude fiscal, disponen de una respuesta preparada, prevista, anticipada.
Prever es la antinomia de improvisar «planes de contingencia» después de la catástrofe.
David Cameron, con el sano propósito de ganar las elecciones del 2015, sugirió un referendo sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Hasta ahora Gran Bretaña se ha mantenido al margen de buena parte de los Tratados y Acuerdos europeos, y uno se preguntaba cómo podía irse de donde nunca estuvo.
Thatcher redujo la contribución británica a los presupuestos europeos. Gran Bretaña no firmó el Tratado de Maastricht y, por lo tanto, dispone de moneda propia. Rechazó el Acuerdo de Schengen y mantuvo sus fronteras cerradas. Autoriza el trabajo infantil, le niega sus derechos sociales a los otros europeos y goza de excepciones en casi todas las políticas comunes.
Como quiera que sea, el que avisa no es traidor: cada cual pudo prepararse con antelación, incluyendo desde luego los mercados financieros que ven en cada crisis una oportunidad de negocios. En esto perderán los de siempre: los pringaos (incautos).
Lo curioso es que el resultado del referendo no cambia nada. Hoy por la mañana, y mañana por la tarde, Gran Bretaña seguirá estando en la Unión Europea (UE). Como lo prevé el Art. 50 del Tratado de la Unión Europea, Gran Bretaña tiene dos años para negociar su separación, a menos que las partes decidan prolongar ese placer. Gran Bretaña quedará fuera de la UE una vez alcanzados los acuerdos necesarios.
En el ámbito económico Gran Bretaña puede optar por el tipo de relaciones que la UE ya mantiene con otros Estados. Noruega e Islandia forman parte del Espacio Económico Europeo y logran así acceso al mercado común. Pero la contrapartida son las mismas obligaciones que el Brexit acaba de condenar. Queda la opción de los acuerdos bilaterales como los que firmó Suiza, o bien los TLC como los que suscribió Canadá, o aún una Unión Aduanera como hizo Turquía.
Lo cierto es que Marco Polo practicó alegremente el comercio con Asia Central y China en los siglos XIII y XIV, y jamás perdió tiempo negociando TLC. Antes de la Unión Europea hubo comercio internacional: la mundialización es vieja como el mundo.
En mis años mozos tenías que conocer las disposiciones del General Agreementon Tariffs and Trade (GATT) y aceptar los Incoterms. Para saquear las riquezas del continente americano ningún rey español perdió tiempo reuniendo a los expertos. La trata de negros no exigió ni siquiera certificados de origen. La civilización maya dispuso de bancos que emitían pagos documentarios. Los incas comerciaban en todo los territorios cubiertos por el imperio y llevaban una cuidadosa contabilidad.
De modo que Gran Bretaña podría no hacer nada, y mantener con la UE el mismo tipo de relaciones económicas que sostienen países como los Estados Unidos y China. En ese tipo de intercambios aplican las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que dominan las multinacionales. ¿De qué se quejan?
El tema que casi nadie tocó durante la campaña del referendo es el que toca a lo que la UE prometió y no cumplió. La lista es larga: la garantía del empleo es ridiculizada por unos 30 millones de parados, la paz por las guerras en Irak, Afganistán, los Balcanes, Kosovo, Ucrania, Libia, Siria, Georgia, Malí y África Central, para no hablar de la amenaza del Estado islámico.
La UE prometía estabilidad económica y salimos de una crisis para entrar en otra. Un mejor nivel de vida, pero la pobreza y la miseria se acrecientan. Apertura al mundo entero, pero sólo para los capitales: los millones de migrantes generados en buena parte por las guerras impulsadas por occidente y la UE deben quedarse fuera.
La deuda pública crece mientras las infraestructuras se degradan. La UE debía ser el hogar del saber, pero los recortes presupuestarios impuestos por la troika comienzan por la investigación científica.
La UE debía ser un espacio de certidumbre para hogares que hoy se preguntan cada día si mañana podrán acceder a servicios públicos básicos como la educación, la salud, la previsión, los transportes o la vivienda. La UE debía ser el crisol de la democracia pero las decisiones las toma un puñado de burócratas designados a dedo.
Si le das la posibilidad a los pueblos de decidir de su propio destino, votan contra esos mismos burócratas, como hicieron ahora los británicos. Franceses y holandeses ya lo habían hecho en el 2005, para ver su propia decisión traicionada por políticos de derecha e ‘izquierdaâ€Ö asociados en la defensa del modelo neoliberal.
El verdadero riesgo para la Europa del gran capital y el neoliberalismo es que el ejemplo británico inspire a otras naciones. Hay políticos que le piden a la UE ser dura con Gran Bretaña, para disuadir eventuales candidatos a la secesión. Magnífico ejemplo de unión libremente consentida, que usa la amenaza para coartar la libertad.
Esto prueba, una vez más , que no es posible confiarle la soberanía popular a nadie. No son los representantes del pueblo quienes deben decidir el porvenir de 500 millones de europeos, sino los europeos mismos.
Los británicos aprendieron la lección de Grecia: si bajas la cabeza, te dan un mazazo definitivo. El pueblo es peligroso. Por eso le niegan el derecho a decidir su propio destino.
Quienes sembraron el terror cosechan los resultados: bajan las Bolsas, se debilita la libra esterlina y el euro. El precio lo pagan, una vez más, los pueblos.
Los mercados financieros habían «anticipado» y no me extrañaría que ya hubiesen vendido miles de millones de euros en CDO (collateralised debtobligations) y otros productos financieros truchos en previsión de lo que venía.
Los burócratas saben eso de Gérercâ€Öest prévoir. Para limitar el daño en los días que vienen, el Ministerio de Finanzas británico, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo podrían intervenir para estabilizar los mercados. «Ya habíamos hecho toda la preparación necesaria» aseguró el martes Mario Draghi, presidente de esa entidad financiera .
Sólo queda esperar que este domingo el triunfo de IU-Podemos en España le de un segundo golpe a la Europa del gran capital. Para abrirles grandes las puertas a la construcción de la Europa de los pueblos.