Súbita clemencia en la yema de los dedos,
detienen espasmos y grácil ritmo.
El tiempo adormecido retrocede
cual ola en la playa que revienta
y toma impulso para arremeter
con mayor ímpetu.
Turbulento calor emana la piel sonrojada,
poros expuestos, turgencia sublime del cáliz
que sostiene la flor contenedora del néctar.
Sudor que recorre la pendiente hacia
el valle frondoso y condensa la fragancia
apasionada del movimiento trémulo,
seguido del dulce ascenso
hacia la cima del fuego.
Latidos juegan en sincronía
con el oscilar de las estrellas en el cielo,
testigo mudo, de arrebatadas caricias
en miradas que hablan sin palabras ni rodeos.
.