La Habana (PL) Amenazado por potencias occidentales interesadas en controlar la información, Julian Assange, fundador del sitio Wikileaks, lleva más de cuatro años refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres, esperanzado en que se aclaren las turbias acusaciones en su contra.
Confinado en una pequeña habitación, sin poder salir al aire libre, separado de su familia y con un estado de salud deteriorado, Assange, de 44 años, vive recluido para evitar su extradición a Suecia donde se le acusa por presuntos delitos sexuales que él niega.
«No he podido ver el sol durante estos cuatro años. Tampoco he podido ser padre, lo ha hecho su madre y es algo muy serio. Esta no es una situación en la que se pueda mantener un ser humano», afirma el fundador de Wikileaks.
Según el jefe del equipo de abogados de Assange, Baltasar Garzón, el periodista australiano vive en condiciones peores que las de un centro penitenciario.
«La situación es extrema, no puede salir de un espacio que no dejan de ser unas oficinas. Y ello conlleva otros graves problemas como es la asistencia médica», explica.
Su situación- añade Garzón-quebranta todos los tratados y convenios que garantizan la buena atención que deben tener personas sometidas a un procedimiento y privadas de libertad.
Por otra parte, el ciberactivista alega que la misión diplomática es un lugar de acoso permanente por parte del gobierno británico, que presiona al personal de esa legación.
Mientras, el ministro de Exteriores ecuatoriano, Guillaume Long, sospecha que los servicios de inteligencia británicos espían el recinto.
«Hay que tener mucha suerte para poder hacer una llamada telefónica desde el interior de la misión- denuncia el canciller -, Internet está constantemente interrumpido. Todo está pirateado. Es un entorno realmente hostil para Assange.»
«Si en Ecuador tuviéramos a una persona encerrada en una embajada durante cuatro años sin permitirle salir cuando un país le ha otorgado asilo (…); tribunales de derechos humanos, la Corte de la Haya, y hasta la corte de los marcianos (dice con ironía) nos acusarían de criminales y dictadores», indica el presidente ecuatoriano, Rafael Correa.
Sin embargo, advierte Correa, «frente al caso de Assange no ha ocurrido nada, el mundo ve para otro lado. Su encierro, por presión de Reino Unido y Suecia, es una clara violación a los derechos humanos».
ACUSACIONES CONTRA ASSANGE, UN REGALO A EE. UU.
El gobierno de Ecuador otorgó asilo humanitario al programador informático en 2012, pero a este le resulta imposible viajar a ese país ante la amenaza de Londres de detenerlo una vez que abandone la sede diplomática de Quito.
El pasado 25 de mayo, la justicia sueca decidió mantener la orden de arresto dictada en 2010 contra Assange.
«El tribunal de momento considera a Assange sospechoso de violación con agravantes menores y por ahora hay riesgo de que escape o evite de alguna otra forma la persecución o el castigo», dice el comunicado del ente.
Desde hace seis años la fiscalía sueca busca inculpar a Assange por supuestamente mantener relaciones sexuales desprotegidas con una mujer sin su consentimiento.
En febrero pasado el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas dictaminó que la detención de Assange era ilegal y pidió a estos países que acabasen con ella.
Suecia y Reino Unido, país al que Assange califica como «tierra de la hipocresía», violarían la legislación internacional y los derechos humanos en caso de arrestarle.
Ambas naciones, supuestas líderes en la defensa de las libertades individuales, ignoran ese veredicto de expertos de ONU y mantienen en una situación tensa e insostenible al creador de Wikileaks.
El Parlamento de Ecuador aprobó este mes de julio una resolución de solidaridad con Assange para exigir a estos gobiernos europeos que «cumplan lo declarado» por el sistema de derechos humanos de Naciones Unidas.
Mientras tanto, las autoridades suramericanas evalúan la posibilidad de que las instancias suecas interroguen al asilado en la capital británica.
La justicia de la nación nórdica actuó contra el programador informático a raíz de que este puso en aprietos a varios gobiernos, en particular al estadounidense, con la divulgación de miles de cables secretos del Departamento de Estado de ese país.
La orden de arresto, denuncia Assange, no es más que una maniobra para enviarlo a Estados Unidos (EE. UU.), donde sería juzgado por difundir información confidencial sobre la seguridad nacional norteamericana, y podría ser condenado a cadena perpetua o a muerte.
«La razón por la que él sigue dentro de la embajada no se relaciona con las supuestas denuncias sexuales que surgieron en ese país nórdico: eso es una formalidad, un regalo para las autoridades de EE. UU. «, dijo Gavin MacFayden, director del Centro para el Periodismo de Investigación de Londres.
Para el filósofo estadounidense Noam Chomsky, «Assange expuso a los poderosos a la luz, lo que permite que el poder se evapore; por eso es perseguido con salvajismo».
Chomsky sostiene que el fundador de Wikileaks dio herramientas a los habitantes del mundo «para saber qué es lo que hacen sus representantes electos» y para «tener la oportunidad de ser independientes en una sociedad libre, y no esclavos de un amo que opera en secreto».
La organización mediática, que alcanzó popularidad en 2006, ha filtrado -según su fundador- 11 millones de documentos clasificados de todo el mundo a través de su sitio en Internet.
¿QUIÉN DEFINIRÁ SU FUTURO?
La salida de Reino Unido de la Unión Europea (opción conocida como Brexit) puede tener como efecto secundario el fin del exilio del periodista, según manifestó el reconocido portal de filtraciones, tras el resultado del referendo británico.
Por otra parte, queda la posibilidad de que prescriba dentro de cuatro años el delito por el que se le reclama en Suecia.
Sin embargo, para el director del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, Francisco Sierra, la posibilidad de liberación de Assange ya no está en manos de los gobiernos de Reino Unido, Suecia o EE.UU.
«Como en otros momentos de la historia, agregó, la capacidad de respuesta y resistencia de la ciudadanía, de los movimientos sociales… va a definir el futuro de Assange».